Sevilla, 16/II/2020
Vengo sintiendo la ausencia de las columnas dominicales de Manuel Rivas en El País Semanal, desde la última publicada el 12 de enero pasado, Los terrestres extraterrestres, con una entradilla sobrecogedora: “El signo más inhumano en este tiempo es la desprotección de los “niños perdidos”, de los menores aliens”. Estoy preocupado porque desde mi ruptura de compra diaria de este periódico por grandes diferencias con su línea editorial, que se consumó en octubre de 2016, recurro escuetamente a la lectura escogida de su edición digital, manteniendo de forma leal la lectura de la columna de este autor, al que admiro y aprecio tanto, siendo el motivo de por qué escribo hoy sobre esta ausencia que nunca es olvido. No sé qué ha pasado.
En el diccionario de la lengua española (RAE), se define la columna periodística en las acepciones 3ª y 4ª de forma clara y concisa: en una publicación periódica, artículo de un colaborador o redactor que aparece de forma regular y frecuente en un espacio fijo y género periodístico correspondiente a la columna. Quiero decir con esta breve introducción que el género de la columna me interesa porque en el caso que nos ocupa, el autor transmite una opinión sobre un hecho, un acontecimiento o una noticia y suele mantener un hilo conductor sobre lo escrito, es decir, sabemos cómo piensa, cómo utiliza la palabra para expresarlo y el valor que tiene lo que publica de forma regular y frecuente.
En los tiempos que corren de noticias falsas, comentarios falsos, columnas falsas y círculos de opinión más falsos todavía si cabe, busco con avidez la publicación cada domingo de esta columna de Manuel Rivas, como si tuviera que agarrarme a ella para no caerme de un mundo que te invita a veces a bajarte de él. Estos son mis principios periodísticos sobre un columnista de excepción y a diferencia del famoso aserto de Groucho Marx, si no valen para muchas personas, no tengo otros.
Un detalle que no quiero olvidar es el epígrafe sobre el que se publican todas sus columnas: Navegando el desvío. Rivas siente el mar y le he escuchado hablar de él apasionadamente. Interpretando de la mejor forma posible este enunciado en cada columna, creo que hay una razón náutica de la razón periodística que la sustenta, en el sentido de que la aguja magnética que vemos ordinariamente en cualquier brújula, marca siempre el norte real de lo que verdaderamente ocurre o es, es decir, se mantiene en su sitio sin engañar a nadie y la aguja que traduce la atracción terrenal de lo que pasa es lo que interpreta el autor para que nunca se pierde el rumbo real permitiendo llegar felizmente al puerto de la vida digna de cada noticia, de cada columna.
En definitiva, porque Manuel Rivas cumple cada domingo con la auténtica misión de un buen periodista, recordando siempre una frase que leí en 2014 en un artículo de Juan Cruz, periodista que también admiro, citando a Eugenio Scalfari, el fundador de La Repubblica de Roma, en una frase ante estudiantes españoles en la Escuela de EL PAÍS: “Periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente”, de una forma especial, con compromiso social y navegando el desvío que nos impone la vida a cada uno.
Reinterpretando las palabras cantadas por María Dolores Pradera, la ausencia de la columna de Manuel Rivas no quiere decir olvido, ni decir tinieblas, ni decir jamás, porque al igual que las aves pueden volver al nido, lo único que siento es que su palabra, que nos queda, no vuelva en este formato más.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.
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