Si se puede se debe (hasta un cierto punto)

Espacio SOLO, Certeza, pi(x)el

Sevilla, 24/III/2022

Presumes que eres la ciencia
Yo no lo comprendo así
Cómo siendo tú la ciencia
No me has comprendido a mí

Enrique Morente, Soleá de la ciencia

Enrique Morente, Soleá de la ciencia

Solo sabemos que no sabemos nada. Espacio SOLO, un proyecto artístico internacional con sede en Madrid que tiene como objetivo fomentar, apoyar y compartir las obras de arte de hoy, cuya colección y Museo constituyen la labor creativa iniciada hace más de 7 años por los empresarios españoles Ana Gervás y David Cantolla, nos ofrece ahora una oportunidad de adentrarnos en la certeza de algunas preguntas de la vida. En este entorno tan especial, se presenta a partir de 1 de abril de este año una exposición con más de veinte obras diferentes que confluyen en diálogo sobre la idea de lo cierto, bajo la denominación programática de Certeza: “en un momento en que conceptos como la verdad o la identidad avanzan, cambian, se ven amenazados o son todos víctimas de la manipulación”. De ahí el interés de esta exposición que “busca generar conversación y reflexión compartida. Durante siglos, los pensadores han lidiado con el concepto de certeza y los artistas nos han animado continuamente a reevaluar lo que vemos. Continuando con esta tradición, Certeza (Certanity) presenta obras de artistas de todo el mundo y en diversos medios que incluyen pintura, escultura, instalación, video y arte de IA colaborativa y descentralizada”.

Junto a la exposición se van a abordar también una serie de charlas, para profundizar en algunos de los temas abordados por la exposición, “incluidos los conceptos de certeza, posverdad, identidad, la naturaleza del arte o la creatividad y el fenómeno de las noticias falsas”. Me ha llamado la atención especialmente la performance “pi(x)el” de Filip Custic (Santa Cruz de Tenerife, 1993), que presenta un proyecto de puente entre identidad, diversidad y tecnología, que no deja tranquilo al espectador. En la sinopsis oficial de la exposición se dice que “en una era de dismorfia, Custic propone una reflexión positiva sobre el potencial de la tecnología para permitir identidades fluidas, sin restricciones por estereotipos o ideales estéticos”, donde el cuerpo humano, en esta ocasión, unido a la tecnología puede mostrarse de una forma diferente ante los ojos de la sociedad, “más allá de los estereotipos o normas establecidas y un medio para celebrar la diversidad”.

La performance (representación) se muestra a través de una iteración que comienza con “el desempaquetado de la obra de arte en sí, ya que Custic desempaqueta, construye y da vida a la obra ante un público en directo. La estética de las presentaciones de productos con alta tecnología proporciona el marco y la inspiración para esta pieza, como explica el artista: “Estoy inspirado por la cultura comercial que se ha creado. Son las compras por televisión llevadas a otro nivel. Me encanta la teatralidad, la idea de crear un momento especial para presentar un nuevo objeto y generar toda una experiencia alrededor”. Participa en esta experiencia la artista conocida en la actualidad como “Virgen María”, a través de una escultura hiperrealista de su amiga y musa, mediante la cual “la actuación y presentación de pi(x)el transporta al público al futuro no muy lejano de lo digital”. Lo que Custic quiere comunicar con su obra es que en una época de “dismorfia y de no aceptarnos a nosotros mismos”, esta obra está llena de optimismo tecnológico. Pi(x)el se concibe como un prototipo, un wearable futuro que ve discriminación pasada para permitir la diversidad y las identidades fluidas. “Estoy muy inspirado por la idea que iremos más allá de la forma física y nos centraremos en la esencia de cada individuo. Eso es lo que yo quiero comunicar”.

