Mujer: género y vida

Hasta aquí hemos llegado con tres situaciones diferentes de violencia de género: mujeres apalizadas (así se escribió), apaleadas y acuchilladas. El hombre fue detenido, en un pueblo de Sevilla, tras el ataque en este último caso, cerrándose la noticia cotidiana con la siguiente estadística: “con estas dos muertes, el número de víctimas en lo que va de año por la violencia machista se eleva a 12”.

Y surge la eterna pregunta: ¿qué puedo hacer yo ante esta realidad inexorable?, si eso es cosa de la justicia y de la policía, si nosotros no podemos hacer nada, si eso ha pasado siempre, sin son secretos de alcoba; además, si te metes, sales trasquilado…

No estoy de acuerdo con esa tranquilidad existencial. Sé que en este siglo de ausencia de valores, donde millones de personas están más interesadas en ver, oír y callar ante la violencia de género con intermediación generosa de entornos mediáticos (prensa, radio y televisión), por ejemplo, sobre la presunta “esquizofrenia paranoide” (utilización malvada de diagnósticos virtuales) de Raquel Mosquera, con declaración de su patología “interpretada” a los cuatro vientos, donde se explica con una crueldad maquiavélica que “ya se veía venir” y donde hasta los amigos tienen la oportunidad de vislumbrar la auténtica tragedia de una mujer “pública”, no es de extrañar que se oigan con total frialdad las doce noticias de muerte de mujeres a manos de sus parejas y sigamos desayunando o cenando como si no pasara nada. O lo compartamos, a lo sumo, en la barra del bar o mesa de trabajo, con compañeros, con comentarios jocosos y soeces sobre el “merecido” de determinadas mujeres.

Hasta aquí hemos llegado. Por mi parte voy a comprometerme a escribir en este cuaderno de bitácora (blog) con carácter continuado de compromiso, para hacer visible que aún es posible cambiar la situación, transformándola a través de las pequeñas cosas.

Pasen y vean.

Lunes cualquiera de una semana real, no imaginaria. Trabajo en sede pública, con funcionarios reales. Compromiso personal en la Administración. Delante de mí no voy a permitir ninguna licencia de mal gusto sobre el mal trato a la mujer, por lo que ocurrió ayer. Ni los chistes insultantes para su esencia y formas como persona. Ni la vejación por su tradicional preocupación por los hijos. Ni la falta de comprensión hacia su tiempo familiar, robándole minutos de su prisa justificada por volver a casa a estar con sus hijos, ni hacia su hora de lactancia. Las escucharé atentamente, las ayudaré a crecer como si fuera yo mismo, sin discriminación. No me reiré de la discriminación positiva en responsabilidades públicas, porque de otra forma estaremos perdiendo oportunidades de ser juntos. No utilizaré almanaques insultantes hacia la mujer. No pasaré por Internet y correo electrónico chistes y consideraciones impresentables sobre la mujer. No las gritaré. No repetiré la doble personalidad: vicios privados, públicas virtudes… No volveré a decir que “hablan como cotorras”. Y, por supuesto, ayudaré a desterrar del vocabulario machista aprendido en la infancia, expresiones tales como: mujer tenía que ser, de qué te quejas si no te falta de nada, más pueden dos tetas que dos carretas ó detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer (y después, su esposa, como diría Groucho Marx).

Por aquí podemos empezar. Luego vienen todos los días de la semana, el tedio y aburrimiento. Los fines de semana, donde hombres y mujeres nos vemos las caras. La realidad de los niños pequeños que nos exigen esfuerzos redoblados de compenetración y solidaridad con el tiempo ocupado y/ó libre para ser y/ó, desgraciadamente, solo tener. Las vacaciones, época muy triste para mujeres solas.

Podríamos formar, por tanto, una célula de arranque, bajo la denominación de “género y vida”, con carácter virtual, en la red, del que formáramos parte aquellas personas que creemos en el proyecto de que la mujer es una realidad de persona en el mundo sin más diferencia que las meramente anatómicas y fisiológicas que, por cierto, es patrimonio universal de cualquier ser inteligente. Posiblemente, llegará el día, como decía Saramago en el acto de nombramiento como hijo adoptivo de Granada, el pasado 3 de febrero, en el que las mujeres aplaudirán desde las aceras una manifestación de hombres -y solo hombres- proclamando la nueva realidad de las mujeres libres de la esclavitud ética, psíquica y social del machismo ibérico, demostrada por una violencia de género que suma y sigue como si no pasara nada en el cálculo de la muerte.

Y, perdonen, tal como escribía hace unos meses en la actitud rebelde frente a la oportunidad de ser más, con el ejercicio del voto, llegamos al final. Yo no quiero callarme, como aquellos lugareños (al final de la “Lengua de las mariposas”), presa del terror de la indecencia, ante la cordada. Tengo prisa, porque se agotan los billetes de los autobuses de la utopía de “género y vida” para la mujer, que salen de la estación de Andalucía.

Sevilla, 5/II/06

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