
Obra, sin título, de Brahim Jebari, Asilah (Marruecos), 1976 / JA COBEÑA
Hay hombres y [mujeres] que luchan un día y son buenos, otros [y otras] luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero están los [hombres y mujeres] que luchan toda la vida, y esos son los imprescindibles.
Adaptado de un texto de Bertolt Brecht en Elogio a los combatientes
Sevilla, 9/III/2023
Hace cuarenta y seis años viajé a Tánger para visitar a una persona entrañable, generosa por encima de todo, Brahim Jebari (Asilah, 1945-1979), un pintor humilde que figura en mi imaginario de personas imprescindibles según Bertolt Brecht, porque él, desde su modesta escuela de pintura, una habitación en la medina, sin ventanas, enseñaba a los niños y niñas de Asilah la belleza de la vida. Las conversaciones con él eran muy profundas y muestra de ello fueron dos regalos que me hizo en aquél viaje de mayo de 1976, en el que pude pasar una tarde con él y con los amigos con los que hice aquella travesía del Estrecho, también una travesía de vida.
El primero, que conservo como oro en paño, es una tarjeta en la que me escribió un mensaje en árabe, que no ha sido fácil traducir y que agradezco en su justo sentido, pero que se puede resumir completo en su primera frase, porque sé que para él la vida era bella y lo que intentaba transmitir era su perspectiva de la belleza en cada acto humano: ¡Señor, para eso fui creado, la belleza es una tentación que me aflige! El segundo regalo fue una obra que terminó en mi presencia, la que figura en la cabecera de este artículo, sin título, que la realizó en su totalidad con el canto de la mano, haciendo curvas, abanicos y caracolas casi imposibles. Quise pagársela de alguna forma, pero no quería nada a cambio, no confundía valor con precio, sólo que volviera a visitarlo en aquél rincón mágico para seguir hablando de la belleza de la vida. Siempre me ha acompañado en los diferentes viajes de mi vida y, en la actualidad, preside un lugar amable donde vivo, que me permite verlo y recordarlo a diario.

Imagen tomada de Brahim Jebari, pintor de Asilah, Marruecos, junto a los billetes de mi viaje de ida y vuelta a ese lugar entrañable, en 1976.
Después, fuimos a una playa cercana a contemplar en silencio el mar, su mar. Volvimos a Tánger, a España, y nunca más volví a verlo, para hablar con él y seguir aprendiendo valores que siempre he necesitado reforzar en encuentros humanos. Unos años después, supe que había muerto en un acto libre, como tantos otros de su vida. Le debía este pequeño homenaje y encontré en la Noosfera, no hace mucho tiempo, un vídeo que resume con profundo respeto su obra y la síntesis de su vida en las palabras finales: “Nació en Asilah en 1945 y falleció en ella en 1979. Vivía en una minúscula habitación sin ventana al lado del cementerio antiguo de la medina. Sus obras de marinas, paisajes y calles de la medina estaban llenas de simbolismo y luz, todo provenía de su imaginación. Su casa era la medina por donde iba en pijama y fuera de ella siempre con traje y corbata. Su generosidad siempre fue conocida. La fuerza de su pintura siempre estará con nosotros”.
Te lo debía, Brahim. Con mi agradecimiento profundo, tantos años después, porque me ayudaste a comprender la belleza de la vida en momentos en los que era una persona en la encrucijada, la que analizó con gran belleza de palabras José Ferrater Mora, filósofo al que conocí hace ya muchos años y estudié en profundidad, cuando en un libro precioso, que aprecio mucho en mi clínica del alma, mi biblioteca, El hombre en la encrucijada, manifestó algo muy importante para resolver el enigma de vivir con creencias. Él decía que necesitamos tener creencias, que no podemos vivir sin ellas, y a lo largo de las páginas de su tesis existencial demuestra que el mundo ha evolucionado hacia adelante gracias a que nuestros antepasados y muchas personas contemporáneas han tenido y tienen creencias en cuatro ámbitos, juntas o por separado da igual, de una forma u otra, da igual, pero siempre relacionadas con las Personas, la Naturaleza, Dios/dioses o la Sociedad. Así durante muchos siglos. Nos necesitamos y juntos podemos hacer camino al andar. Puede ser una buena forma de encontrarnos cara a cara con el niño o niña que fuimos y que nunca debimos abandonar para resolver el enigma de vivir dignamente. O con aquél joven de Sevilla que descubrió en Asilah, en 1976, una persona imprescindible, Brahim Jebari, que amaba la belleza sobre todas las cosas, porque creía en ella y sabía que estaba en las Personas, la Naturaleza, en Dios/o dioses y en la sociedad, que pintaba con sus manos para cada después humano de aquella medina, en la que vivía humildemente y con aflicción.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
UCRANIA, ¡Paz y Libertad!
Debe estar conectado para enviar un comentario.