Sevilla, 19/V/2021
Lo que está ocurriendo con la llegada masiva de marroquíes a Ceuta es fiel reflejo de la situación mundial de los nadies, tan bien descritos por Eduardo Galeano: los hijos de nadie, los dueños de nada. / Los nadies: los ningunos, los ninguneados, / corriendo la liebre, muriendo la vida. Es un problema de gran alcance político, pero sobre todo es un problema de este mundo al revés que se ve reflejado en la imagen que encabeza estas líneas, un soldado del ejército que lleva en brazos a un adolescente marroquí rescatado al llegar exhausto a una de las orillas de Ceuta, cruzando a nado hacia una tierra de promesas.
Se ha informado, igualmente, que casi la mitad ya han sido devueltos “en caliente” a Marruecos y vuelta a empezar. ¿Problema político o problema de la sociedad en general? Los dos, pero sin olvidar el fondo del mismo, porque el mundo está muy mal repartido y es un clamor que la pandemia ha resucitado con toda su fuerza la cara oculta de una realidad palmaria: la desesperación de los nadies. En este sentido, he recordado el mensaje que recibí en 2017 en una exposición celebrada aquí en Sevilla, sobre la realidad de las dos orillas, la de Marruecos y la España, presentada por el pintor marroquí Yassine Chouati (Tánger, 1988) que aprecio como amigo, bajo el título programático de Partir para contar, donde sentí la soledad del emigrante. Escribí una reflexión sobre las dos orillas, bajo un título especialmente paradigmático: Tan cerca, tan lejos. Entré aquél día acompañado por la persona con la que comparto el largo viaje de la vida desde hace ya muchos años y experimentamos una sensación extraña, algo parecido a estar solos ante el peligro del mar abierto, en un espacio de performance vinculado a la migración. Concretamente, al espacio que separa dos orillas muy próximas a nosotros en Sevilla, las de Tánger y Tarifa, en un mar salpicado de muertes y desengaños de los que buscan un mundo diferente, lejos de la miseria y el dolor que generan la pobreza extrema, las guerras muchas veces fratricidas y la persecución por razón de creencia o religión.
Sentí algo especial al cruzar la performance de la alfombra roja entre las dos orillas, que tanto significa para Yassine y que ya había descubierto personalmente en otra exposición suya en Julio de 2016. De izquierda a derecha, una vez atravesado el teórico mar de la discordia, te encuentras con unas fundas negras ¿quizá de ataúdes?, una maleta que incorpora en su interior recortado un videomontaje sobre la vida fácil del turismo que también atraviesa ese mar todos los días, pero con una realidad muy diferente. También unas fotografías de quien contempla esa mar entre África y Andalucía, la mar de Alberti, con la sensación personal de quien las ve como si en esa mar nunca pasara nada. Finalmente, una mujer marroquí con traje de gala, en una orilla de Tánger, en actitud de espera y ardiente impaciencia, tal y como la aprendí de Neruda. Sabía que es la madre del artista, Yassine Chouati, y lo que representa para él, convencida de que hace ya muchos años su hijo partió para otro mundo mejor, en la otra orilla, con el sueño posible de que un día pudiera contar después todo lo que ha vivido y está viviendo en un viaje hacia islas desconocidas, apasionadamente. Lo he recordado al contemplar la imagen del adolescente en brazos del soldado que citaba anteriormente.
Me consta lo que supone para Yassine cada “exposición” de su persona de secreto. Recuerdo haber leído en su obra pictórica, en concreto en “Hilan delgado”, algo que está detrás de esta nueva obra: “Este proyecto pictórico engloba una serie de obras donde se pretende cuestionar el fenómeno de la pérdida de identidad en los medios de comunicación. Éstos emplean las imágenes de las víctimas de los conflictos que están teniendo lugar en el mundo como un mecanismo a través del cual visualizar las cifras resultantes de las contiendas, olvidándose de la seriedad de los dramas personales que se esconden tras esas cifras; yo, en cambio, propongo visualizar justamente lo contrario: el dolor de las víctimas, la alienación a la que están sometidos, lo precario de la situación en la que viven”.
Salimos aquél día de la exposición leyendo entrelíneas los cuatro mensajes de las especias trufadas de color que nos regalaba Yassine como testigos de la identidad marroquí, a modo de despedida. En el momento justo en que abandonábamos aquella soledad sonora y sentida, entraron unos jóvenes, quizá para descubrir una realidad que nos la pintan siempre como lejana, cuando está mucho más cerca de lo que parece. No es solo una performance, no, sino una forma de presentarnos el malvivir que sufren personas con las que compartimos la existencia de la aldea global en un mundo diseñado a veces por el enemigo.
Cuando cruzábamos el patio de la Facultad de Bellas Artes, atestado de estudiantes sentados en el suelo y disfrutando de la luz del atardecer de Sevilla, recordé mi sentimiento de Yassine y que conservo en mi corazón desde su exposición anterior, cuando escribí estas palabras: “Un niño marroquí que dejó un día ya lejano sus zapatos en la orilla y quiso navegar hacia la libertad sin olvidar nunca su pasado, su tierra y su parentela, con un mensaje claro de revolución activa, dándole una vuelta a la forma de ser y estar muchas personas en el mundo propio y de los demás. Para que él y su pueblo puedan estar arriba en un tiempo próximo después de años de estar abajo, dejando de ser alfombra roja de los poderosos. Y me ha emocionado saber que gracias a personas como él podemos confiar tal día como hoy en que otro mundo aún es posible. Todo un ejemplo”.
Lo expuesto anteriormente del niño Yassine es como quizás soñó el pasado martes, al lanzarse al mar, el adolescente de la imagen en la cabecera de estas palabras, que no deberíamos olvidar en nuestro caminar diario ni siquiera un momento. Cuando lo hizo, al pesar del riesgo, es porque efectivamente creía que otro mundo es posible para los desesperados, para los nadies.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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