Ganarás la luz

FIL 2017

FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO – GUADALAJARA (MÉXICO), 2017

Hay dos Españas: la del soldado y la del poeta. La de la espada fratricida y la de la canción vagabunda. Hay dos Españas y una sola canción. Y esta es la canción del poeta vagabundo:

Soldado, tuya es la hacienda, / la casa, / el caballo / y la pistola. / Mía es la voz antigua de la tierra. / Tú te quedas con todo y me dejas desnudo y errante por el mundo… / Más yo te dejo mudo… ¡mudo! / Y ¿cómo vas a recoger el trigo / y a alimentar el fuego / si yo me llevo la canción?

León Felipe, Hay dos Españas, en Ganarás la luz, 1943

España está reconociendo estos días en México la acogida extraordinaria a los españoles del exilio generado por la guerra civil del siglo pasado, con ocasión de la celebración de la Feria Internacional del Libro 2017, tal y como nos lo ha recordado recientemente el periodista y escritor Juan Cruz en su microespacio radiofónico “Al revés y el derecho”, al citar a León Felipe en una expresión programática desde el exilio en su poemario autobiográfico “Ganarás la luz”, como leyenda emblemática, este año, de la citada Feria, en la que la ciudad de Madrid es la invitada de honor en representación de España.

Todos necesitamos ganar la luz. Este país lo necesita como programa de rearme ético en su sentido más primigenio, cuando entendemos la ética como suelo firme que justifica todos los actos humanos basados en valores. Es una referencia que tiene, por otra parte, muchos siglos de antigüedad, porque en el libro del Génesis ya aparece esta acción reservada a Dios: hágase la luz, y la luz se hizo (Gen. 1, 1-4). Así nos lo han trasmitido nuestros antepasados durante siglos de tradición oral y escrita.

He verificado esta cita, como antesala de algo que vino después y que para los creacionistas ha sido transcendental. He abierto el Primer Libro (el Génesis) en su capítulo I, versículo 31, para corroborar con la musicalidad del texto hebreo, en su escritura primigenia, que el relato de la creación dejaba muy claro desde el versículo 1 que lo mejor que había ocurrido en aquellos días mágicos fue la creación del ser humano, porque a diferencia de los cielos, la tierra, el agua y la luz (“hágase la luz”), que sólo eran buenos, en la del hombre y la mujer vio Dios que era muy bueno lo que había hecho. Un adverbio, «meod», que en hebreo significa “muy”, dejó claro para siempre que la existencia de los seres humanos justificaba por sí misma la creación del mundo, el evolucionismo o el punto alfa y omega de la vida. Son sólo creencias de siete días especiales, singulares, en los que había ocurrido algo muy bueno para la existencia humana, para cada uno con su cadaunada de luz humana que, cuando se basa en la ética que permite el reconocimiento de los derechos humanos, siempre gana.

Es lo que aprendí hace ya muchos años del fotógrafo brasileño Sebastião Salgado, a través de su proyecto “Génesis”, cuando explicaba de forma sobrecogedora y admirable por qué lo había iniciado: “¿Para qué? Para emular el ojo de Dios, pero ser fiel a Darwin, para dar testimonio de los orígenes de la vida intactos, para certificar que corre el agua, que la luz es ese manantial mágico que penetra como un pincel y muta las infinitas sugerencias en blanco y negro que Salgado nos muestra del mundo. Para experimentar pegado a la tierra y los caminos aquello que relatan los textos sagrados pero también seguir la estela de la evolución de las especies; para comprobar que los pingüinos se manifiestan; para comparar la huella con escamas de la iguana y el monumental caparazón de las tortugas en Galápagos; para explicar que los indígenas llevan en la piel tatuado el mapa de su comunión con la de los ríos y los bosques; y que los elefantes y los icebergs emulan fortalezas de hielo y piel; y que la geología diseña monumentos y que todavía quedan santuarios naturales a los que aferrarnos”.

Y ganaremos la luz. Solo los poetas y las personas dignas, vagabundas en un mundo que no nos gusta como está diseñado, probablemente por el enemigo. Como nos enseñó León Felipe sobre las dos Españas, al que México en estos días feriales le reconoce y agradece tanto.

Sevilla, 29/XI/2017

En el día de las maestras y de los maestros de este país

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Google me ha recordado hoy con su doodle, que se celebra el Día de los Maestros y de las Maestras. Representan una profesión extraordinariamente delicada y dedicada a la educación integral e integrada de los niños y niñas de este país, que tanto lo necesita. Estoy muy agradecido a esta bendita profesión, porque he tenido referentes de magisterio excelso a lo largo de mi vida. Afortunadamente, sigo atento a descubrir maestros y maestras de vida, porque existir…, existen.

