Pensemos lo que nadie piensa

Escucho con frecuencia un programa radiofónico excelente en Radio Clásica, Longitud de onda, que finaliza siempre con una frase que pronuncian al unísono los presentadores del mismo, Fernando Blázquez y Yolanda Criado: «Porque la ciencia nos enseña a ver lo que todo el mundo ha visto, pero a pensar lo que nadie ha pensado». En un mundo tan distraído de lo que de verdad nos debería pre-ocupar [sic], se agradece que la radio pública forme a sus oyentes en un ámbito de relación entre la música y la ciencia de amplio espectro, de forma tan amena y con una calidad divulgativa extraordinaria. Porque este tipo de radio, pública por supuesto, nos hace ser ciudadanos más libres y comprometidos con la vida.

Les invito a entrar en su página oficial y disfrutar de una hora y media de auténtico aprendizaje acompañado por música excelente que nos permitirá pensar en lo que nadie piensa, idea tan querida por el filósofo Schopenhauer. Es un orgullo nacional que el dinero público se invierta en estos menesteres tan beneficiosos para el alma humana. Es cuando se aprecia de verdad que Antonio Machado tenía razón cuando diferenciaba algo no inocente en la vida diaria: todo necio confunde valor y precio.

Comprendo que ponernos a pensar lo que nadie piensa es una tarea apasionante y atrevida en sí misma, pero a pesar de la mediocridad que nos invade deberíamos sacar tiempo para dedicarnos a utilizar la mente humana para producir ideas buenas y amables con la sociedad en la que vivimos, estamos y somos. Acabar con el pensamiento único en todas las ramas del saber no tiene precio, pero quizá nos ayude a descubrir algo en lo que casi nadie cae a diario: el mercado nos distrae continuamente y no nos deja pensar en libertad, el auténtico valor de la dignidad humana. Es verdad: podríamos ver también la otra cara de lo que llamamos ciencia, porque alguna vez podríamos pensar lo que nadie ha pensado.

No olvido lo que una vez le escuché a Enrique Morente en su Soleá de la ciencia: Presumes que eres la ciencia / Yo no lo comprendo así / Cómo siendo tú la ciencia / No me has comprendido a mí. Tenemos un tesoro individual que se llama cerebro, personal e intransferible, donde se puede elaborar el conocimiento gradual a lo largo de la vida a través de la inteligencia creadora, que es la única que nos libera. Tiene un problema, que consiste en que no es transmisible automáticamente a los demás, sino que es imprescindible adquirir el conocimiento liberador, trabajarlo internamente a través del esfuerzo de cada persona a la hora de plantearse gozar de los que algunos llaman placeres inútiles para alejarlos del poderoso caballero don dinero. Así lo reconocía hace ya muchos siglos Sócrates en su diálogo Banquete: “Estaría bien, Agatón, que la sabiduría fuera una cosa de tal naturaleza que, al ponernos en contacto unos con otros, fluyera del más lleno al más vacío de nosotros. Como fluye el agua en las copas, a través de un hilo de lana, de las más llena a la más vacía”.

Pensar en lo que nadie piensa puede ser una tarea de personas normales y corrientes, más bien de personas singulares, porque es la realidad de lo que somos, dado que no nos repetimos (por ahora…). Cuando pretendemos ajustarnos a patrones, la experiencia suele ser nefasta, porque dejamos a un lado la inteligencia y la capacidad de hablar, como primeras señas de identidad humana que nos hacen ser personas y de identidad intransferible, por mucho que se empeñe la sociedad de mercado en pasarnos a todos por la máquina de conversión en personas-patrón-para-triunfar-en-el-mundo, empaquetándonos como producto expuesto para que lo compre el mejor postor en todos los ámbitos posibles. Pura mercancía que traspasa los límites de personas corrientes. Hablemos de personas singulares, tal como ya definía el lema singularidad el Diccionario de Autoridades en 1739, con la riqueza de nuestra forma de hablar hasta hoy: servir con el talento, no imitar otros, sino beneficiar el que ya dio el Cielo, o lo que recibimos de nuestros padres en la preciosa evolución de nuestra propia vida, siendo personas corrientes, es decir, de trato llano y familiar [sic, según la RAE]. Impecable definición, mientras corremos con la vida a cuestas, porque miles de millones de personas somos corrientes y singulares.

Escuchando hoy de nuevo Longitud de onda, con un título apasionante en el programa de hoy, ¿Quién dirige la orquesta del cerebro?, he descubierto los secretos de cómo reacciona el cerebro cuando se afina un instrumento. Nunca lo había pensado, pero hoy la ciencia me ha demostrado que me ha comprendido a mí, como preguntaba Morente, porque lo que hay detrás de una simple nota “la” es algo que ensalza la mente maravillosa de cada ser humano, lo que nos hace singulares a través de la ciencia, cuando pensamos en lo que nadie piensa y aprendemos a escuchar.

Sevilla, 27/VI/2018

2 respuestas a «Pensemos lo que nadie piensa»

    1. Es verdad, pero somos muchos los que de forma singular compartimos una visión de la vida digna, que también es posible. Es una forma de romper los silencios cómplices.

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