El Sistema Nacional de Salud ingresa en la Unidad de Cuidados Intensivos

Sevilla, 25/X/2021

Hace bastante tiempo que quiero escribir una reflexión profunda y breve sobre la realidad actual del Sistema Nacional de Salud (SNS) en España, con el que me siento muy identificado desde la perspectiva personal y profesional. A lo largo de la pandemia he escrito en este cuaderno digital, en numerosas ocasiones, sobre el comportamiento impecable del Sistema Nacional de Salud, con reconocimiento expreso a sus profesionales sin dejar a nadie atrás, pero ahora me ha empujado hacerlo de nuevo al conocer los datos que ha aportado la Asociación Empresarial del Seguro (UNESPA), correspondientes al primer semestre de este año, en los que el número de personas con pólizas de asistencia sanitaria creció un 4,4% entre 2019 y 2020, el incremento interanual más abultado desde 2011, superando los 11 millones de personas aseguradas (incluyendo los mutualistas), que suponen ya más del 23% de la población española. Evidentemente, no es el único problema que desenmascara la desestructuración y demolición progresiva de la sanidad pública, sino el síntoma evidente de que algo grave está pasando en su ordenación y organización financiera y administrativa, que la llevan a ingresar urgentemente en la Unidad de Cuidados Intensivos Políticos, Presupuestarios y Organizacionales del Estado, porque esta entrada masiva de la población en la Sanidad Privada es por algo que hay que analizar y atender con urgencia para devolver a la Sanidad Pública su excelente valoración ciudadana hasta hace unos años, coincidentes sin lugar a dudas con la crisis financiera mundial iniciada en 2008 y que dura ya trece largos y duros años, con una descapitalización progresiva y silente de financiación y de profesionales sanitarios verdaderamente alarmante.

Es cierto que el estrés que ha sufrido la Sanidad Pública durante el año y medio de pandemia por la COVID-19, ha sido algo excepcional y mantenido en esta travesía tan difícil, que ha supuesto poner al límite al Sistema y que ha dado muestras de sus fisuras a pesar del trabajo excepcional de sus profesionales, sin dejar a ninguno atrás y que nunca les reconoceremos de forma suficiente, digna y justa. Pero a través de esas fisuras hemos visualizado también problemas estructurales que han llevado a esta Sanidad Pública, enferma de financiación y de falta de profesionales, junto a graves problemas organizativos, a una situación límite que exigiría en estos momentos un Pacto de Estado, en el que se debería partir del reconocimiento de la salud como pilar básico del llamado Estado de Bienestar, como derecho fundamental que es en este país, donde se deberían abordar los problemas sustantivos de presente y futuro, así como las peculiaridades del Estado de Autonomías y de los Sistemas de Salud descentralizados, para finalizar en una legislación de rango sustantivo para todo el país. Este Pacto de Estado debería evitar discriminaciones de todo tipo y salvaguardar exclusivamente el interés sanitario general, basado en el principio de equidad, como precepto constitucional que no se debería olvidar nunca, teniendo siempre en mente la realidad flagrante de la pobreza severa en el país, donde cualquier enfermedad hace siempre especial mella.

Somos muy dados de apabullar con números estos análisis, que aburren a quien se acerca a atisbar soluciones, pero he comenzado estas palabras denunciando que algo grave pasa con la sanidad pública cuando hay esta sangría de personas afiliadas al Sistema Nacional de Salud que se pasan a la Sanidad Privada por múltiples razones, pero fundamentalmente porque los fallos organizativos en las citas médicas tanto de atención primaria, como especializada y listas de espera impresentables para cirugías de todo tipo, han llevado a estas personas a buscar un aseguramiento que en esta etapa coyuntural del coronavirus, les atiendan de forma más razonable para ellos. Probablemente ya no retornarán, porque lo que viene en la Sanidad Pública, si no se abordan estos problemas estructurales que señalo, es verdaderamente lamentable. Véase, si no, los datos del Sistema Nacional de Salud a 31 de diciembre de 2020, en relación con las listas de espera, que son por sí mismos elocuentes: casi un 50% de los pacientes esperaron más de seis meses para tener una cita con el especialista, y el tiempo de espera medio para una operación era de 148 días, casi cinco meses. Las consultas con más demora son, por este orden: traumatología, dermatología y oftalmología. Ahora, además, la realidad de las demoras en la citas en atención primaria son también demostrativas de esta situación tan alarmante para la sociedad en general y, sobre todo, para los más débiles, los nadies, porque nunca tendrán otro soporte de atención a su salud que no sea el público.

