Sevilla, 26/XII/2022
Dedicado a Joan Manuel Serrat, a quien tanto debo.
Cuando el viernes pasado se despedía Joan Manuel Serrat de los escenarios, algo que siento aunque sé que él nos quedará para siempre en nuestra alma de secreto, formando parte indeleble de la banda sonora de nuestras vidas, comenzaron a sonar en mi cerebro, como por ensalmo, las canciones suyas que me han marcado a lo largo de muchos años, reconociendo que me ha pasado algo similar a cuando deseo contar las estrellas del firmamento, porque siempre me dejo alguna atrás. De todas formas, no sé la razón profunda de mi memoria de hipocampo en ese momento crucial, pero de pronto empecé a recordar golpe a golpe, verso a verso, como diría Antonio Machado, una de sus hermosas canciones, Sinceramente tuyo, de su álbum Cada loco con su tema (1983), formando parte de una declaración del cantor a modo de principios, que susurré de corrido, en voz queda, como si tuviera una necesidad imperiosa y vital de recordarla y proclamarla a los cuatro vientos y sin respiro:
No escojas sólo una parte, tómame como me doy, entero y tal como soy, no vayas a equivocarte. Soy sinceramente tuyo, pero no quiero, mi amor, ir de visita por tu vida vestido para la ocasión. Preferiría con el tiempo reconocerme sin rubor. Cuéntale a tu corazón que existe siempre una razón escondida en cada gesto. Del derecho y del revés uno sólo es lo que es y anda siempre con lo puesto. Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. Y no es prudente ir camuflado eternamente por ahí ni por estar junto a ti ni para ir a ningún lado. No me pidas que no piense en voz alta por mi bien, ni que me suba a un taburete si quieres, probaré a crecer. Es insufrible ver que lloras y yo no tengo nada que hacer. Cuéntale a tu corazón que existe siempre una razón escondida en cada gesto. Del derecho y del revés, uno sólo es lo que es y anda siempre con lo puesto. Nunca es triste la verdad lo que no tiene es remedio.
Apeando la canción de géneros y tratamientos personales, es decir, salvando lo que haya que salvar, descubro de nuevo que su hilo conductor es un verso atribuido a Antonio Machado, del que no localizo su autoría, pero impecable como él, Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio, que es una de las mejores declaraciones de principios de esta realidad que nos mueve y conmueve, la verdad verdadera, aunque Machado lo explicó muy bien en un proverbio inolvidable: La verdad es lo que es, y sigue siendo la verdad aunque se piense al revés.
En este contexto recuerdo que los atenienses contemporáneos de Platón corrían todos los días hacia el areópago, ávidos siempre de la última noticia, aunque tenían un principio de confianza, envidiable hoy, que consistía en que sabían a ciencia cierta que todo lo que allí se anunciaba y comentaba era verdad (alétheia, en estado puro). Habían aprendido de Parménides, a distinguir la verdad de la simple opinión. Recuerdo esta lección histórica y de corte presocrático en los momentos actuales, en los que cualquier noticia se propaga de forma viral, aunque sea el mayor de los bulos o la mayor de las mentiras jamás contada, algo extensible a todos los órdenes de la vida, personales, familiares, profesionales y sociales. Basta que se programe en los robots de Facebook o Twitter el seguimiento jerárquico de determinadas tendencias en rabioso tiempo real, trending topics, para convertirlas en el mantra de credibilidad mundial para un mundo descreído, que se manifiesta incluso en muy pocos caracteres y que pueden hundir el mundo si seguimos por estos derroteros, incluso nuestras vidas, en lo más íntimo de nuestra propia intimidad, en cualquier relación personal sin ir más lejos, como la que narra Serrat en su canción, por ejemplo.
Atravesamos momentos de desconcierto mundial, verdaderamente lamentables, porque quienes propagan estas noticias, a diferencia de los atenienses en el areópago, están convencidos de antemano que poseen la verdad absoluta desde su móvil inteligente y les importa un bledo otro gran aserto de Machado sobre la búsqueda ávida de la misma en el areópago de la vida: ¿Tú verdad? No, la verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela. No digamos el de Parménides: Es justo que lo aprendas todo, tanto el corazón imperturbable de la persuasiva verdad como las opiniones de los mortales, en las cuales no hay creencia verdadera (Sobre la Naturaleza).
Esta es la razón de por qué con la letra de una canción de Serrat ejemplifico el agradecimiento personal como ciudadano de a pie en un mundo al revés, a su obra íntegra basada en la verdad de su canto, porque él debía hacerlo frente a otros cantantes que solo pueden llevarlo a cabo, porque no es lo mismo poder que deber, dado que su canto tampoco es inocente. Entre poder y deber está la cuestión y Serrat siempre lo tuvo claro. Gracias por habernos dado tanto, por habernos enseñado a comprender que del derecho y del revés uno sólo es lo que es y anda siempre con lo puesto. Nunca es triste la verdad, porque lo que no tiene es remedio.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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