No es lo mismo legitimidad que ética política

Sede de las Cortes Generales de Castilla y León, en Valladolid. Detalle del Hemiciclo.

Sevilla, 11/III/2022

Sé que estamos viviendo en una España al revés, donde la confusión de términos nos invade por tierra, mar y aire, sobre todo porque más allá del léxico hay una ideología no inocente detrás de muchas palabras, lo que se podría resumir en lo ocurrido ayer con una sola frase: todo vale en política. Lo afirmaba Eduardo Galeano en su visión del mundo al revés: al final, la izquierda está a la derecha, el ombligo en la espalda y la cabeza en los pies, o lo que es lo mismo, la ultraderecha está en el centro de la derecha, a la que pretende difuminar, fulminar o desenmascarar, quién sabe, ganando terreno político en un gobierno por estrenar. Así lo explicaba también Galeano, en palabras que todos las podemos entender muy bien: “No se necesita ser un experto politólogo para advertir que, por regla general, los discursos sólo cobran su verdadero sentido cuando se los lee al revés. Pocas excepciones tiene la regla: en el llano, los políticos prometen cambios y en el gobierno cambian, pero cambian… de opinión. Algunos quedan redondos, de tanto dar vueltas; produce tortícolis verlos girar, de izquierda a derecha, con tanta velocidad. ¡La educación y la salud, primero!, claman, como clama el capitán del barco: ¡Las mujeres y los niños, primero!, y la educación y la salud son las primeras en ahogarse. Los discursos elogian al trabajo, mientras los hechos maldicen a los trabajadores. Los políticos que juran, mano al pecho, que la soberanía nacional no tiene precio, suelen ser los que después la regalan; y los que anuncian que correrán a los ladrones, suelen ser los que después roban hasta las herraduras de los caballos al galope” (1). La ética política no se improvisa ni se cambia de buenas a primeras, porque la gran verdad de la ética, en cualquiera de sus manifestaciones, consiste en defender siempre y sin fisuras la razón que justifica todos los actos humanos de bien, en libertad, con dignidad extrema, defendiendo siempre el interés general en democracia como su auténtico caldo de cultivo, porque sin ella no podemos avanzar mucho en la sociedad. Es la “solería” que se va poniendo cada día en todo el país, sin excepción alguna, con actos y actitudes que dignifican la política, que no la envilece o daña. El profesor López Aranguren, definía la ética como el “suelo firme de la existencia o la razón que justifica todos los actos humanos”, que tantas veces he abordado en este blog.

Lo que sucedió ayer en la Comunidad de Castilla-León, a la que VOX gusta llamar “Castilla la Vieja”, tomen nota, en la que el partido de ultraderecha entra por primera vez en el Gobierno de una Comunidad, nada menos que con la Vicepresidencia, la Presidencia del Parlamento Autonómico y tres Consejerías, por determinar su alcance, es para mí un ejemplo meridiano de la España al revés. Conviene leer los términos exactos del Acuerdo de Legislatura, donde casi todo queda en palabras, porque lo que se ha manifestado por parte de los lideres de VOX, horas antes de su firma, era para tentarse la ropa. Todo muy democrático y muy legítimo, pero muy poco ético desde la perspectiva política, fundamentalmente porque ese partido de ultraderecha no cree en el Estado de las Autonomías, es decir, no cree en determinados artículos de la Constitución y va a por ella, confunde todo tipo de violencias y las equipara, para acabar invisibilizando la de género, que destaca sobre todas por su esencia de sufrimiento para las mujeres, dentro y fuera de las familias, porque ese escarnio contra ellas no sólo se produce en el seno de la familia, en el ámbito “intrafamiliar” dicen ellos, sino en el laboral o en el de la vida diaria y anónima de quienes la sufren minuto a minuto, entre otros muchos entornos nada amables por el simple hecho de ser mujer. A ello hay que agregar la criminalización de la migración que ellos llaman “ilegal”, cuando lo verdaderamente ilegal es que estemos rodeados de nadies que no tienen dónde ir y refugiarse, que necesitan más que nunca nuestra comprensión y apoyo. Y una cosa más, entre otras muchas en su programa político: la defensa de la memoria histórica es casi un cuento chino, como si de la guerra civil española en el siglo pasado no se derivaran responsabilidades de todo tipo a pesar del tiempo transcurrido. Lo que piensan de la pertenencia a Europa ya se conoce, porque su antieuropeísmo es de libro, por si esto se nos olvidaba también. Ya lo ha advertido el presidente del Partido Popular Europeo, Donald Tusk, al conocer el Acuerdo, del que ha dicho que es una “capitulación» del Partido Popular en España.