Pi(x)el, detalle de la performance de Filip Custic

Lo que hay verdaderamente de fondo es una forma de expresar algo que inquieta con solo acercarnos a ello: el transhumanismo o lo que es lo mismo, paradójicamente, acercarnos a ser tan poderosos como alguien del que nos dijeron hace ya miles de años que se llamaba Dios, aunque hay que recordar en una performance actualizada lo que sucedió a Adán, según cuenta la tradición, cuando quiso emular a Dios. Esta exposición tiene visos de transhumanismo, una confianza casi ciega en la ciencia y en la tecnología, sobre todo en la ciencia, particularmente en la biotecnología, la informática y la nanotecnología y un curioso imperativo moral: “Si se puede, se debe”. Pero ya lo afirmé hace bastantes años en este cuaderno digital: La inteligencia digital no es software: “Desde que estudio y construyo, poco a poco, las bases científicas de la teoría de la inteligencia digital, he podido comprobar que siempre emerge una tentación en el laboratorio por la propia semántica del constructo: comparar el cerebro con una estructura similar a un ordenador superpotente. Y la comparación, como todas, es odiosa. En las diferentes acepciones que he construido desde que voy de mi corazón a mis asuntos, pretendo aportar puntos críticos de investigación en la maravillosa posibilidad que las tecnologías de la información y comunicación aportan hoy a la inteligencia humana. En mi libro Inteligencia digital. Introducción a la noosfera digital, todos los caminos del índice conducen a una conclusión maestra: la inteligencia es un recurso humano, muy complejo, no un software, de una individualidad extrema, hasta tal punto que se puede decir con rigor científico extremo que no hay dos inteligencias, ni dos cerebros iguales […] La inteligencia es un don humano (para algunas personas “divino”), pero que afortunadamente, no es una lotería: venimos pre-programados a la vida, después de un proceso de concepción y construcción cerebral que se prolonga a lo largo de nueve meses (sinceramente, de toda la vida…). En cualquier caso, se viene demostrando científicamente que la inteligencia, ni siquiera la estrictamente digital, no se puede instalar como un software” (por cierto, ¿libre o de mercado? Ninguno)”. Además, este esfuerzo de la ciencia en torno a la inteligencia digital siempre debe estar determinado por la ética cerebral, que también existe (1).  

Si se puede se debe, dicen los transhumanistas radicales, pero la superinteligencia digital que tuviera las características de una mente humana (agencia, cognición, ética), pero increíblemente aumentadas, nos llevaría a pensar que “el incremento de la capacidad de computación de los ordenadores llevará de forma inevitable y espontánea a la creación de este superente, lo que se ha denominado la “Singularidad Tecnológica”. En cierto modo, se trata de una especie de religión vuelta al revés: Dios no nos ha creado, pero el objetivo de la humanidad sería crear a un ser parecido a Dios”, es decir, si se puede crear la singularidad tecnológica, se debe desarrollar… pero hasta un cierto punto, iuxta modum, que decían los clásicos. Teilhard de Chardin, que estudió el origen del ser humano a lo largo de su vida como paleontólogo y que ilumina permanentemente este blog con su mensaje de que “El mundo sólo tiene interés hacia adelante”, preconizaba hace muchos años algo que no he olvidado al hacer, como hoy, maniobras de aproximación científica a la gran certeza de por qué se creó el mundo o lo que es lo mismo, a la necesidad de acercarnos permanentemente a la ciencia también, no sólo a las religiones, para explicarlo, porque de lo que se trata siempre es de respetar la perentoriedad del descubrimiento de la primera razón de la vida, de su primer vestigio, para entender la evolución de la humanidad: “todo se debe profundizar y todo se debe intentar”, porque debemos frecuentar el futuro y su progreso implícito. Buscar también las certezas de la vida. Esta es la razón de por qué el progreso actual, en una interpretación tan novedosa como la que podemos encontrar en la exposición citada, en pi(x)el es maravilloso desde esta perspectiva. Todavía se enriquece más esta perspectiva cuando miramos hacia ese futuro tan indeterminado hoy, tan frágil, debiéndonos aferrar a las directrices de la evolución humana. Teilhard nos llevaba a través de su investigación a descubrir que la ciencia es el motor imprescindible y necesario para el progreso de la humanidad. Una muestra última evidente ha sido la vacunación contra la COVID-19.

