Verás. Quiero presentarte a Mario Kogan, una persona muy interesante que me enseñó un día cercano a confiar en el trabajo en equipo y encontrar sentido al trabajo diario, para salir de la rutina e ilusionarme con ser existiendo. Vengo escuchando últimamente muchas frases sobre las crisis existenciales que nos agotan en la vida ordinaria. Amigas y amigos, compañeras y compañeros en el trabajo y en la salida de las tardes del fin de semana, que no de la cabalgata radiofónica de mi niñez rediviva, que quieren compartir una realidad alarmante: no saben cómo ser felices en el día a día, agotados por la carrera desenfrenada para tener más: dinero, segundas y terceras residencias, automóviles todo terreno (no para la vida), viajes a ninguna parte, cenas sin deseo que finalicen a la hora acostumbrada, porque después ¿qué?, llamadas de desahogo, ¡anda, vente para acá y hablamos un rato!, televisión nocturna desconcertante donde los únicos que disfrutan, con seguridad, son las empresas anunciadas en las pausas del desasosiego (solo van a ser 58 segundos, dicen…), etcétera.
Ante este panorama incomparable que nos rodea, encontré el martes, en mi cuaderno de espiral con etiqueta de fábrica “Guerrero” (?), de Unipapel, las notas que tomé en el encuentro personal con Kogan en octubre de 2003. Me pareció sorprendente. Lo asimilé a la aventura de vivir, un estímulo para lo cotidiano, salvando los grandes principios que nos comunicó. En definitiva, era una forma de experimentar la levedad del ser, unida al deseo de acometer la gran empresa de vivir. Entre las notas tomadas a lápiz, mientras Mario narraba su aventura en la embarcación “Le Refren II”, en la travesía Lanzarote-Santa Lucía (país del mar Caribe), me fijé en las siguientes, que te ofrezco como visión a compartir:
– En la vida es importante contar con un proyecto: personal, familiar y laboral, donde siempre van a tener su sitio los principios de planificación y cooperación.
– Hay que convencerse de que cada uno en sí mismo no puede ser un navegante solitario. – Hay que cambiar y darse cuenta que debemos valorar lo que nos rodea y hacerlo desde una perspectiva positiva: por ejemplo, descubrir si mis compañeros son eficaces, están motivados, sabiendo que la relación humana “es el filo cortante de la existencia” (Paul Tillich) y que siempre me voy a desenvolver entre las actividades de proceso vital y de relación.
– El trabajo en equipo y la vida familiar y laboral conlleva, por definición, tareas repartidas, es decir, hay que asumir que tenemos que desempeñar roles muy claros, a través de una serie de principios inalienables:
+ En todo grupo debe existir alguien que ejerza el papel de coordinador: padre, madre, directivo ó responsable. Entrenador, en definitiva, para vivir.
+ Hay que asumir la diferencia clara de tareas, responsabilidades y plazos para ejecutarlas (¿vivirlas?).
+ Se debe planificar la existencia: hay que saber siempre dónde se quiere ir. Si no es así, corremos el peligro de perdernos.
+ Se debe medir (valorar) lo que hacemos. Es una buena reflexión no cometer el error del necio: confundir valor y precio. La obsesión por lo que cuesta todo se diluye cuando entendemos que la felicidad no tiene precio, pero ¡cuesta tanto conseguirla!.
+ Al vivir instalados en la incertidumbre continua, debemos aprender a ser gestores de riesgos, en sentido positivo, es decir, a saber adelantarnos a los riesgos antecedentes (porque sabemos que ocurrirán, no nos engañemos), antes que estar apagando fuegos continuamente, en una actitud entregada a los riesgos consecuentes, en el a posteriori existencial que tanto nos consume (por lo del fuego…). Hay que distinguir esta actitud de la de la gestión del sobresalto, tan común cuando no existe planificación.
+ Siempre hay que estar atentos a la creatividad.
+ Hay que abrochar esta forma de ser en el mundo potenciando en nuestro entorno la cooperación frente a la competencia.
Cuando comenzamos a navegar en la vida con esta actitud, se descubren muchas cosas. Por ejemplo, la necesidad del trabajo en equipo (hasta en la familia) y que siempre podemos y debemos corregir el rumbo elegido (no pasa nada por asumir errores). Hay que descubrir también una realidad irrefutable: la experiencia es maestra de la vida y se tiene que asumir que van a surgir inconvenientes en todo lo que hacemos. Finalmente, es interesante saber que podemos iniciar varios viajes a alguna parte. La experiencia dice que puede hacerse.
Te invito a que elijas hoy un rumbo, tres acciones concretas y tres tripulantes para iniciar una navegación que te entusiasme. Después analiza lo ocurrido. Seguro que te alegrará saber que existen muchos compañeros de viaje, anónimos, que permiten que el mundo sea más feliz para algunos. Si te gusta la experiencia, sabes que debes dar las gracias a Mario Kogan. Te lo presentaba al comienzo de este artículo y para conocerlo mejor puedes entrar en una página web que te servirá para centrar bien lo que te he comentado (www.colawhaler.com). ¿Has visto, que interesante?. Gracias.
Una última recomendación. Saramago publicó hace unos años un cuento que tiene que ver bastante con cuestiones de navegación en la vida. Su título es “El cuento de la isla desconocida”. Es una auténtica joya, sobre todo para los que una vez leído eligen llamar y entrar en el palacio del “rey” por la puerta de las peticiones y salir acompañado por la de las decisiones, como te propongo. Navegar, después, depende de la carta náutica que elijas en la vida y del cuaderno de bitácora que escriba cada uno. Te aseguro que es una experiencia de fábula y que no estás sola ó solo para iniciar esta aventura.
Sevilla, 7/III/2006