En este cuaderno he dedicado varios homenajes a mi maestra de la infancia, Doña Antonia, que siempre fue para mí como una madre protectora en una infancia difícil marcada por la soledad. Era y será mi querida maestra, que siempre iba llenando de afectos y sabiduría infinita (como su paciencia) la sede de la inteligencia de cada niña, de cada niño. También, la mía. Todo, en sus bolsillos, se convertía siempre en caramelos de infinitos colores. Jugábamos juntos, niñas y niños, en el patio trasero, donde en los momentos de aventuras incontroladas, poníamos una escalera de madera apoyada en el muro medianero y nos asomábamos –atemorizados- para escudriñar los rollos de película de la productora que lindaba con el Colegio, tirados en aquel otro patio, de mala manera, a la búsqueda de recortes que nosotros montábamos en las aceras vecinas con títulos de crédito muy particulares, a modo de estrellas del celuloide madrileño.

Otro referente cercano en el tiempo ha sido uno de los maestros de mi hijo, con un nombre excelso por su encantadora sencillez, Pepe. Por esta razón, he recordado las palabras que escribí el día que supe que había fallecido, porque sentí que a partir de aquel día me faltaba tiempo público y privado para agradecerle todo lo que había enseñado a mi hijo Marcos. Hoy, deseo compartir aquellas palabras, porque simbolizaban el respeto reverencial que merece esta profesión. Sencillamente, gracias, Doña Antonia, Pepe, por vuestro ejemplo extraordinario como maestros de vida.

Sevilla, 27/XI/2017
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Pepe, el maestro

Me enteré hace unos días que Pepe, el maestro preferido de mi hijo, ha muerto. ¡Cuántas veces he recordado a Pepe, como a él le gustaba que le llamasen todos, con su cuerpo enjuto, unido a un cigarro interminable y hablando de su compromiso con los niños y niñas, en primer lugar, y con la sociedad en general! La última vez que hablé con él, me contó con la ilusión de un adolescente su interés por volver a dar clase en las zonas más deprimidas de Sevilla. Volver donde había encontrado la razón de ser como maestro, frente a la experiencia del discreto encanto de la burguesía y de la rivalidad manifiesta ante los licenciados y licenciadas del Instituto al que llevó, por primera vez, a sus alumnos de 12 años de la mano, que provenían del colegio público de la zona, entre los que se encontraba mi hijo, animándoles a encontrarse con una realidad social difícil, pero con el encanto de los que saben discernir en cada alumno la persona de secreto que lleva dentro y su necesaria inserción en el barrio de la vida. Aunque la procesión iba por dentro.

Pepe era un modelo a seguir por sus alumnos. Era respetado porque respetaba. Era querido porque quería. Sus alumnos y alumnas sabían distinguir perfectamente a su querido profesor frente a otros que solo cumplían el expediente como empleados públicos. Sin más. Pepe no era como los demás. En su moto de toda la vida dejaba escapar sonidos de arranque hacia el infinito mundo de la ilusión compartida y respetada. Y ellos lo veían y lo tocaban.

Me encantaba escuchar historias de Pepe, contadas por mi hijo y sus compañeros y amigos. De Pepe y Antonio, su inseparable compañero de aventuras docentes. Que si ha dicho que la libertad es importante, que si había pedido que todos se respetaran en sus diferencias sociales, al estudiar en un colegio público con proximidad a zonas deprimidas de la ciudad. Que si era necesario escribir en una revista del Colegio para fomentar la opinión compartida. Que si el cine y las visitas culturales, así como las excursiones, los hacían más responsables. Siempre insistían en que los conocía muy bien. Yo sabía que los hacía también felices y libres.

Por eso me ha dolido tanto la ausencia de Pepe. Habiendo sido compañero virtual en este viaje a alguna parte, en la fase en que nuestro hijo se asomaba a la dureza de la vida, subidos los dos a un tren del que saqué billete hace muchos años, creo que desde que era muy pequeño, siento que se bajara en una estación de la vida porque ya no era imprescindible, aunque sí necesario para nosotros. Cuando me despedí aquella mañana, cerca del espacio físico que había compartido con mi hijo, quise reiterarle el agradecimiento por ser una persona buena que seguía ilusionado con ofrecer su trabajo y tiempo libre a los más desheredados de la sociedad. También porque mi hijo había aprendido a ser bueno con él, en clases que no están en los manuales al uso.

Ha muerto un maestro necesario para la vida. No era imprescindible, es más, casi nadie se ha dado cuenta de su ausencia y no le ofrecerán homenajes y panegíricos, porque además no le gustaban. Pero en el día de Andalucía, creo que merece que le declaremos, desde la ética pública, hijo predilecto de una tierra que quizá solo supo agradecerle que fuera “su” maestro, en silencio sonoro, por el esfuerzo y trabajo diario y anónimo con las niñas y niños en un Polígono de San Pablo (Sevilla) que no está en los cielos…

