El Génesis liberado, una maravillosa historia laica para comprender la vida

El libro del Génesis liberado / Javier Alonso

Sevilla, 21/XI/2021

Hablar del libro del Génesis es hablar del origen de la vida. Hoy lo traigo a colación por la publicación reciente de un libro que dará mucho que hablar, El libro del Génesis liberado, publicado por Blackie Books, que se presenta en sociedad como “…  la gran novela sepultada en la Biblia.  Con una nueva traducción laica y directa del hebreo de Javier Alonso, narra una historia inquietante y contundente: el Big Bang de la humanidad. Una saga desmesurada y psicodélica, saturada de crímenes y virtudes, por fin liberada de prejuicios de género y de raza”. Se puede decir más alto pero no más claro, es decir, el Génesis es una historia capitalizada por las religiones desde hace más de 2.700 años, que se reproduce ahora desde una perspectiva laica y se descubre también como una gran ficción que intenta explicar el origen del mundo, desde sus raíces hebreas, pero sin mezcla de interés no inocente para las diversas creencias que en el mundo han sido, siguen y seguirán siendo a pesar del paso de los siglos.

A lo largo de casi dieciséis años de vida de este blog, el Génesis ha tenido una presencia constante en sus páginas, sobre todo, por la referencia permanente a las primeras palabras del libro que ha contado a la humanidad durante muchos siglos cómo se creó el mundo, hasta que Darwin lo puso en crisis por su lectura evolucionista del origen de las especies. Decía Jesús Ruiz Mantilla en 2014 que el fotógrafo brasileño Sebastião Salgado, con su proyecto Génesis, de gran carga ideológica no inocente, por supuesto, había salido a buscar en 2005 el paraíso terrenal y fotografiarlo durante ocho años: “¿Para qué? Para emular el ojo de Dios pero ser fiel a Darwin, para dar testimonio de los orígenes de la vida intactos, para certificar que corre el agua, que la luz es ese manantial mágico que penetra como un pincel y muta las infinitas sugerencias en blanco y negro que Salgado nos muestra del mundo. Para experimentar pegado a la tierra y los caminos aquello que relatan los textos sagrados pero también seguir la estela de la evolución de las especies; para comprobar que los pingüinos se manifiestan; para comparar la huella con escamas de la iguana y el monumental caparazón de las tortugas en Galápagos; para explicar que los indígenas llevan en la piel tatuado el mapa de su comunión con la de los ríos y los bosques; y que los elefantes y los icebergs emulan fortalezas de hielo y piel; y que la geología diseña monumentos y que todavía quedan santuarios naturales a los que aferrarnos”.

En 2005, por ejemplo, publiqué una carta, El Génesis de Salgado, en una revista dominical de amplia difusión en el país, en la que decía que “Existe un versículo en el Génesis que ha marcado la existencia humana: el 1, 31. El narrador que recogió la tradición oral de la creación agregó un adverbio hebreo no inocente: muy (meod). Mientras que en el relato de la creación, las sucesivas creaciones eran “solo” buenas, los cielos, la tierra, las aguas, los animales, las semillas, cuando se creó al hombre y a la mujer el texto hebreo recoge literalmente: “y vio Dios que muy bueno”. La lectura del “viaje a las raíces del ser humano”, texto de Sebastião Salgado publicado en el Magazine de 5/VI/2005, me ha recordado este gran matiz, mucho más al fijar el objetivo principal de su proyecto “Génesis”: “volver a conectarnos con cómo era el mundo antes de que la humanidad lo dejase prácticamente irreconocible”. Sebastião Salgado ha iniciado una obra encomiable. Aun así, le pediría que hiciera un esfuerzo a sus 61 años por encontrar y fotografiar algún lugar o momento de la humanidad que siguiera engrandeciendo la lectura del Génesis. Aunque sólo fuera para creer, en el desconcierto actual, que el ser humano es lo mejor que le ha podido ocurrir al mundo en siete días mágicos: algo muy bueno”.

Teilhard de Chardin, que estudió el origen del ser humano a lo largo de su vida como paleontólogo y que ilumina permanentemente este blog con su mensaje de que “El mundo sólo tiene interés hacia adelante”, preconizaba hace muchos años algo que no he olvidado al hacer, como hoy, maniobras de aproximación científica al Génesis o lo que es lo mismo, a la necesidad de acercarnos permanentemente a la ciencia también, no sólo a las religiones, porque de lo que se trata siempre es de respetar la perentoriedad del descubrimiento de la primera razón de la vida, de su primer vestigio, para entender la evolución de la humanidad: “todo se debe profundizar y todo se debe intentar”, porque debemos frecuentar el futuro y su progreso implícito. Esta es la razón de por qué el progreso actual, en una interpretación tan novedosa como la que podemos encontrar en la publicación citada, es maravilloso desde esta perspectiva. Todavía se enriquece más esta perspectiva cuando miramos hacia ese futuro tan indeterminado hoy, tan frágil, debiéndonos aferrar a las directrices de la evolución humana. Teilhard nos llevaba a través de su investigación a descubrir que la ciencia es el motor imprescindible y necesario para el progreso de la humanidad. Una muestra última evidente ha sido la vacunación contra la COVID-19.

