Leyenda en Cantabria

El hombre pez, en Liérganes – Escudo oficial de Cantabria – Fuente en Limpias, presidida por el Lábaro Cántabro

Llegué por el dolor a la alegría.
Supe por el dolor que el alma existe.

José Hierro, en Alegría

Sevilla, 27/VIII/2022

Inicio hoy una serie dedicada a mi última singladura cerca del mar Cantábrico, en busca de islas desconocidas de una Comunidad Autónoma de cuyo nombre quiero acordarme hoy: Cantabria. La he titulado “Leyenda en Cantabria”, respetando el significado de la palabra “leyenda” que se mantuvo durante siglos en España, la “acción de leer”, porque he querido leer con objetividad plena la historia de una Comunidad que aprecio por diversas razones que explico más adelante. También, obviamente, porque existen leyendas en ella, según la acepción de esta palabra que se introdujo por primera vez en el Diccionario de la lengua castellana de la Real Academia Española, en su duodécima edición, en 1884: “relación de sucesos que tienen más de tradicionales o maravillosos que de históricos o verdaderos”, siendo la historia apasionante del Lábarus Cántabrus, la del Cristo de Limpias, las de sus innumerables cuevas con sus historias dentro, la Virgen de la Bien Aparecida, en Ampuero, o la del hombre pez de Liérganes, muestras objetivas de esta acepción, entre otras, de indudable interés en la Comunidad, algunas de ellas muy vinculadas con Andalucía.

Además, existen motivos en mi vida más que suficientes para acometer esta tarea de reflejar en palabras los sentimientos y emociones que he vivido a lo largo de mi estancia allí. La primera razón estriba en mi apellido, porque Cobeña es una localidad cántabra que conozco, cerca de Potes, que demuestra que la toponimia tiene mucho que decir sobre mis orígenes. En esa tarea estoy, en una investigación en marcha sobre la genealogía de un apellido que tiene algo diferencial, la “ñ”, tan común en esta Comunidad, algo que facilita el trabajo científico por la formas en que esa letra llegó a consolidarse en el abecedario castellano, agradeciéndole una vez más a Gabriel García Márquez su ardiente defensa ante una polémica decisión de la Comunidad Económica Europea en la década de 1990, que afortunadamente nunca llegó a mal término: “Es escandaloso, por decir lo menos, que la Comunidad Económica Europea se haya atrevido a proponer a España la eliminación de la letra eñe de nuestro alfabeto, y peor aún, sólo por consideraciones de comodidad comercial. Los autores de semejante abuso y de tamaña arrogancia deberían saber que la eñe no es una antigualla arqueológica, sino todo lo contrario: un salto cultural de una lengua romance que dejó atrás a las otras al expresar con una sola letra un sonido que en otras lenguas romances sigue expresándose todavía con dos letras. Por consiguiente, lo lógico no es que España tenga que renunciar a nada menos que a una de las letras de su propio nombre, sino que otras lenguas del paraíso europeo se modernicen con la adopción de la eñe”. Cantabria presume a diario de incorporar en su toponimia numerosas localidades que tiene la letra “ñ” dentro. Entre sus localidades, Cobeña, cerca de Potes, muy cerca de Lebeña, sin olvidar a Oreña.