Sevilla, 28/II/2006

La librera

Hubo un momento en mi vida, de cuyo año quiero hoy acordarme, en el que soñé con poner una librería. Fue un momento ave fénix que recuerdo siempre con especial cuidado en mi memoria de hipocampo. No lo hice porque surgió otro sueño de compromiso social que me deslumbró y que hoy agradezco también, aunque ya he comentado muchas veces en este blog que me reconcilié con la ilusión de aquél giro copernicano y libresco cuando me reconocí en Guido Orefice, el protagonista de La vida es bella, en las confidencias con su amigo Ferruccio, al comentarle que quería abrir una librería para ser feliz junto a otras dos razones de importancia extrema. Me ayudó a comprender también que la inteligencia es bella, cuando ayuda a resolver problemas del día a día. Guido Orefice o Roberto Benigni, tanto monta-monta tanto, el protagonista, explicaba bien cómo podíamos ser inteligentes al soñar en proyectos: poniendo (creando) una librería, leyendo a Schopenhauer por su canto a la voluntad como motor de la dialéctica permanente del bien y del mal en la vida y, por último, sabiendo distinguir el norte del sur, porque éste también existe. Además, porque cuidaba de forma impecable la amistad con su amigo Ferruccio, tapicero y poeta, hasta el último momento.

Traigo a colación esta reflexión porque ayer vi una película extraordinaria, La librería, dirigida por Isabel Coixet, que me trajo sentimientos y emociones muy gratas y llenas de recuerdos de aquel compromiso no cumplido. La experiencia de Florence, la librera, cumpliendo su sueño de abrir una librería, era luchar permanentemente y con coraje contra el enemigo enmascarado en personas que no soportan comprender que el mundo solo tiene interés cuando va hacia adelante. Mucho menos, si a alguien se le ocurre abordar iniciativas sobre placeres inútiles, como es leer y disfrutar con los libros queridos. Temen en el fondo que al leer se abra la inteligencia para comprender mejor qué significa ser y no tanto tener. En un momento de la película escuché una voz que recordaba algo esencial en la vida: la lectura es un alimento de primera necesidad.

La película me pareció impecable por la interpretación de los artistas invitados, su guion, escenarios, color, fotografía, mensajes explícitos y subliminales y, sobre todo, por sus silencios cuando solo hablaban las miradas y las manos, por ejemplo. Comprendí lo que un día no tuve la osadía de acometer como proyecto vital. Aunque también me di cuenta de que, a veces, hay que renunciar a determinados proyectos cuando los demás los hacen imposibles y embarcarse en la aventura de leer o navegar hacia islas desconocidas. La metáfora de Jose Saramago en su Cuento de la isla desconocida, es útil cuando ante el fenómeno de la hoja o pantalla en blanco, teniendo alguien la oportunidad de decir algo, esto sea diferente y sirva también para los demás. Es la única forma de abrir la Puerta del Compromiso, como nos recuerda el autor. Es lo que aprendí hace muchos años de Ítalo Calvino en su obra póstuma “Seis propuestas para el próximo milenio”: “…es un instante crucial, como cuando se empieza a escribir una novela… Es el instante de la elección: se nos ofrece la oportunidad de decirlo todo, de todos los modos posibles; y tenemos que llegar a decir algo, de una manera especial” (Ítalo Calvino, El arte de empezar y el arte de acabar).

Gracias, Isabel Coixet, por su coraje y por indicarnos cómo se llega a esta isla…, desconocida hasta hoy.

Sevilla, 26/XI/2017

Luz de gas y maltrato psicológico

En el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en el que se recuerda especialmente la lacra social de la violencia de género contra mujeres y niñas, quiero destacar un fenómeno conocido clínicamente como “hacer luz de gas”, cuyo origen se sitúa en la obra de teatro británica Gas Light, de 1938 (conocida como Angel Street, en Estados Unidos), así como por las adaptaciones que se llevaron al cine en 1940 y 1944. Esta última con el reclamo del papel estelar interpretado por Ingrid Bergman, que había asombrado al mundo con su aparición inolvidable en Casablanca. Trata la obra original de “un hombre que intenta convencer a su mujer de que está loca, manipulando pequeños objetos de su entorno e insistiendo constantemente en que ella está equivocada o que está padeciendo lagunas de memoria cada vez que ella menciona estos cambios. El término alude a las lámparas de gas (gas light) que el marido usa en el ático mientras busca el tesoro escondido. La mujer avista dichas luces, y él le insiste en que no son más que delirios” (1).

DIA INTERNACIONAL CONTRA VIOLENCIA MUJERES
http://www.un.org/es/events/endviolenceday/

Si dura es la realidad de la violencia de género llevada a extremos que estos días hemos conocido dolorosamente con estremecimiento personal y colectivo en este país, aplicar la “luz de gas” con la persona que compartes la vida, de forma abrumadora la del hombre sobre la mujer, estadísticamente hablando, es un camino de no retorno para aplicar el principio de realidad en situaciones de indefensión plena, porque su secreto está en negar lo que realmente está sucediendo en el entorno personal, familiar e incluso laboral de la persona afectada hasta su destrucción total de la persona de todos y la de secreto. Fundamentalmente, repito, sobre mujeres de este país, hasta hacerlas invisibles para todos, sobre todo para los que están más cerca de esta realidad de lo que parece y por sus silencios cómplices.

