
Sevilla, 7/V/2021
Me pasa con frecuencia: tengo la sensación de que sólo sé que no sé nada. Me ha ocurrido con la obra preciosa de una pintora realista, Amalia Avia, nacida en Santa Cruz de la Zarza (Toledo) en 1930, que ayer conocí a través de Carlos del Amor, a quien agradezco siempre muchos descubrimientos de la intrahistoria de la cultura en este país. La sinopsis oficial de su obra pictórica es un exponente claro del hilo conductor de su vida proyectada en su forma de contemplarla, dibujarla y pintarla: “Su pintura realista, nunca hiperrealista, afronta temas preferentemente urbanos, sobre todo de Madrid, ciudad desde siempre adorada por la artista. Son calles, fachadas, comercios, garajes: lugares en general desgastados por el tiempo, en ocasiones viejos y desconchados, donde la pintora coloca su particular mirada. Sin mucha presencia del color, Amalia Avia hace la crónica en gris de una ciudad que se está perdiendo, rincones que todos vemos pero en los que a lo mejor no nos fijamos. De su pintura, inicialmente más social, han ido progresivamente desapareciendo las figuras humanas. También, en algunas épocas, han sido frecuentes los interiores. Camilo José Cela la denomina la pintora de las ausencias, la amarga cronista del «por aquí pasó la vida», y Francisco Nieva habla de una melancolía barojiana refiriéndose a su pintura. Sobre su obra han escrito, entre otros muchos, Camilo José Cela, Francisco Umbral, Francisco Nieva, Juan Manuel Bonet o Francisco Calvo Serraller. por aquí pasó la vida marcando su amargura e inevitable huella de dolor». Llevaba “la herida de la pérdida con ella”.
Las ausencias son situaciones vitales que siempre me han ocupado y pre-ocupado [así, con guion] mucho, porque sé lo que significa la separatidad de personas y de casi todo, que tan magníficamente estudió Bowlby. Son las que más duelen en las reflexiones de nuestra persona de secreto. Ahora estamos viviendo una época especialmente compleja respecto de ausencias de todo tipo, políticas, éticas, ideológicas y de creencias. Necesitamos creer, tal y como lo aprendí hace muchos años de Ferrater Mora. Decía él que las personas necesitamos creer en alguien o algo, básicamente en cuatro pilares fundamentales que no se excluyen entre sí: sociedad, personas, naturaleza y Dios (o dioses), es decir, podemos optar por una de estas creencias, por varias o por todas. Pero lo que llevamos muy mal es la ausencia de todas o de cada una, hasta quedarnos sin nada ni nadie en quien creer, es decir, la negación absoluta de la razón que justifica todos nuestros actos o las relaciones personales y sociales.
Cesária Évora, la gran cantora caboverdiana de la “realidad descalza”, como le gustaba a ella salir a los escenarios del mundo, en homenaje a los desheredados más próximos, lanzando a los cuatro vientos estas palabras maravillosas de una canción inolvidable, La ausencia, nunca nos dejó tranquilos al escucharla porque justificaba con su ejemplo de vida y sus palabras la dignidad con la que podemos abordarla siempre. Lo expresaba de una forma especial, cuando pensaba que la ausencia era su soledad, quizás la nuestra, en el destino:
Si tan solo tuviera alas
para volar a través de la distancia
Si tan solo fuera una gacela
para correr sin cansancio alguno
Entonces, podría amanecer
en tu pecho
y nunca más la ausencia
sería nuestra realidad
Pero eso sólo sucede en mis pensamientos
en los que yo puedo viajar sin miedo
y mi libertad, la tengo
solo en mis sueños
[…]
Sin saber a dónde iluminar,
ni ningún lugar a dónde ir…
Ay soledad, es mi destino…
Ausencia…, ausencia
Hoy he unido a Amalia Avia y a Cesária Évora en torno a una realidad existencial que existe y nos hace sufrir mucho, las ausencias, como se ha podido constatar a lo largo de esta pandemia que nos asola y de la que ya hemos empezado a ver la luz al final del túnel con las vacunaciones masivas. Amalia pintó la realidad oscura de la vida, lo que se pierde muchas veces y pasa a la ausencia radical de la historia, que se puede contemplar en un magnífico portal web dedicado a su obra. Cesária cantó la esperanza que siempre existe al final de un camino. Hoy, no me queda nada más que darles las gracias porque aportaron un sentido a la vida en su obstinación artística, para demostrarnos que el arte y la cultura siempre nos pueden mostrar caminos de libertad, aunque sólo suceda en nuestros pensamientos, en los que podemos viajar sin miedo y aunque la libertad la tengamos sólo en nuestros sueños. Es lo que pensaba también Amalia Avia cuando pintaba a personas, edificios, calles o cosas en las que dejaba entrever que a pesar de las ausencias por allí pasó alguna vez la vida.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Debe estar conectado para enviar un comentario.