En este contexto, vuelvo a recordar algo que escribí en torno a la gran duda de por qué somos y estamos en este mundo, lo que Custic desea interpretar en su performance pi(x)el: “Decía Jesús Ruiz Mantilla en 2014 que el fotógrafo brasileño Sebastião Salgado, con su proyecto Génesis, de gran carga ideológica no inocente, por supuesto, había salido a buscar en 2005 el paraíso terrenal y fotografiarlo durante ocho años: “¿Para qué? Para emular el ojo de Dios pero ser fiel a Darwin, para dar testimonio de los orígenes de la vida intactos, para certificar que corre el agua, que la luz es ese manantial mágico que penetra como un pincel y muta las infinitas sugerencias en blanco y negro que Salgado nos muestra del mundo. Para experimentar pegado a la tierra y los caminos aquello que relatan los textos sagrados pero también seguir la estela de la evolución de las especies; para comprobar que los pingüinos se manifiestan; para comparar la huella con escamas de la iguana y el monumental caparazón de las tortugas en Galápagos; para explicar que los indígenas llevan en la piel tatuado el mapa de su comunión con la de los ríos y los bosques; y que los elefantes y los icebergs emulan fortalezas de hielo y piel; y que la geología diseña monumentos y que todavía quedan santuarios naturales a los que aferrarnos”.

La inteligencia que se desarrolla a lo largo de la vida en nuestro cerebro, que es único e irrepetible y que nos juega siempre buenas y malas pasadas, a través de unas estructuras cerebrales que condicionan la amplitud de nuestro suelo firme en la vida, lo que podemos llamar “solería” de nuestra vida, o lamas de parqué en términos más modernos, puestas una a una a lo largo de nuestra existencia, dependiendo de cada experiencia construida en el cerebro individual y conectivo, es la razón que nos lleva a ser más o menos felices. Además, con proyección específica en el mundo real en el que vivimos, en la inteligencia digital. Al fin y al cabo, es lo que pretende el cerebro siempre: devolver en su trabajo incansable, porque nunca deja de funcionar, ni de noche ni de día, es más, durante la noche sobre todo, la razón lógica del funcionamiento de las neuronas, un trabajo maravilloso para justificar nuestro origen y futuro humano, el comportamiento de género, la influencia diaria y constante en la inteligencia y en el compromiso para que el mundo propio y el de los demás merezca la pena vivirlo, compartirlo y habitarlo. Tengo cada día más claro el convencimiento de que en el cerebro reside la ética de la vida.

Si se puede, se debe, hasta un cierto punto, pero emular el cerebro humano a través de la tecnología tiene todavía barreras éticas que debemos sopesar para respetar la quintaesencia de la inteligencia humana. Hoy por hoy, tengo claro que la inteligencia no es software, sino una capacidad individual muy compleja, que administra sentimientos y emociones a flor de cerebro. Después, a flor de la piel de cada uno, de forma irrepetible. Vaya por delante, que no me interesa para nada emular a dios o a los dioses para ser más feliz siendo una singularidad tecnológica. Sólo, caminar todo los días hacia adelante para seguir descubriendo en la mejor performance de la vida que la creación del ser humano fue lo mejor que pasó en este mundo hace millones de años. No somos mercancías que se desempaquetan a lo largo de la vida para tener algo a lo que agarrarnos como un clavo ardiendo, sino sujetos de derechos y deberes para vivir con dignidad y como un todo muy humano, cada día de nuestra existencia.

(1) Cobeña Fernández, José Antonio, Origen y futuro de la ética cerebral (edición digital), 2014.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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