He leído recientemente un artículo, Luz de gas, el maltrato machista que nadie parece ver, que no deja indiferente a nadie. Recomiendo su atenta lectura porque de forma muy gráfica explica el sentido original y actual del fenómeno denominado “hacer luz de gas”, como una forma sutil de maltrato psicológico que arruina la vida de las mujeres que lo sufren.

La película del gran director George Cukor e interpretada por Ingrid Bergman, tradujo en este país, en 1944, la realidad del maltrato de mujeres en la década de los cuarenta del siglo pasado. La duda que flota en el aire es que Cukor podría volver a realizar otra película, un remake magistral de aquella (en lenguaje cinematográfico), donde cualquier parecido con la realidad no sería hoy, desgraciadamente, pura coincidencia. Porque sigue vivo casi un siglo después de aquella historia contada en el cine y porque todo no era Casablanca en este país.

Sevilla, 25/XI/2017, en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

(1) https://es.wikipedia.org/wiki/Hacer_luz_de_gas

¡Tócala, Sam!

En todo hay posverdad. El próximo domingo se cumplen setenta y cinco años del estreno mundial de una película de culto, Casablanca, que todavía hoy se sigue estimando, afortunadamente, en su fondo y forma cinematográficos. Siempre ha existido la posverdad, en el cine también, porque Ilsa (Ingrid Bergman) nunca pronunció la frase tal y como lo creemos y manifestamos siempre al recordar la escena del piano, “¡Tócala, otra vez Sam!”, ya que lo que dice realmente al pianista Sam (Dooley Wilson) es que toque una canción (As Time Goes By), «¡Tócala, Sam!», que le trae recuerdos de momentos especiales en París, cuando la escuchó por primera vez interpretada por el propio Sam.

Ha sido una película que nos ha dejado frases para la posteridad y que hoy vuelvo a recordarlas, entre otras de gran calado emocional, como un homenaje sencillo a esta maravillosa película:

  • Rick: “Siempre nos quedará París (No lo teníamos, lo habíamos perdido hasta que viniste a Casablanca, pero lo recuperamos anoche)”
  • Rick: “(Louis), presiento que este es el comienzo de una hermosa amistad”
  • “¿Y qué harás esta noche? -No hago planes con tanta antelación-”

Vuelvo a escuchar “Mientras pasa el tiempo” en la versión de Louis Amstrong, la canción que ordenan tocar en dos secuencias inolvidables de la película tanto Ilsa como Rick. Sobre todo, una estrofa especial:

Debes recordar esto
un beso es solo un beso, un suspiro es solo un suspiro.
Las cosas fundamentales suceden
mientras pasa el tiempo

Es verdad, porque setenta y cinco años han borrado el mensaje subliminal del imperio americano y su intervencionismo en los grandes conflictos del mundo, como hilo conductor de Casablanca, para dejarnos una frase confundida en el tiempo de la posverdad, que todavía nos sugiere que debemos escucharla, una y mil veces, en su estrofa preferida. Porque se demuestra que existen circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones y las creencias personales. Porque nunca existe “otra vez”, sino el tiempo que huye y no vuelve jamás, dejándonos solo la estela de los besos y suspiros que en un determinado momento fueron verdaderos.

Sevilla, 24/XI/2017

Cuando la música no es inocente

LECCION DE MUSICA
Fragmento de La lección de música (Vermeer)

Hoy se celebra el Día del Músico, con la imagen de Santa Cecilia como representación simbólica de esta efeméride, aunque tengo que reconocer que la música del santoral nunca me supo levantar. Quien sigue de cerca este cuaderno de inteligencia digital sabe que estoy comprometido con la música y su ideología concreta, tal y como expresé en un post escrito en 2015, Cuaderno en clave / 1. La ideología musical no es inocente, que iniciaba una serie y que reproduzco a continuación para que no lo olvide. He interrumpido brevemente mi ensayo de un Minueto de Bach, un músico especial, que estoy aprendiendo a tocar en el violín, para presentarlo de la mejor posible en la clase de esta tarde, dedicando con respeto reverencial unas palabras a esta celebración especial.

Es verdad que, en estos tiempos modernos de Chaplin (también difíciles), la música sigue siendo compañera en la alegría y medicina para el dolor (Musica laetitiae comes, medicina dolorum), como telón de fondo para los que nos acercamos a instrumentos tan completos como son el piano, el clave o el violín, como es mi caso. Aprendiendo a tocarlos con partituras no inocentes por su contexto de creación, tanto de Bach como de Mozart, que nos dejaron una forma diferente de interpretar la vida a través de su música, contexto que no olvido.

Sevilla, 22/XI/2017

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Cuaderno en clave / 1. La ideología musical no es inocente

Comienzo hoy una nueva serie de artículos siguiendo el hilo conductor de mi aprendizaje actual del arte de tocar el piano y el violín. Voy a recuperar en sus primeras hojas los artículos que he escrito durante estos diez años acerca de la música en sus diferentes contextos, con respeto reverencial a Mozart, porque me enseñó a cuidar como oro en paño el compromiso personal y profesional de forma muy activa a través de la música.

