Berthe Morisot pintó siempre el mejor blanco de su vida

Berthe Morisot, El espejo psiqué, 1876. Óleo sobre lienzo, 65 x 54 cm. Museo Nacional Thyssen-Bonermisza / Édouard Manet, Berthe Morisot, 1870, Museo de Orsay.

Hace ciento treinta años, después de visitar el país de las maravillas Alicia se metió en un espejo para descubrir el mundo al revés. Si Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo: le bastaría con asomarse a la ventana. Al fin del milenio, el mundo al revés está a la vista: es el mundo tal cual es, con la izquierda a la derecha, el ombligo en la espalda y la cabeza en los pies.

Eduardo Galeano, en Patas arriba. La escuela del mundo al revés

Sevilla, 21/X/2021

El Museo Thyssen-Bonermisza, el museo de todos, como figura en su cabecera y que se mantiene, efectivamente, gracias al dinero público que aportamos todos los ciudadanos a través de los impuestos directos e indirectos para pagar la permanencia de la exposición permanente en sus salas,  proyecta la pintura como una manifestación cultural para todos, que hoy cobra especial interés general, desde mi perspectiva, por la obra de una pintora desconocida para muchas personas, Berthe Morisot (1841-1895), gran representante del impresionismo francés aunque silenciada por sus coetáneos, a la que el Museo dedicará a partir de noviembre una parte de su actividad bajo el formato de taller online y con el título de Cuentos populares y personajes femeninos, aunque sólo podrán acceder a él los llamados “Amigos del Museo”.

En el anuncio de esta actividad, figura un fragmento de una obra de la pintora francesa, Berthe Morisot,El espejo psiqué (1876), que me interesa conocer a fondo por una característica especial de esta artista: la utilización mágica del color blanco en muchas de sus obras. Es curioso constatar que esta obra figura en la actualidad como “no expuesta”, lo que da más valor si cabe a las palabras que dedico hoy a esta obra y a su autora. De acuerdo con la descripción oficial de esta obra por parte del Museo, “El espejo de vestir o La Psyché, como también se denomina, es uno de los lienzos que Berthe Morisot presentó en la Tercera Exposición Impresionista celebrada en 1877 en el piso alquilado por Gustave Caillebotte en el número 6 de la rue Le Peletier. Las numerosas menciones a la obra aparecidas en la prensa son prueba de la buena acogida que obtuvo la pintura. El ilustrador y crítico Bertall escribía: «Melle Morisot es muy admirada por sus fieles, por una escena de una muchacha en bata que coloca su corsé y por un boceto de mujer en tonos grises luminosos igual de elegante»; por su parte, Ballu destacaba «los blancos de su Psyché son de una calidad sorprendente»; y el mismo escritor Émile Zola, en su comentario del Salón, subrayaba «este año, la “Psyché” y “Muchacha en su tocador” son dos verdaderas perlas, en las que los grises y los blancos de las telas interpretan una sinfonía muy delicada». La pintura, ejecutada con una exquisita factura de suaves toques y una intensa luminosidad, nos muestra a una joven vistiéndose pausadamente en la soledad de su habitación frente al espejo de vestir, o psyché, estilo Imperio, que pertenecía a la pintora. La representación del mundo de los sentimientos femeninos fue un asunto tan permanente en la obra de Morisot que su amigo Paul Valéry solía decir que la pintora «vivía su pintura» y «pintaba su vida». […] Casada con Eugène Manet, hermano del pintor, con el que mantuvo una estrecha relación, y una de las fundadoras del grupo impresionista, Berthe Morisot estuvo preocupada de manera especial por el estudio de la luminosidad y el color y compartió el interés de los demás impresionistas por los reflejos de luz, de ahí la aparición de numerosos espejos en sus obras. Ahora bien, como ha señalado Tamar Garb, el tema de la toilette era también un pretexto para explorar un motivo tradicional de la pintura, ya que «se relaciona con el viejo tema de la vanidad, en el que Venus, o alguna otra figura femenina simbólica aparece representada contemplando su propio reflejo». El mismo título en francés — La Psyché— tiene un doble significado pues puede referirse tanto al nombre de la joven amada de Eros como a un tipo de espejo de cuerpo entero como el que aparece en esta pintura”.

Desconozco cómo se va a enfocar el análisis de esta obra en el taller online que citaba al comienzo de este artículo, pero estoy seguro de que destacará el doble sentido del “Psyché”, el espejo ante el que se mira la mujer que representa Morisot, porque esta pieza en los hogares del mundo siempre ofrece posibilidades de elaborar relatos preciosos en torno a la posibilidad de contemplarnos tal y como somos, aunque aquí se utilice la simbología del vestido, como el claro objeto del deseo de la pintora, ofreciendo una imagen que para el discreto de la burguesía parisina era como un insulto a su clase. El surrealismo que los acompañaba casi siempre, aunque encubierto, venía a dar la razón a una expresión muy gráfica, recordando el famoso letrero de las ventanillas de los trenes antiguos: “Prohibido asomarse al interior”, o sí, como estamos haciendo hoy al contemplar esta obra tan enigmática. Por si hay alguna duda, me quedo con el mensaje de Eduardo Galeano en su interpretación del espejo de Alicia en el País de las Maravillas, pero ahora en un mundo al revés: Hace ciento treinta años, después de visitar el país de las maravillas Alicia se metió en un espejo para descubrir el mundo al revés. Si Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo: le bastaría con asomarse a la ventana. Al fin del milenio, el mundo al revés está a la vista: es el mundo tal cual es, con la izquierda a la derecha, el ombligo en la espalda y la cabeza en los pies. Hoy, asomándonos al Psyché de Berthe Morisot.

Berthe Morisot, La cuna, 1872, Musée d’Orsay

Una cosa más. Quizás sea “La cuna” (1872) la obra que mejor representa el color blanco que con tanto esmero pintó Morisot a lo largo de su vida, en contraste con el negro tan presente en los alrededores de su existencia. La ternura de la imagen de una madre contemplando a su bebé en la cuna, concretamente su hermana Edma observando a su hija Blanca, de la que se atisba su cara a través de la trasparencia blanca del dosel de tul, en una diagonal mágica en la disposición de las manos de la madre y su hija, deja entrever el valor que dio a este color a lo largo de su vida, porque así la interpretaba a diario. Tenía razón su amigo Paul Valéry cuando afirmaba que Berthe Morisot “vivía su pintura” y “pintaba su vida”. Pintaba sus sentimientos en un mundo patriarcal que la silenciaba siempre y sólo a través del color blanco podía expresarlos con una fuerza mucho más fuerte que el viento, porque cuando sólo se pinta un color sin sentimiento, es eso, sólo un color en un mundo que casi siempre resuelve todo con fundidos a negro.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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