
Sevilla, 11/VI/2021
Cada persona es un libro abierto: “publicamos personas como libros abiertos”, dice el mensaje de la imagen de cabecera. Me gusta pensar en esta realidad, sobre todo cuando las bibliotecas son paraísos en los que sueño con frecuencia. Pero la concepción y la realidad de las mismas han cambiado mucho a pesar de su larga tradición, tan extraordinariamente narrada por Irene Vallejo en su preciosa obra “El infinito en un junco” (1). Un ejemplo vale más que mil palabras y me refiero al proyecto que nació en Dinamarca hace veinte años, con una denominación apasionante, Biblioteca humana, que ratifica el aserto que se utiliza con frecuencia al reconocer la sabiduría de una persona, calificándola como un libro abierto, aunque lo que se pretende en realidad con ese proyecto es que reconozcamos en el otro quién es mediante un encuentro en el que uno narra su vida y ese otro, que escucha, “lee” lo que se transmite, sobre todo cuando con esa acción vencemos estereotipos, prejuicios y desconocimiento de la realidad personal de otras personas diferentes y singulares.
La Biblioteca Humana fue creada en Copenhague en la primavera de 2000 por Ronni Abergel, su hermano Dany y sus amigos Asma Mouna y Christoffer Erichsen. El evento original “estuvo abierto ocho horas al día durante cuatro días seguidos y contó con más de cincuenta títulos diferentes. La amplia selección de libros brindó a los lectores una amplia variedad de opciones para desafiar sus estereotipos, por lo que más de mil lectores aprovecharon para dejar a los libros, bibliotecarios, organizadores y lectores atónitos ante la recepción y el impacto de la Biblioteca Humana”. Según la propia organización, “la biblioteca humana es, en el verdadero sentido de la palabra, una biblioteca de personas. Organizamos eventos en los que los lectores pueden tomar prestados seres humanos que sirven como libros abiertos y tener conversaciones a las que normalmente no tendrían acceso. Cada libro humano de nuestra estantería, representa un grupo en nuestra sociedad que a menudo está sujeto a prejuicios, estigmatización o discriminación debido a su estilo de vida, diagnóstico, creencias, discapacidad, estatus social, origen étnico, etc.”.
Considero que es un proyecto fascinante y que cada biblioteca pública o privada de este país debería contar con una sección dedicada al “fondo humano”, si así se pudiera llamar, donde tendríamos la oportunidad de organizar encuentros para “retirar” libros (personas) en actos concretos y “leer” lo que nos cuentan sobre sus vidas, que siempre son libros abiertos, no como se entiende hoy esta expresión vinculada a la sabiduría de una persona determinada, sino a la realidad de esa persona que aparece ante mí con un título y que puede ser de interés general conocerla. Sería muy interesante que llegara un día que la biblioteca pública Infanta Elena de Sevilla, por ejemplo, pudiera anunciar que se incorporó la semana pasada una persona al “fondo” de la misma y que se puede “reservar” su “lectura” en un día y en una hora concreta, lo que se traduciría en un encuentro personal o colectivo para “conocer” (leer) a fondo su vida, porque de esta forma los lectores podríamos “tomar prestados seres humanos” (valga la expresión) como libros abiertos y tener conversaciones a las que normalmente no tendríamos acceso. Cada libro humano de las nuevas estanterías de la Biblioteca Humana Infanta Elena, podría representar un grupo en nuestra sociedad que a menudo está sujeto a prejuicios, estigmatización o discriminación debido a su estilo de vida, diagnóstico, creencias, discapacidad, estatus social u origen étnico. Aquí tendrían cabida los nadies, por ejemplo, que tendrían muchas cosas que decir y denunciar.
El ”fondo” de estas bibliotecas humanas puede ser riquísimo: «Soy bipolar», «Veterano de guerra», «Historia de un gitano», «Creo en el poliamor» son algunos de los títulos que se pueden encontrar en estas reuniones literarias. Inicialmente surgieron como un mecanismo de inclusión para ciudadanos excluidos por diferentes motivos de la comunidad. Para darles voz y un espacio en el que poder expresarse de forma libre y entender el background del que proceden” (2). Como la imaginación es muy libre, podemos hacer un ejercicio breve de aportación de nuevos “títulos” que estaríamos interesados en “leer” casi inmediatamente. ¿Dónde está la diferencia sobre una biblioteca tradicional? En que las relaciones humanas se enriquecerían hasta límites insospechados porque cada persona, que es un mundo, nos podría enriquecer con la “lectura” de su vida. Preciosa idea para cuidar el alma humana. Creo que algo así intuyó el historiador siciliano Diodoro de Sículo en el siglo I a.C., cuando sobre las estanterías o nichos (bibliotecas, en griego) donde se colocaban los rollos de papiros que se podían leer en la Biblioteca de Alejandría, figuraba siempre un letrero sobrecogedor: lugar del cuidado del alma o más exactamente “Clínicas del alma”.
(1) Vallejo, Irene (2020). El infinito en un junco. Madrid: Siruela.
(2) Bibliotecas humanas: qué son y dónde encontrarlas – Uppers
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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