Hoy, vuelvo a publicar el post que escribí el pasado 9 de septiembre, porque simboliza muy bien lo que pretendo conseguir en mi vida actual aprendiendo a tocar en simultáneo el piano y el violín. A partir de ahora, voy a escribir en este cuaderno en clave sobre el arte de tocar un instrumento, donde las escalas musicales me brindarán una forma diferente de ensalzar el maravilloso poder que tenemos en nuestras manos, personales e intransferibles, para acariciar escalas que nos permiten subir a los cielos que vivieron compositores de los que ahora estoy muy cerca: Albinoni, Bach, Schumann y, obviamente, mi querido niño Trazom, Mozart para todos cuando se lee su apellido al revés, como gustaba firmar en momentos especiales de su azarosa y corta vida.

Admiro el simbolismo de la música. Cada día descubro un mundo nuevo al aproximarme al teclado o al arco y mástil del violín, para conocer mejor su alma. Es una experiencia única que me regala la vida y en la que estoy inmerso por los sentimientos y emociones que me ofrece. He descubierto la riqueza sonora del clave, el instrumento tan querido por Bach y Mozart en sus años de éxito sonoro, asimilando a diario algo que ha perdurado a través de los siglos: Musica laetitiae comes, medicina dolorum, es decir, la música es compañera en la alegría y medicina para el dolor. En esta clave escribiré día a día, cuando sienta la necesidad de transmitirlo.

Sevilla, 11/X/2015
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Cuando te acompaña la ideología de Mozart

Hoy he vuelto a tocar en mi piano digital, con registro de clave, el Allegro en Si bemol mayor de Mozart (KV 3), que compuso cuando solo tenía seis años. He tardado un mes en interpretarlo con la ilusión que despierta en mi mente cualquier obra del niño Trazom (Mozart al revés), como a él le gustaba firmar en cartas escritas con la grafía de su alma compleja que nos ha llegado hasta nuestros días. Es asombrosa su obra con tan corta edad, pero su virtuosismo traspasaba fronteras en viajes frenéticos auspiciados por su padre, que pacientemente transcribió en un cuaderno dedicado a su hija Nannerl, en el que figuraba la preciosa obra iniciática del niño prodigio a quien tanto admiro.

En un cuadro extraordinario de Vermeer, La lección de música, se contempla un virginal que toca una joven, en el que figura una inscripción en su tapa, Musica laetitiae comes, medicina dolorum (La música es compañera en la alegría y medicina para el dolor), que es todo un programa didáctico para los que aprendemos a tocar un instrumento tan completo como es el piano. Efectivamente, la música está cerca de la alegría, pero en la dialéctica de la vida siempre está también cerca del dolor, de la tristeza. Así lo siguen reflejando hoy día en este tipo de instrumentos barrocos los artesanos holandeses que fabrican los diferentes modelos de cuerda pulsada con una púa de pluma de ganso, de cuervo o cóndor (llamada plectro), según el patrón artístico reflejado por Vermeer.

VERMEER
La lección de música

Hoy me lo ha recordado Vargas Llosa en un artículo comprometido con la actitud del maestro Daniel Barenboim, el extraordinario pianista y director de orquesta, que desde hace muchos años vive un compromiso activo con el necesario entendimiento palestino-israelí, a través del proyecto West-Eastern Divan Orchestra, con raíces andaluzas, que tanto aprecio también: “Mi admiración por Barenboim no es solo por el gran instrumentista y director; también por el ciudadano comprometido con la justicia y la libertad que, a lo largo de toda su vida, ha tenido el coraje de ir contra la corriente en defensa de lo que cree justo y digno de ser defendido o criticado”.

Cuando estamos asistiendo a un dolor mundial que se amplifica por días a través de las imágenes que recibimos a diario de los que huyen de guerras y luchas encarnizadas sin sentido alguno, he recordado estos testimonios de músicos que están cerca de la alegría y del compromiso social activo, como era el caso de Mozart o el de Barenboim hoy día; pero también del dolor, como demostró el pianista salzburgués a lo largo de sus treinta y cinco años de vida, estrenando su ópera magna, La flauta mágica, en un teatro de barrio y nos en los auspiciados por la Corte o la Iglesia, con quienes se enfrentó por su falta de sintonía con la vida real del pueblo austriaco, o siendo boicoteado por su propio país Israel, como es el caso del director argentino, pero de alma israelita, palestina y española.

Abro imaginariamente mi piano y busco la inscripción pintada por Vermeer: Musica laetitiae comes, medicina dolorum. Toco los treinta compases de la obra iniciática de Mozart y pienso en el tren húngaro, con viajeros pakistaníes, afganos, sirios e iraquíes, migrantes hacia alguna parte, que ha sido recibido esta tarde en Salzburgo, camino de Alemania, entre vítores del pueblo austriaco. Como le gustaría a Mozart que hicieran sus paisanos, enseñándome a amar la música como escuela de compromiso con la alegría y el dolor humano. Como me lo recordaría también Barenboim en su próxima visita comprometida con Andalucía.

