
Sevilla, 17/X/2021
El miércoles próximo la Fundación Juan March ofrecerá una nueva sesión del ciclo dedicado a Johann Sebastian Bach (1685-1750) a lo largo de este mes y con un hilo conductor específico, Bach en Köthen, que ayuda a comprender bien la dialéctica luterano-calvinista a lo largo de su obra y donde se resalta un concepto que estimo como admirable en la obra de cualquier artista, la obra circular, es decir, a la que cualquier artista recurre a lo largo de sus vida utilizando pasajes que ya se han vivido, escrito, pintado, representado, compuesto y así de forma interminable en la acción de cada autor: “Entre 1717 y 1723, Bach permaneció como Kapellmeister al servicio del Príncipe Leopoldo de Anhalt-Köthen, quien, en palabras del propio compositor, amaba y entendía la música. Este contexto favorable le eximía de componer música religiosa de manera regular, al tiempo que le permitió centrarse en el repertorio instrumental de cámara. De estos años datan algunas de las cimas compositivas que dejarían huella indeleble en la historia de la música: las Partitas para violín, las Suites para violonchelo, las Suites inglesas y francesas, el primer volumen de El clave bien temperado y la Fantasía cromática y fuga, además de los Conciertos de Brandeburgo. También en esta ciudad sajona alcanzaría Bach la felicidad emocional al contraer nupcias con su segunda esposa Ana Magdalena el 3 de diciembre de 1721”.
En el concierto del próximo miércoles, Luis Gago, crítico musical y traductor, autor en este caso del excelente programa de mano de este ciclo, afirma en ese sentido circular que en relación con las dos suites de Bach, Johann Sebastian Bach (1685-1750), la Suite francesa nº 6 en Mi mayor BWV 817 (Concierto para dos claves en Do menor BWV 1060) y la Suite francesa nº 5 en Sol mayor BWV 816 (Concierto para dos claves en Do mayor BWV 1061, interpretados por Alexander Melnikov y Olga Pashchenko, “Bach, amén de un creador supremo de nueva música, fue un constante reciclador o adaptador de piezas ya compuestas. Hay casos extremos de metamorfosis, como la “Sinfonía” inicial de la Cantata BWV 29, construida toda ella a partir del “Preludio” de la Partita nº 3 para violín solo, que cumple las veces de célula a cuyo alrededor va creciendo el tejido orquestal. En el ánimo de Bach debían de pesar tanto consideraciones puramente prácticas, o la simple premura de tiempo para terminar una composición a tiempo, como el aprecio que sentía por páginas concretas y que, por tanto, no quería relegar al olvido. Hay que tener siempre muy presente que, en vida del compositor, solo se imprimió una parte ínfima de su producción, por lo que muchas de sus partituras nacían condenadas a interpretaciones casi siempre únicas o coyunturales. Pensemos, por ejemplo, en los Conciertos de Brandeburgo, uno de los frutos señeros de sus años de Köthen”. Esta afirmación la hace, en el caso de la Suite nº 6, cuando se refiere a la Giga: “La ligereza es aplicable incluso a la “Gigue”, en la que Bach no renuncia a la imitación a la octava entre ambas manos, pero sí a las respuestas fugadas y los juegos contrapuntísticos en espejo de muchas de las gigas de las dos colecciones. Años después, Johann Philip Kirnberger citaría esta “Gigue” como un ejemplo de cómo componer el movimiento de una sonata concebido como la variación de una pieza ya existente”.