Y llegados a este punto, quiero manifestar que en este Pacto de Estado, que debería coordinar el Gobierno Central, tienen cabida todas las fuerzas políticas del arco parlamentario, obviamente, aunque sepamos de antemano que determinadas posiciones no son inocentes y que algunas llevan años desmantelando los servicios públicos de salud en todo el país, de forma artera, camuflada y enrocada en supuestos principios de eficacia y eficiencia organizacional y administrativa que, cuando rascas un poco, no existen. Por tanto, hay que desenmascarar con urgencia la mediocridad sanitaria, que también existe, de muchos dirigentes políticos de este país.

Por otra parte, el hartazgo de los profesionales sanitarios del SNS al que ha llevado la situación tan extrema ahora por la pandemia, pero que ya venía avisando desde más de diez años, es decir, como síntoma de un problema estructural, no coyuntural, es algo que necesita ser abordado en ese Pacto de Estado con urgencia absoluta, para contener la sangría que también se está produciendo con los citados profesionales, dado que los que aún están en el Sistema no reciben una contraprestación económica acorde con su trabajo y conviviendo con agravios comparativos a nivel de Estado entre Servicios de Salud de las diferentes Comunidades. Igualmente, los profesionales que se van y en los que el Sistema Público ha invertido miles de euros en su formación, no son sustituidos de forma adecuada, entre otras cosas porque determinados especialistas no se suplen de forma inmediata. Tampoco las jubilaciones que ya se han dado y las que se avecinan, porque la edad media de los profesionales sanitarios de este país es bastante alta. Estas carencias las sobrellevan como pueden los profesionales que se quedan en el Sistema, con unas cargas de trabajo insoportables para ellos y para la ciudadanía, que se manifiesta sobre todo en la Atención Primaria y en la Especializada, con un sufrimiento agregado en determinadas especialidades que tradicionalmente han sido consideradas como “parientes pobres” del Sistema, como es el caso de la Salud Mental, entre otras. No olvido tampoco las ratios impresentables de profesionales/ciudadanos, con un déficit estructural que sólo espera milagros organizativos para salvar cada día la atención sanitaria en todos los niveles del Sistema, con esfuerzos heroicos ni reconocidos ni pagados como merecen.

Desde este blog escribo estas líneas de denuncia por el silencio cómplice, clamoroso, que se detecta en casi todos los niveles de responsabilidades públicas y privadas, porque hay cauces para establecer un clima de opinión que llegue ante las autoridades pertinentes para que se aborde el citado Pacto de Estado para reforzar el Sistema Nacional de Salud, aunque los silencios son más que evidentes. ¿A qué más hay que esperar? Las Mareas Blancas, por ejemplo, hacen lo que pueden, pero hay que crear un estado de opinión que sea favorable a este abordaje inmediato de soluciones para atender a una sanidad pública enferma, que necesita inmediatamente cuidados intensivos si no queremos que desaparezca a lo largo de los años, porque el deterioro va a más hasta alcanzar situaciones insostenibles, en las que la Sanidad Privada hará su agosto una vez más como gran solucionador, teórico, de todos los problemas actuales denunciados.

Analizar los datos del El seguro de salud en 2020 (2021), publicado por la Asociación Empresarial del Seguro (UNESPA), refrenda que por ejemplo, en Andalucía, la suscripción de pólizas de seguros de salud privada ha crecido seis puntos desde 2009, es decir, ha pasado del 15% de la población asegurada al 21%, ocupando en la actualidad el 8º puesto en la capilaridad del seguro privado de salud en el país. Personalmente, me ha preocupado mucho este dato y debería plantearnos qué es lo que provoca este incremento, como una manifestación más de que la sanidad pública tiene graves problemas estructurales sin resolver. Es sólo un síntoma, pero de momento sabemos que la enfermedad por la que atraviesa el Sistema Nacional de Salud es grave en su diagnóstico actual y que persiste en todo el territorio nacional desde hace tiempo.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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