Sevilla, 6/IX/2015

Necesitamos un pequeño grano de locura

GARCIA LORCA Y STEVE JOBS

Trasteando en placeres inútiles para muchos, como puede ser la lectura de maestros del pensar, escuchar, decir y escribir, he detectado una feliz coincidencia que deseo compartir en la hoja de hoy de este cuaderno digital. Me refiero a la utilización despectiva del adjetivo “loco” en locuciones diarias cuando escuchamos decir a nuestro alrededor que tal o cual persona “está loca” por lo que piensa, escucha, dice y escribe.

Lo he encontrado en Federico García Lorca, en unas palabras pronunciadas en un acto con estudiantes de la Universidad de Madrid, en 1934, presentando unos versos del poeta chileno Pablo Neruda, cuando les decía lo siguiente: “Yo os aconsejo oír con atención a este gran poeta y tratar de conmoveros con él cada uno a su manera. La poesía requiere una larga iniciación como cualquier deporte, pero hay en la verdadera poesía, un perfume, un acento, un rasgo luminoso que todas las criaturas pueden percibir. Y ojalá os sirva para nutrir ese grano de locura que todos llevamos dentro, que muchos matan para colocarse el odioso monóculo de la pedantería libresca y sin el cual es imprudente vivir”.

Con el paso de los años y trasteando literatura digital, encontré un día unas palabras de Steve Jobs que también ensalzaban el grano de locura que todos llevamos dentro. Ocurrió en un acto académico en el que Steve Jobs pronunció una conferencia, el 12 de junio de 2005, concretamente en la Ceremonia de Graduación —Commencement— de la Universidad de Stanford (1), con un mensaje sorprendente que lleva años dando vueltas en internet: «Seguid hambrientos, seguid alocados». Que las personas jóvenes de espíritu sigan este aserto es una forma noble de emular a personas como Jobs, que ha demostrado que se puede triunfar siendo diferentes, teniendo creencias firmes a pesar de los fracasos.

El hambre y la locura, recomendadas por García Lorca y Jobs, deben ser entendidas como la capacidad de alternar la crudeza de la vida diaria con el bienestar personal, mediante “lecturas especiales/ideales” de lo que está ocurriendo. Necesitamos contar con una base: creer en la naturaleza o en la sociedad, en las personas o en un dios (el que corresponda a nuestra forma de ser y estar en el mundo). Como García Lorca, que siempre creyó en el poder liberador de la poesía. Como Jobs, que siempre creyó en el mundo digital, en Apple.

Estoy convencido que es imprudente vivir sin ese grano de locura que comentaba García Lorca y que luego validó un loco más de este mundo injusto e inútil para muchos, Steve Jobs. Para mí, es avanzar en el descubrimiento de la utilidad de lo que muchos llaman inútil, utópico o irreal de la vida que nos ha tocado vivir apasionadamente y para compartirlo con los demás hambrientos y alocados de este mundo, que muchos dicen que vivimos de forma imprudente. Lo que pasa es que los “cuerdos” oficiales no nos entienden.

Sevilla, 20/XI/2017

(1) https://youtu.be/MHFIeDXgyBw

El tránsito de la vida, según Cristóbal Toral

EMIGRANTE MUERTO
Emigrante muerto, 1975

Ha sido un encuentro fortuito y mágico con Cristóbal Toral (Torre Alháquime (Cádiz), 1940) en el Museo de la Ciudad de Antequera. El miércoles pasado contemplé la colección que se muestra en la planta tercera, con cuadros que sobrecogen por su realismo trágico, siendo las maletas su hilo conductor: “La vida es tránsito. El hombre nace en un punto y desaparece en otro: el tránsito que hay en medio es lo que importa. Hay una mudanza constante en lo que hago, figuras que no se sabe si van, si vienen, si esperan» (1).

Las múltiples maletas de Cristóbal Toral, figuran en sus cuadros y esculturas recordándonos también la realidad de la soledad sonora que sienten muchas personas, básicamente mujeres y emigrantes, en sus diferentes viajes de vida. Me han impresionado los óleos que se cuelgan en el Museo, con metáforas muy desalentadoras. Me he detenido en las obras dedicadas a la mujer, siempre sola: “Trato mucho también el tema de la mujer. Mujeres en interiores de hoteles de no mucho tronío, frágiles, expuestas, con una sensualidad que las humaniza, solitarias… Interpreto esa soledad que existe, la sensación de tránsito. Me gustan las habitaciones de los hoteles, espacios de tránsito donde aparecen las maletas, las camas, las sábanas». En la sinopsis de la obra de Cristóbal Toral, que figura en el museo, se dice textualmente y referido al periodo abierto sobre la mujer como hilo conductor de su obra en 1977, que aparece “siempre solitaria, despojada de toda algarabía, sola en su infinito silencio, cómo proclamando una identidad de origen y destino frente al cosmos. Distanciada, plena de pureza y sobriedad, rodeada de objetos banales, se funde y trasciende la soledad infinita del hombre”. También, he sentido dolor interior al contemplar una obra, Emigrante muerto, que data de 1975, una fecha que nos suena lejana, pero en la que ya se presagiaba lo que iba a venir después. Estábamos avisados por Toral.