Me he detenido expresamente en este “detalle” de la “composición circular” de Bach, porque aprecio mucho este fenómeno en todas las artes, tal y como lo he escrito en diversas ocasiones en este blog: “Mirando por el retrovisor de este cuaderno digital, tomo conciencia de que llevo más de quince años escribiendo artículos, con paciencia turca, unos detrás de otros, ya camino de dos mil, a veces copiando lo que ya he dicho, reafirmando mi pensamiento circular que lo envuelve todo. Siempre vuelven a mi inteligencia particular unas palabras del Premio Nobel de Literatura en 2006, Orhan Pamuk, cuando nos explicó qué significaba en su vida un dicho de su tierra con un valor especial: “escribir es como cavar un pozo con una aguja”, expresión fantástica a la que dediqué un artículo con motivo de la celebración del Día Internacional del Libro en el año 2017. En aquella ocasión dediqué aquellas palabras a las personas que desde que abrí por primera vez este cuaderno digital, en diciembre de 2005, se acercan a este cuaderno de inteligencia digital para buscar islas desconocidas, a cuantos sienten el placer de leer libros y palabras unidas en otros formatos, que dan sentido a sus vidas; a quienes descubren el sentido de la existencia a través de autores concretos, a las personas que se sienten acompañadas por libros de cabecera que nunca les abandonan, a quienes confían en que quienes escriben tienen la paciencia turca de cavar pozos con una aguja, porque solo desean transformar la realidad poco a poco para poder soportarla. Hoy, sigue teniendo el mismo valor esta dedicatoria, que reafirmo en todos sus términos. Después de muchos años de oficio vital, creo que comprendí qué significa escribir cuando leí a Pamuk en su memorable discurso en el acto de recepción del premio Nobel: “[…] el secreto del escritor no es la inspiración, pues nunca se sabe de dónde viene, sino la obstinación y la paciencia. Hay una hermosa expresión turca, “cavar un pozo con una aguja”, y a mí me parece que fue inventada pensando en nosotros, los escritores. Para mí, ser un escritor significa observar con atención las heridas que llevamos dentro, sobre todo las heridas secretas de las que no sabemos nada o casi nada, descubrirlas con paciencia, estudiarlas y sacarlas a la luz para luego asumirlas y hacer de ellas una parte consciente de nuestra escritura y nuestra identidad. Ser escritor es hablar de cosas que todos conocen sin saberlo. Descubrir este conocimiento, desarrollarlo y compartirlo, ofrece al lector el placer del asombro en el recorrido de un mundo que le es familiar”.
Con el hilo conductor de transmitir una idea circular en este blog desde su primer día de vida literaria, vuelvo a utilizar aquellas palabras cuando escribo hoy sobre Bach y su “aprovechamiento” continuo de retazos de sus obra escrita en otras composiciones, salvando lo que debo salvar simplemente por la actualización temporal, aspecto de forma que no de fondo, recordando a José Manuel Blecua, ex director de la RAE, cuando dijo en una ocasión que al escribir copiamos siempre de los autores que hemos leído a lo largo de nuestra vida y nos han marcado. En esta ocasión, lo hago copiando de mí mismo, porque estos siguen siendo mis principios y, si no gustan, no tengo otros, separándome por un momento de mi admirado Groucho Marx. En un tiempo en el que se arrojan valores por la ventana desde nuestro vehículo vital, vuelvo a hacer una declaración de principios sobre por qué escribo en este blog, en una etapa de jubilación en la que sigo asumiendo, cada día que pasa, que lo nuestro es pasar, con ardiente impaciencia personal y social, sabiendo que ahora tengo un compromiso intelectual con la sociedad en la que vivo».
Volviendo de mi corazón a mis asuntos de hoy, estimo que la exposición de Luis Gago sobre este ciclo es una mezcla de erudición y reconocimiento explícito de la gran obra de Johann Sebastian Bach, a pesar de la carencia de fuentes documentales sobre este autor. De ahí el interés de la carta que da comienzo al programa, dirigida por Bach a su “Muy Distinguido Señor” y amigo por encima de todo, Georg Erdmann, el 28 de octubre de 1730, desde Leipzig, porque resalta en ella la trazabilidad auténtica de la vida del extraordinario compositor, al que podremos escuchar el próximo miércoles en Fundación Juan March. Es un acontecimiento cultural extraordinario y no olviden, por favor, la lectura de la carta citada. Es una joya bibliográfica para conocer la vida y obra, en síntesis, del gran compositor alemán, autor también de una obra que conservo en mi mente y en corazón, Los conciertos de Brandenburgo, que ya he citado en diversas ocasiones en este cuaderno digital. Escúchenlos también, porque no les defraudarán y porque en ellos también se hizo patente su composición circular en tiempos de Köthen.
NOTA: la fotocomposición de cabecera está realizada sobre dos imágenes tomadas hoy del programa de mano del ciclo Bach en Köthen, organizado por la Fundación Juan March para este mes de octubre de 2021.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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