La pareja presidencial eligió el pasado viernes la canción My way, una versión adaptada de la canción Comme d´habitude, de Claude François, con letra de Paul Anka (no la original francesa) e interpretada de forma mítica por Frank Sinatra, en el primer baile de gala como broche final de la ceremonia oficial del juramento de Donald Trump como 45º presidente de los Estados Unidos de América. Es una premonición de lo que puede ser su estilo presidencial, su manera de gobernar, a tenor de la estela que ha dejado en la campaña electoral de infeliz recuerdo por su falta de respeto a las mujeres, las minorías, los inmigrantes y los derechos civiles.
Ayer supimos que la web de la Casa Blanca ya no ofrecerá su información oficial en español, como un paso más de integrismo nacionalista americano y desprecio a la comunidad hispanohablante que vive en Estados Unidos y fuera de su territorio. Es un ejemplo flagrante de cómo va a implantar desde el primer día de mandato presidencial su manera de integrar a quienes no piensan ni viven como él. Mal presagio, si atendemos sus exabruptos diarios, firmas de decretos para desmantelar proyectos tan emblemáticos como Obamacare y la amenaza constante hacia quienes ha señalado con el dedo del imperio que ahora está en sus manos, en su manera de hacer política. También, ha retirado el busto de Luther King en el despacho oval del sitio que ocupaba hasta ahora, incorporando uno de Winston Churchill. Siguiendo la tradición de cambios, también ha redecorado esa estancia para recuperar el color dorado de sus cortinas habituales en la Trump Tower. Todo un símbolo.
He repasado mentalmente dos estrofas de la canción My way, por si podía entrever algún significado al ser elegida en un momento tan especial. La primera, porque también es premonitoria, a su manera: El final, se acerca ya, / lo esperaré, serenamente, / ya ves, que yo he sido así, / te lo diré, sinceramente, / viví, la inmensidad, / sin conocer, jamás fronteras / y bien, sin descansar, y a mi manera. La segunda, porque sé que la llevará a rajatabla, también con sus maneras: Porque sabrás, que un hombre al fin, / lo conocerás por su vivir, / no hay por qué hablar, ni que decir, / ni que llorar ni que fingir, / puedo seguir, hasta el final, / a mi manera.
He buscado la canción original que inspiró la versión actual de Sinatra en la banda sonora de mi vida y recupero la letra que me ha sonado siempre en un francés parisino, con la traducción que a duras penas hice en mis años de Bachillerato, porque Claude François me susurraba el comportamiento ante la persona que amaba en la adolescencia castellana, como amor no correspondido o como sueños no alcanzados: Como siempre, / todo el día / trataré de disimular. / Como siempre, / sonreiré. / Como siempre, / incluso me reiré, / como siempre. / En fin, viviré el día, / como siempre.
Sinceramente, me sigue pareciendo mucho más interesante esta vivencia llena de contrapuntos humanos que contemplar un baile sobre una canción que deja bien claras, metafóricamente, las maneras de Trump. A pesar de Sinatra.
Sevilla, 23/I/2016