LA NOCHE
La noche, 2000

En este mundo de tránsito, he buscado con gran interés en mi biblioteca una obra que me marcó mucho la vida cuando la leí, La maleta de mi padre, de Orhan Pamuk, premio Nobel de Literatura en 2006, porque comprendí la metáfora de su discurso en el acto de recepción oficial del galardón, como homenaje a lo que su padre le entregó un día en una pequeña maleta que contenía su tránsito por la vida: “Recuerdo que, después de que mi padre se fuera, estuve unos días dando vueltas alrededor de la maleta sin tocarla. Conocía desde niño aquella maleta pequeña de cuero negro, sus cierres y sus esquinas redondeadas. Mi padre la usaba cuando salía a algún viaje breve o cuando quería llevar algún peso a su oficina. Me acordaba de que cuando era pequeño, después de que regresar de algún viaje, me gustaba abrir la maleta y revolver sus cosas y aspirar olores a colonia y a país extranjero que salían de su interior. Aquella maleta era un objeto conocido y atractivo que me traía muchos recuerdos del pasado y de mi infancia, pero ahora no podía ni tocarla. ¿Por qué? Por el misterioso peso de la carga que ocultaba en su interior, por supuesto”.

INTERIOR EN PENUMBRA
Interior en penumbra, 1979-1980

Estuve solo en la contemplación de las obras de Toral. Les dejo con imágenes que fotografié para no olvidarlas, aunque en la memoria de hipocampo mantengo vivo el mensaje de su obra, que justifica hoy la realidad de las maletas imaginarias y reales que me han acompañado a lo largo de mi vida. Porque todo es tránsito y porque siempre hay en ellas un misterioso peso de la carga que se suele ocultar en su interior.

Sevilla, 18/XI/2017

(1) http://www.elcultural.com/revista/letras/Cristobal-Toral/6606

Mi fin es mi principio y mi principio mi fin

GELNN GOULD

Este palíndromo (1) ha recorrido siglos desde el todo fluye, nada permanece, de Heráclito de Éfeso. Es la circularidad vital como hilo conductor de las personas que solemos caminar volviendo solo la vista atrás para ver la senda que nunca se ha de volver a pisar, aunque descubramos con el tiempo que solo hay camino siguiendo las estelas de la mar. O cruzando ríos que van a dar a esa mar, por sitios que nunca van a ser los mismos cuando se vuelven a cruzar. Esta es la razón que justifica el mito del eterno retorno simbolizado en esta frase enigmática: mi fin es el principio y mi principio mi fin. Lo conocía por haber escuchado hace muchos años un rondó de Guillaume de Machaut (Ca. 1370), Ma fin est mon commencement, que todavía resuena en territorios lejanos.

La reflexión anterior surge al escuchar con respeto reverencial, de nuevo, a Glenn Gould, en la reinterpretación llevada a cabo en 1981 de sus Variaciones Goldberg, compuestas por Juan Sebastián Bach con una denominación distinta, Aria con treinta variaciones para dos manuales, desarrolladas en la primera mitad del siglo XVIII. Lo ha editado Prisanoticias Colecciones bajo licencia de Sony Music, para una colección que publica el diario El País durante cinco domingos, como homenaje a Glenn Gould e iniciada ayer con la entrega correspondiente a las Variaciones Goldberg.

Siempre me ha fascinado Glenn Gould y su forma iconoclasta de aproximarse a la música a través del piano, rompiendo patrones clásicos y acariciando el teclado de mil formas posibles, sentado sobre una silla imposible para los cánones al uso. Es curioso constatar que Glenn Gould ha sido una rara avis en el terreno de la interpretación pianística, desde su descubrimiento por la discográfica Columbia Records en 1955 y que materializaría solo unos meses después con la publicación de la interpretación magistral de las Variaciones Goldberg por un jovencísimo Gould, con tan solo 22 años.

Su fin fue su principio y su principio su fin, como se canta en el rondó de Machaut. Con cincuenta años, apenas unos días después de la publicación de esta segunda versión completa de las Variaciones, falleció de un infarto en Toronto (Canadá). Todavía hoy seguimos venerando su maestría. Es verdad, porque su fin tan prematuro era fiel reflejo de su comienzo existencial diario, que él vivía a duras penas en su soledad sonora ante los demás. De ahí su Trilogía de la soledad. Para comenzar a vivir en el alma de quien, todavía hoy, lo escucha con el respeto que merece.

