Carmen de Burgos, en Mujeres en la historia (RTVE)
Pero como toda idea de superioridad en sentido genérico es absurda, hay que convenir en que los dos sexos pueden ser completamente iguales
Carmen de Burgos Colombine (1867-1932)
Tengo que confesar que no conocía la intrahistoria de esta expresión tan interiorizada desde pequeño en mis vivencias de Madrid, porque lo único que asimilé es que no era un modelo a seguir, denostado y maltratado en el lenguaje familiar ordinario. Si quería ser alguien en la vida, el modelo no era desde luego el de “Periquillo” [sic], el de los palotes, que con desdén se ridiculizaba al máximo en el tratamiento con diminutivo para escarnio completo y sin fisuras de su protagonista.
Cuento lo anterior porque me ha sorprendido conocer la verdadera historia de esta expresión, referida al apodo (nunca ocultó su identidad, como gran lección para estos tiempos modernos) que utilizaba Carmen de Burgos, más conocida como “Colombine” (vinculado quizá con el personaje femenino de mayor presencia en la Commedia dell’Arte), a la que se ha catalogado como primera mujer que ejerció funciones de corresponsal de guerra. Una vez más y tras la Segunda República, “quedó enterrada, silenciada, desaparecida y todos los sinónimos posibles de una manera muy eficaz por quienes cumplieron esa misión: la de borrar la figura, la obra y el legado de una de las escritoras más importantes del primer tercio del siglo XX, primera redactora en plantilla de un periódico (hoy casi totalmente desconocida en las redacciones) y la primera mujer española corresponsal de guerra” (1).
Me ha sobrecogido conocer su trayectoria vital porque, como mujer de la época de autos, no tuvo que ser fácil ejercer sus inquietudes profesionales. Además, andaluza por más señas, nacida en Rodalquilar (Almería). Con motivo del 150 aniversario de su nacimiento, se van a publicar dos tomos de la obra periodística de Colombine, en los que ha reunido unos 300 textos, gracias al trabajo que ha realizado durante muchos años Concepción Núñez Rey, profesora jubilada que trabajó en el departamento de Filología Española III de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. ha dedicado su vida a Colombine. Se decía de ella el año pasado que era “cabalmente moderna”: “Cierto que Carmen -como escritora de éxito en la belle époque- tuvo un salón literario (los comentados «miércoles de Colombine») y jugó algo a la mundanidad, que entendió como esencialmente europea, sin desentenderse jamás de lo que llamaríamos su fuerte veta social. Casada con un periodista almeriense que la maltrataba y al que abandonó, madre de varios hijos que murieron muy niños (sólo una hija sobrevivió y acompañó a su madre), en 1900 Carmen llegó a Madrid -con plaza de maestra en Guadalajara- dispuesta a esa vida literaria a que he aludido y con el triste bagaje de saber en carne propia dónde estaba la mujer española de su tiempo. Entró con éxito en el periodismo combativo, de talante liberal y republicano, aunque no extremista. Y en 1909 cuando comienza su sonado y largo romance con Ramón Gómez de la Serna (11 años menor) era ya autora de obras literarias y periodísticas de bastante eco y polémica: El divorcio en España (1904), Por Europa (1906), relato de un viaje cultural de un año por los más avanzados países del continente, o Cuentos de Colombine (1908), que alcanzó a ser traducido a varios idiomas” (2).
Con este bagaje tan espectacular y sobrecogedor al mismo tiempo, lo verdaderamente sorprendente para mí ha sido identificarla por primera vez con el pseudónimo de Perico el de los palotes, hecho que ocurrió entre 1917 y 1922, y que utilizaba en las reseñas literarias que escribía en el Heraldo de Madrid, periódico que en 1905 ya la había convertido en corresponsal en el extranjero. Es muy importante este matiz porque en momentos difíciles que vivió, escribiendo sobre la realidad del divorcio en España y que dio luz en un libro premonitorio publicado en 1904, que llevaba por título El divorcio en España, nunca ocultó su identidad, firmando con nombre y apellido, cuestión que le complicó seriamente la vida.
Ha sido un encuentro feliz que me ha devuelto una explicación inteligente a una forma de hablar en la Castilla que conocí en los años cincuenta del siglo pasado, que suena muy lejos. A partir de ahora, pensaré dos veces la utilización de esta expresión, Perico el de los palotes, como homenaje póstumo a Carmen de Burgos Colombine, una vida apasionada y cabalmente moderna. Fundamentalmente, porque hoy ha resucitado en mí, porque ella esperaba hacerlo por la fuerza de un libro y de ideas progresistas que no habría podido escribir.
Sevilla, 11/XII/2017
(1) de las Heras Bretín, Rut (El País, 4 de diciembre de 2017). Perico el de los palotes era mujer.
(2) de Villena, Luis Antonio (El País, 14 de enero de 2006). Cabalmente moderna.
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