Si Beethoven levantara la cabeza

El 4 de noviembre de 2015 tuvo lugar en Hamburgo una experiencia extraordinaria en torno a un nuevo concepto, spaxel (palabra formada por space -espacio- y pixel), a modo de 3D, acuñado por Horst Hörtner, director senior del Ars Electronic Future Lab, aplicado a distintos campos como la arquitectura, el diseño, exhibiciones interactivas o la realidad virtual: “¿Quién dice que no será posible en unos pocos años construir spaxels del tamaño de los píxeles que hoy vemos en los monitores de nuestros ordenadores? Y, si asumimos que será así, ¿quién preferiría sentarse frente a una pantalla plana si puede salir y ver imágenes tridimensionales e interactuar con ellas”.

La experiencia consistió en que al mismo tiempo que se tocaba la 5ª Sinfonía de Beethoven, cien drones lanzaban luces radiantes mediante leds instalados en ellos, dibujando en el cielo de Hamburgo imágenes que daban corporeidad a las notas sinfónicas mediante una coreografía digital jamás soñada.

Es inteligencia digital en estado puro, entendida como la habilidad artística para expresar sentimientos y emociones mediante las tecnologías de la información y comunicación más avanzadas. Comprenderíamos la gran meta de Hörtner con estas experiencias: “conseguir que el arte nos ayude a entender la ciencia y la tecnología que nos rodea” (1).

CARRIL BICI FLUORESCENTE

El primer carril bici fluorescente del mundo, en Nuenen. El cielo estrellado de Van Gogh sobre el asfalto.

Esta experiencia me ha recordado la unión de tecnología y arte sobre la que escribí en un post dedicado a Van Gogh el año pasado, cuando comentaba un cuadro pintado por él al que tengo un gran aprecio, La cosecha, sobre el que el gran maestro opinaba que «En la llanura de la Crau, en Arlés, donde está situada su pintura, “no hay nada más que… infinitud y… eternidad”.

He comprendido bien el mensaje del pintor y su rareza en un mundo diseñado a veces por el enemigo, así como el de Beethoven y Hörtner. Mundo infinito y eterno, para hacerlo más habitable y humano a través del arte. Es lo que en el fondo y forma quise pintar siempre o quiero tocar ahora en el piano, incluso con palabras, recorriendo virtualmente un carril-bici en su pueblo adoptivo, en un homenaje diario de sus paisanos que simboliza el cielo estrellado al que Van Gogh tanto quiso. O quedarnos asombrados ante el cielo iluminado por cien drones sobre el que Beethoven nos diría, al igual que en el cuento de Monterroso, que al despertar en el siglo XXI su sinfonía todavía estaba allí.

Sevilla, 11/III/2016

(1) http://one.elpais.com/una-espectacular-coreografia-de-100-drones-ilumina-el-cielo-con-musica-de-beethoven/

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