Otra razón importante para justificar esta singladura literaria es descubrir a fondo el motivo de por qué está tan unida Cantabria con Andalucía y, concretamente, con mi ciudad natal, Sevilla. El escudo oficial, aprobado por la Ley 9, de 22 de diciembre de 1984, del Escudo de la Comunidad Autónoma de Cantabria, según normas heráldicas, muy controvertidas en la actualidad por la defensa de la identidad de la Comunidad a través del lábaro cántabro, recoge en su primer cuartel “la común tradición del emblema de la conquista de Sevilla, símbolo de ocho siglos de la actividad mejor definidora de la Cantabria marítima”. Asimismo, en la norma reguladora se expone que “El escudo de Cantabria es de forma cuadrilonga, con la punta redondeada de estilo español y el campo cortado. En campo de azur, torre de oro almenada y mazonada, aclarada de azur, diestrada de una nave natural que con la proa ha roto una cadena que va desde la torre al flanco derecho del escudo. En punta, ondas de mar de plata y azur”. En definitiva, la torre almenada representa la Torre del Oro, con una nave que rompe una cadena, reproduciendo el emblema de la conquista de Sevilla por marinos cántabros al servicio del rey Fernando III de Castilla en 1248. Simboliza la gesta militar llevada a cabo el 3 de agosto de ese año por la armada de la Hermandad de las Cuatro Villas al mando del almirante Ramón de Bonifaz, cuyas naves lograron romper la gruesa cadena que cerraba el paso por el río Guadalquivir y que dejó expedita la incursión al resto de la flota cristiana en busca ya del puente de barcas que unía Sevilla y Triana, que también se fracturó ese mismo día”.​ Tengo que decir que me interesaba conocer a fondo esa historia, porque mi apellido estaba en juego, sabiendo hoy como sé, después de mi investigación, que ese rey de Castilla fue el que conquistó también Córdoba en 1235, hecho en el que hubo un protagonista destacado, Álvaro Colodro, natural de Cobeña (en Madrid, en la actualidad), la localidad homónima a la de Cantabria, en proceso también de estudio y que me ha llevado a confirmar la hipótesis de que descendientes de Álvaro Colodro de Cobeña se asentaron por regalías en la provincia de Córdoba, a partir del siglo XIII y concretamente en Cabra, a comienzos del siglo XVI, donde he documentado la existencia de mis antepasados, estando en proceso de obtención de datos anteriores de mi apellido allí en los siglos XIV y XV, emparentados con la familia Colodro y Colodrero.

La tercera razón estaba vinculada con Castro Urdiales porque quería estar cerca de Ataúlfo Argenta, director de orquesta natural de aquella tierra y al que admiro desde mi infancia, recordando todavía como si fuera ayer el día que conocí su fallecimiento cerca de Madrid, ciudad en la que yo vivía en aquellos años de mi infancia. Le he seguido de cerca durante muchos años y todavía resuena en mi alma de secreto la Romanza de Salvador Bacarisse, el segundo movimiento de su preciosa obra Concertino en La menor, que tuvo el valor de dirigir el día de su estreno en París, en 1953, en plena dictadura. Se lo agradecí personalmente al pie de su estatua.

En este contexto, inicié mi incursión de leyenda en una pequeña localidad, Limpias, en la zona oriental de la Comunidad Cántabra. Probablemente, con el sentir de un soneto de José Hierro, Alegría, porque amaba a Santander aunque no fue su cuna, pero si su dolor eterno por ideología.

Llegué por el dolor a la alegría.
Supe por el dolor que el alma existe.
Por el dolor, allá en mi reino triste,
un misterioso sol amanecía.

Era la alegría la mañana fría
y el viento loco y cálido que embiste.
(Alma que verdes primaveras viste
maravillosamente se rompía.)

Así la siento más. Al cielo apunto
y me responde cuando le pregunto
con dolor tras dolor para mi herida.

Y mientras se ilumina mi cabeza
ruego por el que he sido en la tristeza
a las divinidades de la vida.

La imagen de cabecera simboliza algo que me ha interesado descubrir leyendo a Cantabria: el hombre pez, en Liérganes y el escudo oficial de Cantabria, dos realidades que unen Andalucía con Cantabria, cada una en su tiempo y en su momento, Cádiz y Sevilla, respectivamente. También, un manantial de Limpias, presidido por el Lábaro Cántabro, que se reivindica desde hace tiempo como la identidad real de esta Comunidad. Tres realidades que tienen una “leyenda” dentro. Sobre todo, una “acción de leer”, digna y en su sentido primigenio, de una tierra preciosa.

NOTA: las imágenes han sido tomadas por el autor.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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