Cuando en mis años jóvenes leía en 1966 que “un día, mediante el perfeccionamiento de las síntesis albuminoideas acaso el ser humano consiga producir vida”, vivía aquello como una profecía ilusoria que después se ha ido fraguando en el conocimiento profundo de los procesos vitales. La genómica está facilitando la lectura y comprensión del libro de instrucciones que cada ser humano lleva grabado en su existencia concreta. Y estamos cerca de descubrirnos tal y como somos, tal y como nos proyectamos para ser en la preconcepción y posiblemente se podrán enderezar las existencias torcidas por una programación genética “defectuosa”, que hoy denominamos enfermedad, locura, discapacidad u otras etiquetas sociales que nacen como metáforas del dolor. Teilhard lo intuyó en sus investigaciones: el ser humano llegará a tener un gran dominio sobre la vida psíquica, sobre el cerebro, sobre su razón de ser como es. Pero esta misma capacidad se proyecta a veces en inventar cosas peligrosas. Teilhard conocía la guerra, el frente en su sentido más primigenio, y la capacidad del ser humano para destruir en una contradicción sin límites. Actualidad pura.

La segunda dirección del progreso está en la investigación sobre la propia existencia del ser humano. Es la clave del Universo. Hoy se sabe que desde hace “sólo” tres mil seiscientos millones de años hay vida en la Tierra y que también es posible que hubiera vida antes en otros planetas, sobre todo en el planeta rojo, Marte. También existe consenso sobre la datación de nuestros antepasados más próximos, en unos 30.000 años, bajo la figura de hombre de Cromagnon. Y la debilidad de Teilhard estriba en su antropocentrismo terráqueo como meta de la evolución, algo que se discute hoy ampliamente. Por ello es apasionante conocer cómo comenzó la vida y saber en un futuro próximo si ya hubo vida en otros planetas al margen o antes que en el planeta que actualmente habitamos. Descifrar al ser humano es probablemente el “código de vida” que puede dar parte de la solución, porque la vida ya estaba antes. Incluso los creacionistas más radicales y las revelaciones cosmogónicas más arraigadas aceptan el principio antecedente de la vida: los cielos, el suelo o tierra, la haz de las aguas, etcétera, fueron antes que el ser humano (berechit bará elohim at achamayim uet aarest, en perfecto hebreo, en las primeras palabras del Génesis: “en el principio (alfa) creó Dios los cielos y la tierra”, tal y como lo decían los pueblos ribereños del Tigris y Éufrates, en el actual Iraq, en la transmisión oral de abuelos a nietos). Llegar al Omega de la vida, era harina de otro costal existencial.

La tercera dirección era propicia en el terreno en el que se desenvolvía Teilhard: la unión entre ciencia y religión. No se debe sacar de contexto su realidad católica (era sacerdote jesuita) y la explosión de la Iglesia jerárquica contemporánea (años de posguerra mundial), porque traducía el sentir de la época: después de tres siglos de lucha entre ciencia y fe, ninguna de las dos ha dejado a la otra fuera de combate. La ciencia sigue sin tener todas las claves de la existencia. Se sabe cada día más, pero el factor sorpresa es continuo. Y genera un discurso muy denso en todas sus publicaciones científicas, donde siempre hay un homenaje a la dialéctica ciencia-religión, encrucijada que estudié contemporáneamente hace cuarenta años y que era terreno propicio para deserciones o abrazos teologales. La verdad es que el punto omega sigue construyéndose. Esa era la gran aportación de la creencia en el ser humano. Algunos científicos trabajan sobre el punto alfa, el origen de la vida, y así lo he entendido estando muy cerca del profesor Juan Pérez Mercader. Solo queda que este siglo del cerebro, al igual que el anterior fue el siglo del corazón, nos depare descubrimientos importantes sobre las claves de la inteligencia. Nos aproximará a la referencia de omega como fin simbólico de la existencia humana. Entenderemos por qué nos preocupa saber el origen y final de nuestras vidas. El Génesis y el Apocalipsis.

Lo que le quedó siempre muy claro a Teilhard, interpretando la creación en el Génesis o el principio Alfa de la Vida, es que “el pasado me revela la construcción del futuro”, palabras escritas en uno de sus viajes científicos a bordo del “Cathay”, en 1935. Al final, es lo que de verdad nos interesa encontrar en el libro que se acaba de publicar sobre el Génesis: una interpretación laica de un relato precioso contado muchas veces y a lo largo de la historia con intereses ocultos, pero que sigue animándonos todavía a conocer, por ejemplo, qué significaba para Aristóteles su teoría “del primer motor inmóvil” que permitió poner en marcha la vida humana, algo verdaderamente apasionante, a la que pertenezco y que no me es ajena en cada momento singular que sigo viviendo, interesado siempre en comprender la belleza intrínseca del origen de la vida.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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