Con esta quinta entrega de la serie «Periódicas», Un profeta para una pintada y La locura de Ivrea, cierro una etapa de colaboraciones en prensa periódica durante los albores de la transición. Espero que los lectores habituales de estas páginas hayan contextualizado lo que se sintió y escribió en una determinada época. Si sirve para construir en reconciliación, lo doy por bien escrito y aplicado a los tiempos que corren. Me preocupaba, de verdad, que hubieran perdido frescura, dado el tiempo transcurrido. En cualquier caso, gracias por haberme acompañado a cruzar un río que ha cambiado, pero que todavía tiene tramos no navegables… En esas orillas de espera nos encontraremos de nuevo.
Sevilla, 19/II/2006