Sevilla, 13/XI/2017

(1) Del gr. παλίνδρομος palíndromos ‘que recorre a la inversa’.
1. m. Palabra o frase cuyas letras están dispuestas de tal manera que resulta la misma leída de izquierda a derecha que de derecha a izquierda; p. ej., anilina; dábale arroz a la zorra el abad (DLG RAE, 23ª ed.).

NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de http://drugstoremag.es/wp-content/uploads/2014/10/1958-04-don-hunstein-owned-by-sony-music_2.png

La Tarara une a Cataluña y Andalucía

ORQUESTA ARABE BARCELONA

Ayer asistí al concierto de la Orquesta Árabe de Barcelona en el espacio Caixaforum, en Sevilla, con un título programático, Un té a la menta. Música de Magreb, que presagiaba algo más allá de un encuentro casual. Efectivamente fue así, con guiños continuos a la situación actual creada por el proceso de Cataluña, donde las puertas y ventanas abiertas del decorado, nos situaban más allá de Chaouen, lugar imaginario donde se sitúa la acción, aunque estábamos en Sevilla, una parte importante de Al-Ándalus, como alguna vez se citó, con la dirección musical histórica de Ziryab.

Como se adelantaba en el programa, “De la mano de algunos músicos de la Orquesta Árabe de Barcelona tendrás ocasión de descubrir toda la riqueza sonora de Magreb. Escucharás las melodías que se tocaban en la España musulmana y que se han conservado en el Magreb actual a través de la llamada música árabo-andaluza, una música que mantiene muchos lazos con el flamenco. Sonarán también canciones amaziges o bereberes, música gnaua, músicas sufíes, música popular o chaabi y la música moderna magrebí, que ha encontrado en el rai su versión más exitosa”.

Fue una delicia interactuar permanentemente con miembros de la orquesta. Todo era un símbolo de unión y transferencia de cultura a través de una música tan cercana a Andalucía. Recordé especialmente a García Lorca cuando nos invitaron a cantar y tocar palmas en una canción sefardí que todos conocíamos, la Tarara. Se demostró de forma sencilla que no hay fronteras ni murallas cuando abrimos el corazón a la cultura. Una sencilla canción rememoró en nuestra memoria de hipocampo el contenido de una letra que muchos recordaron ayer, cuya melodía se la debemos a músicos árabes que vivieron durante siglos en Andalucía, en Sevilla. La letra era otra cuestión, aunque todos coincidíamos en la versión que nos regaló García Lorca en 1931, en su andar de compromiso activo, del timbo al tambo, por estas tierras españolas de Dios.

La Tarara, sí;
la tarara, no;
la Tarara, niña,
que la he visto yo.

Lleva la Tarara
un vestido verde
lleno de volantes
y de cascabeles.

La Tarara, sí;
la tarara, no;
la Tarara, niña,
que la he visto yo.

Luce mi Tarara
su cola de seda
sobre las retamas
y la hierbabuena.

Ay, Tarara loca.
Mueve, la cintura
para los muchachos
de las aceitunas.

Comprendí ayer, mejor que nunca, que Cataluña debe seguir integrada en este país. Fue un símbolo que unos músicos pertenecientes a la Orquesta Árabe de Cataluña nos recordaran algo muy obvio para nosotros en Andalucía. Unidos por la cultura no nos hacen falta fronteras ficticias que nacen por el desencanto que surge entre las personas, entre los pueblos, cuando no hablamos entre sí. Las ventanas y puertas del decorado, siempre abiertas, reflejaban el sentir ciudadano como país. Si además nos servían té verde, acompañado por las canciones de nuestros antepasados, era verdad que podíamos cantar juntos la Tarara sin vergüenza alguna, aunque algunos descubrieran ayer que García Lorca solo rescató esta canción popular para que un día pudiéramos cantarla todos en Sevilla o en Barcelona, como himno de la rebelión de los que a veces llamamos locos por convivir. Como la Tarara, aunque dicen que hace mucho tiempo atrás hacía cosas diferentes a los demás.


La Tarara, cantada por todos los asistentes junto a la Orquesta Árabe de Barcelona, el 11/XI/2017

Todo ayer era un símbolo, pero se me antoja necesario pensar en Cataluña, también con palabras de García Lorca. ¡Qué mejor reconocimiento a una extraordinaria Comunidad, con palabras de un andaluz universal que supo cantar la quintaesencia de un pueblo al que tanto amamos! Me acordé también de sus palabras a Las Ramblas, “La rosa mudable, encerrada en la melancolía del Carmen granadino, ha querido agitarse en su rama al borde del estanque para que la vean las flores de la calle más alegre del mundo [las Ramblas], la calle donde viven juntas a la vez las cuatro estaciones del año, la única calle de la tierra que yo desearía que no se acabara nunca, rica en sonidos, abundante de brisas, hermosa de encuentros, antigua de sangre: Rambla de Barcelona”, con el eco de la Tarara, como él solía ver la verdad y sencillez de la vida.

Sevilla, 12/XI/2017

NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de https://caixaforum.es/sevilla/fichaactividad?entryId=213842

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