En este marco incomparable de falta de ética política, con un efecto halo de legitimidad, asistimos también a un reguero de manifestaciones de la derecha “encubriendo” como pueden y de forma vergonzante lo firmado ayer “in extremis” en Castilla-León, con una palabra como denominador común: el acuerdo es “legítimo”, pero cuando ellos analizan cómo se constituyó el Gobierno actual de este país, lo acusaban, y siguen haciéndolo de forma reiterada, de “ilegítimo”, sin despeinarse un solo momento. Y no es lo mismo, no. Un ejemplo: la confluencia de los partidos PSOE y Unidas Podemos, que hizo posible el gobierno actual del PSOE, no recoge en ningún momento la anuencia de programas incompatibles con la Constitución. El de Castilla-León, sí, porque es su quintaesencia anticonstitucional lo que les pesa más que los fárragos de las intervenciones públicas de sus líderes, que al final son solo palabras.

Vuelvo a insistir en algo que he manifestado recientemente ante situaciones como la que he analizado anteriormente, por las que nos encontramos conturbados y decepcionados: ahora debo escribir estas líneas y saltarme algo que conozco bien por el arte de callar, porque cuando hablo y escribo es porque tengo algo más importante que decir que guardar silencio. Lo que ocurrió ayer en Castilla-León, nos recuerda que con unas elecciones legítimas los ciudadanos firmamos de algún modo un contrato social con la política que impera, lo que nos lleva a descubrir la conveniencia de estar vacunados contra la epidemia de intromisión en nuestra inteligencia social, que también existe. Comprendo mejor que nunca aquella frase del filósofo Emilio Lledó, que me marcó para siempre: Me preocupa la corrupción mental, que un ignorante con poder determine nuestra vida, ante la que hay que vacunarse urgentemente. Sencillamente, porque no somos idiotas, ni nos conformamos con que nos entreguen una flor en plena discordia. Creo que ha llegado el momento de entrar con un buldócer ético en la sociedad y remover los grandes planteamientos sociales en los que estamos instalados. Es necesario por tanto comenzar a hablar de legalizar nuevos contratos sociales donde la responsabilidad política del Gobierno correspondiente y de la ciudadanía tengan un papel protagonista en los cambios copernicanos y prioritarios que se tienen que abordar con urgencia ética y social. Todo lo demás es seguir normalizando lo indeseable e imposible que no beneficia a nadie. O seguir confundiendo legitimidad con ética política, que no es lo mismo.

Todo lo expuesto anteriormente es válido cuando estamos convencidos de que lo más importante en la sociedad es perseguir el interés general frente al individual y que la corrupción política (que no sólo es en el área económica) es el enemigo público número uno a combatir, porque cuando entra en la sociedad no deja títere con cabeza, todo se corrompe de forma tentacular y nos lleva a un conformismo y desafección política terribles. La tentación es huir hacia adelante, pero hacia ninguna parte, porque queramos o no necesitamos defender la democracia como la mejor forma de compartir la vida. Ante la decepción por lo ocurrido ayer en Castilla-León, es posible que volvamos a caer en la tentación de acudir a Góngora para que nos explique hoy esta situación a través de su famosa letrilla rediviva, «Ándeme yo caliente, ríase la gente»: Cuando cubra las montañas / De blanca nieve el enero, / Tenga yo lleno el brasero / De bellotas y castañas, / Y quien las dulces patrañas / Del Rey que rabió me cuente, / Y ríase la gente. […] Busque muy en hora buena / El mercader nuevos soles; / Yo conchas y caracoles / Entre la menuda arena, / Escuchando a Filomena (2) / Sobre el chopo de la fuente, / Y ríase la gente. Porque lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible, que diría el torero El Guerra, por mucho que ante la falta de ética personal y colectiva, la de los Gobiernos correspondientes también, queramos normalizar lo indeseable en términos individuales y sociales para convertirlo todo en un mundo al revés sin contrato social alguno. O lo que es lo mismo, seguir confundiendo la legitimidad como acto pasajero para cubrir apariencias, con la ética como actitud permanente de dignidad pública y privada a lo largo de nuestra vida.

(1) Galeano, Eduardo, Patas arriba. La escuela del mundo al revés. Madrid: Siglo XXI Editores de España, 1998.

(2) “Filomena” era la denominación de “la hembra del ruiseñor” en tiempos de Góngora (ver el Diccionario de Francisco Sobrino, 1705), en el Diccionario nuevo de las lenguas española y francesa. Bruselas: Francisco Foppens, p. 182,3.

NOTA: la imagen de cabecera, recuperada hoy de https://www.ccyl.es/Content/VisitaVirtual/, ofrece un detalle del Hemiciclo de las Cortes Generales de Castilla y León, en el que figura el Mosaico de los Cántaros, en mármol y caliza, que lo preside, datado en el siglo IV. La luz natural entra a través del cristal serigrafiado y láminas de alabastro.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

A %d blogueros les gusta esto: