Cuando la meditación es un consuelo

Sevilla, 4/X/2021

Anoche se entregaron en Madrid los premios Platino del Cine y el Audiovisual Iberoamericano, en su VIII edición, recibiendo la película El olvido que seremos, dirigida por Fernando Trueba, los premios a la mejor película iberoamericana de ficción, mejor dirección (Fernando Trueba), mejor interpretación masculina (Javier Cámara), mejor guion (David Trueba) y mejor dirección de arte (Diego López). Estos premios se suman al recibido el pasado mes de marzo, el Goya a la mejor película iberoamericana, como reconocimiento al excelente trabajo del cine iberoamericano, en este caso con la fusión de Colombia y España. Con este motivo, vuelvo a publicar el artículo que publiqué en el mes de junio de 2020, Cuando guardamos el alma en un bolsillo, en plena pandemia, una reseña envuelta en palabras de Antonio Machado y Jorge Luis Borges, que siguen teniendo actualidad plena en un mundo de desencantos por la corrupción en los poderes públicos y privados, donde afloran siempre los vicios privados y las públicas virtudes que tanto daño hacen a la Humanidad. Véase como botón de muestra la noticia aparecida hoy en los medios de comunicación de países que comparten el periodismo científico, sobre los papeles de Pandora, en la que se destapan los negocios opacos de 600 españoles y 35 mandatarios internacionales y en la que aparece también la cara más triste y de desencanto social de los ciudadanos de Colombia y España, cuando el fraude tributario campa a sus anchas en paraísos fiscales, haciendo añicos el estado del bienestar y el interés general de la ciudadanía.

He leído el libro varias veces, cumpliendo un compromiso adquirido el día que escribí el artículo que sigue, lectura que recomiendo una y mil veces, con un título que es todo un símbolo para no olvidar, siendo y estando en un mundo tan conflictivo como el actual, pero que sigue posibilitando que todos podamos guardar nuestra alma en el bolsillo más querido de nuestra vida. En aquél momento no había leído el libro, aunque días después lo compré y devoré en un abrir y cerrar de ojos. También del alma. El soneto de Borges, Aquí. Hoy, lo le leído también en bastantes ocasiones de mudanzas de cuerpo y alma, porque la meditación sobre su fondo y forma es un consuelo en estos tiempos tan revueltos.

Cuando guardamos el alma en un bolsillo

Ha sido una experiencia especial, de las que estremece la vida, porque he vuelto a descubrir el alma de una persona en su bolsillo. Me ocurrió por primera vez el día que supe que en un viejo abrigo de Antonio Machado, que le daba calor en el frío febrero de 1939 en Colliure, unos días antes de su triste fallecimiento en el exilio, guardaba en uno de sus bolsillos un papel arrugado con tres anotaciones a lápiz: “Ser o no ser…”, una cuarteta a Guiomar (de Otras canciones a Guiomar, a la manera de Abel Martín y Juan de Mairena, corregida así: “Y te daré mi canción: / Se canta lo que se pierde / con un papagayo verde / que la diga en tu balcón”) y un verso suelto: “Estos días azules y este sol de la infancia…”. Lo descubrió su hermano José, unos días después del fallecimiento de su madre y de su hermano Antonio. Tres reflexiones rotas, inacabadas, por una vida compleja por razón de ideología y compromiso social, que simbolizan una forma de ser y estar en el mundo como persona digna.

La segunda experiencia y que motiva estas palabras escritas hoy con el vértigo que siento siempre ante la página en blanco, es el descubrimiento de una historia que merece ser leída con detalle a través de un extenso artículo del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, protagonizada por una nota encontrada en el bolsillo de la chaqueta de su padre, el doctor y activista de derechos humanos Héctor Abad Gómez, el día que lo asesinaron (probablemente a manos de paramilitares), el 25 de agosto de 1987, en la calle Argentina de Medellín (Colombia), donde figuraba un poema de Borges, tal y como lo describió meses después en el Magazín Dominical de El Espectador. Fue el momento en el que dijo que el poema era de Borges. Lo que sucedió después, a lo largo de los años, es una historia muy larga de contar que propició la publicación de un libro, El olvido que seremos (1), que a su vez ha sido la base del guion de una película dirigida por Fernando Trueba y que ha sido seleccionada en la 73ª edición del Festival de Cannes, aunque no ha podido celebrarse el pasado mes de mayo por la pandemia mundial. Esta concatenación de hechos es muy sugerente, a modo de una novela no de ficción, sino de realismo mágico y trágico colombiano que tan bien trató siempre Gabriel García Márquez, aunque en esta ocasión con visión plena y triste de una gran realidad vivida y sentida en primera persona por Héctor Abad Faciolince.

EL OLVIDO QUE SEREMOS

El poema atribuido desde el primer momento a Borges, lo tiene grabado el autor del artículo en su mente y muestra de su creencia en la auténtica autoría, tan controvertida después, es que sirvió como epitafio en la tumba de su padre, recogiendo las iniciales JLB que recordaba haber visto en aquella nota que encontró en el bolsillo de su padre: “[…]el poema ahora también está impreso en mi memoria y espero recordarlo hasta que mis neuronas se desconfiguren con la vejez o con la muerte”:

Ya somos el olvido que seremos.
El polvo elemental que nos ignora
y que fue el rojo Adán y que es ahora
todos los hombres, y que no “.

Ya somos en la tumba las dos fechas
del principio y el término. La caja,
la obscena corrupción y la mortaja,
los ritos de la muerte, y las endechas.

No soy el insensato que se aferra
al mágico sonido de su nombre.
Pienso, con esperanza, en aquel hombre

que no sabrá que fui sobre la tierra.
Bajo el indiferente azul del cielo
esta meditación es un consuelo.

Primero, le puso un título, Epitafio, hasta que con el paso de los años en el largo camino por demostrar la autoría de Jorge Luis Borges, apasionante, supo que su verdadero título era “Aquí. Hoy”. No he leído el libro que narra estos acontecimientos a modo de autobiografía novelada en tiempos de aquel suceso, solo algunas reseñas, entre las que escojo la de mi maestro, Manuel Rivas: “No sé si un libro puede cambiar la vida, pero sí que puede alterar tu reloj biológico. […] Me mantuvo en vigilia toda la noche. Es un libro con boca. La boca inolvidable de la gran literatura que ha sobrevivido a la extinción de las palabras”. Tampoco he visto la película, obviamente. Pero siento como si leyera hoy los versos de Machado y Borges, en primera persona y en directo, comprendiendo que el alma puede quedarse en el bolsillo de una chaqueta como si fuera el mejor lugar para una gran compañera en el camino de la vida: la dignidad del olvido. En el caso del padre de Héctor Abad Faciolince, muriendo también como Machado en soledad sonora, pero sin abandonar el precioso retrato de la dignidad: Y cuando llegue el día del último viaje, / y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, / me encontraréis a bordo ligero de equipaje, / casi desnudo, como los hijos de la mar.

Porque es verdad: desde hoy mismo ya somos el olvido que seremos y podemos guardarlo dignamente, como el alma, en nuestro bolsillo más querido.

(1) Abad Faciolince, H. (2017). El olvido que seremos. Madrid: Alfaguara.

NOTA: la imagen en la que aparece Fernando Trueba, se recuperó el 6 de junio de 2020 de https://www.las2orillas.co/el-olvido-que-seremos-llega-a-cannes/

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Francisco sólo habla de fortalecer las raíces y reafirmar los valores del Pueblo de México

Francisco

Sevilla, 2/X/2021

Leo con sorpresa e indignación el ataque furibundo al Papa Francisco por lo manifestado en la carta que ha dirigido a Monseñor Rogelio Cabrera López, Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, el pasado 24 de septiembre, con motivo del Bicentenario de la declaración de la Independencia del Pueblo Mexicano. La derecha cavernícola de este país, junto a la ultraderecha, se han unido en un ataque sin piedad a Francisco por lo expresado en la citada carta, que reproduzco a continuación para no mezclar a priori una sola opinión en su texto y contexto, donde lo único que se explica con detalle son los hilos conductores de la misma: fortalecer las raíces y reafirmar los valores de México como nación:

Querido hermano: 

Con motivo del Bicentenario de la declaración de la Independencia, quiero hacerte llegar un cordial saludo, a ti y a los demás hermanos obispos, a las autoridades nacionales y a todo el Pueblo de México. Celebrar la independencia es afirmar la libertad, y la libertad es un don y una conquista permanente. Por eso, me uno a la alegría de esta celebración y, al mismo tiempo, deseo que este aniversario tan especial sea una ocasión propicia para fortalecer las raíces y reafirmar los valores que los construyen como nación. 

Para fortalecer las raíces es preciso hacer una relectura del pasado, teniendo en cuenta tanto las luces como las sombras que han forjado la historia del país. Esa mirada retrospectiva incluye necesariamente un proceso de purificación de la memoria, es decir, reconocer los errores cometidos en el pasado, que han sido muy dolorosos. Por eso, en diversas ocasiones, tantos mis antecesores como yo mismo, hemos pedido perdón por los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización. En esa misma perspectiva, tampoco se pueden ignorar las acciones que, en tiempos más recientes, se cometieron contra el sentimiento religioso cristiano de gran parte del Pueblo mexicano, provocando con ello un profundo sufrimiento. Pero no evocamos los dolores del pasado para quedarnos ahí, sino para aprender de ellos y seguir dando pasos, vistas a sanar las heridas, a cultivar un diálogo abierto y respetuoso entre las diferencias, y a construir la tan anhelada fraternidad, priorizando el bien común por encima de los intereses particulares, las tensiones y los conflictos. 

El aniversario que están celebrando invita a mirar no sólo al pasado para fortalecer las raíces, sino también a seguir viviendo el presente y a construir el futuro con gozo y esperanza, reafirmando los valores que los han constituido y los identifican como Pueblo –valores por los que tanto han luchado e incluso han dado la vida muchos de vuestros antecesores– como son la independencia, la unión y la religión. Y en este punto, quisiera destacar otro acontecimiento que marcará sin duda todo un itinerario de fe para la Iglesia mexicana en los próximos años: la celebración, dentro de una década, de los 500 años de las apariciones de Guadalupe. En esta conmemoración, es bello recordar que, como lo expresó la Conferencia del Episcopado Mexicano en ocasión del 175º aniversario de la Independencia nacional, la imagen de la Virgen de Guadalupe tomada por el Padre Hidalgo del Santuario de Atotonilco, simbolizó una lucha y una esperanza que culminó en las “tres garantías” de Iguala impresas para siempre en los colores de la bandera. María de Guadalupe, la Virgen Morenita, dirigiéndose de modo particular a los más pequeños y necesitados, favoreció la hermandad y la libertad, la reconciliación y la inculturación del mensaje cristiano, no sólo en México sino en todas las Américas. Que ella siga siendo para todos ustedes la guía segura que los lleve a la comunión y a la vida plena en su Hijo Jesucristo. 

Que Jesús bendiga a todos los hijos e hijas de México, y la Virgen Santa los cuide y ampare con su manto celestial. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. 

Fraternalmente, 

Roma, San Juan de Letrán, 16 de septiembre de 2021

Como es habitual en la diplomacia vaticana el lenguaje es exquisito y cuidado hasta la saciedad, aunque es bueno reconocer en este tiempo actual que se cometieron errores durante la llamada “conquista de América”, a lo que Francisco llama “purificar la memoria”: “Por eso, en diversas ocasiones, tantos mis antecesores como yo mismo, hemos pedido perdón por los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización. ¿Es malo y anticristiano o anticatólico, pedir perdón por los errores cometidos? Francisco, además, insiste en que no hay que quedarse en el pasado sino frecuentar el futuro que nos guiará para sanar las heridas, a cultivar un diálogo abierto y respetuoso entre las diferencias, y a construir la tan anhelada fraternidad, priorizando el bien común por encima de los intereses particulares, las tensiones y los conflictos. Para mí, nada que objetar. También, aborda la necesaria reafirmación de valores que identificar al Pueblo mexicano, –valores por los que tanto han luchado e incluso han dado la vida muchos de vuestros antecesores– como son la independencia, la unión y la religión.

No soy un defensor a ultranza de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, porque la deriva que tomó hace ya bastantes siglos, observando su memoria histórica, no es precisamente ejemplar, quedándome sólo -por decirlo de algún modo- con la misión papal de San Pedro, Papa entre los Papas, que reflejó Rafael Alberti, un comunista redomado, en su poema Basílica de San Pedro (1), palabra a palabra, que nos ayuda a no confundir en momento alguno el valor y precio del auténtico mensaje de un Papa actual como Francisco:

Di, Jesucristo, ¿Por qué
me besan tanto los pies?

Soy San Pedro aquí sentado,
en bronce inmovilizado,
no puedo mirar de lado
ni pegar un puntapié,
pues tengo los pies gastados,
como ves.

Haz un milagro, Señor.
Déjame bajar al río;
volver a ser pescador,
que es lo mío.

(1) Alberti, Rafael (1968). Roma, peligro para caminantes. México: Joaquín Mortiz.

Para decirlo en roman paladino, nunca mejor dicho, tan querido por Gonzalo de Berceo (Quiero fer una prosa en román paladino en el qual suele el pueblo fablar a su veçino…), Francisco lo único que pretende ahora es pedir perdón por doquier porque la Iglesia ha cometido muchos errores a lo largo de los siglos, incluso mucho antes que se llegara a América, donde tampoco se hicieron las cosas muy bien, tratando una conversión de culturas que no fue precisamente ejemplar en muchas ocasiones. Creo que Augusto Monterroso lo sintetizó muy bien en su cuento El eclipse, donde se narra una artimaña de sabiduría futurible por parte del protagonista del cuento, bastante laico por cierto:

Cuando Fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlos. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitivamente. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de Los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.

Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.

Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.

Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles.

Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de ese conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.

-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.

Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.

Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.

Los mayas sabían mucho de su pasado presente, igual que los aimaras o los aztecas en México. No les hacía falta la insolencia divina y humana del fraile sabiondo que quiso remedar al sabio sol de aquellas tierras, intentando predecir su futuro personal, cuando los que le rodeaban solo conocían el pasado presente a través de los siglos. Al buen entendedor, pocas palabras bastan, porque la inculturación a la que se refiere Francisco es la que sabemos que ocurrió y no con las mejores artes por parte de la Iglesia del siglo XV y siguientes, es decir, el proceso de integración de México, por ejemplo, en la cultura y en la sociedad de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, con la que entró en contacto desde el descubrimiento de América por los españoles, cuando no se respetaron las culturas y creencias propias que ya estaban allí desde hacía muchos siglos antes de que llegara la evangelización a sus tierras y parentelas.

Francisco merece nuestro respeto. Viene diciendo desde que tomó posesión de su pontificado que sólo quiere ser pescador, como su antecesor, porque es lo suyo. No malinterpretemos sus palabras, porque lo que ha dicho está muy claro en su carta que, con independencia de credos y creencias, deberíamos leer todos con respeto a lo allí expuesto y aplicando el principio de realidad, en su texto y contexto, de lo que sucedió en América hace ya muchos siglos.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Nacho Duato recrea hoy en San Petersburgo el lago de los cisnes

El lago de los cisnes, dirección: Nacho Duato / Ballet del Teatro Mijáilovski (San Petersburgo)
Tchaikovsky, El lago de los cisnes, Escena Final / Herbert von Karajan. Filarmónica de Berlín

Sevilla, 1/X/2021

Hoy se estrena en el Teatro Mijáilovski de San Petersburgo, El lago de los cisnes, con la coreografía y puesta en escena de Nacho Duato, director artístico de la Compañía de Ballet del teatro citado. Debería ser un acontecimiento para nuestro país, por el gran impacto internacional que tiene este evento y que pasará bastante desapercibido en su tierra, sin prestarle la atención que merece, tal y como expresaba Luis Cernuda en sus palabras dirigidas a sus paisanos andaluces, en su caso, por el desencanto que recibía en Andalucía en relación con su vida y obra: el trabajo humano, con amor hecho, merece la atención de los otros. La sinopsis oficial de esta obra expresa que: “La versión del coreógrafo español Nacho Duato del «ballet más importante de la escena rusa» es más fantasía que cuento de hadas. “Nos estamos alejando del romance de los castillos medievales y los rituales de la corte”, dice el coreógrafo. “Quiero crear una historia más contemporánea, profundamente emocional y humana. Estas emociones provienen de la música de Tchaikovsky, pero el escenario será el siglo XX. La artista Angelina Atlagic ha ideado trajes fantásticamente hermosos y un diseño escénico extremadamente elegante». Nacho Duato utiliza fragmentos de la coreografía clásica de Lev Ivanov y Marius Petipa en su producción, pero el acto final será algo completamente nuevo. “La escena final puede sorprender al público”, insinúa el coreógrafo. “No quiero regalarlo, es mejor que todos lo interpreten a su manera. Pero si me preguntan si hay un final feliz, diré esto: tal como yo lo veo, lo hay «.

El lago de los cisnes, Ballet del Teatro Mijáilovski – Coreografía: Nacho Duato

En una entrevista que publicó ayer la Agencia EFE, Duato se atreve con «El lago de los cisnes» en San Petersburgo, el coreógrafo de talla internacional afirma que “Soy el primer extranjero desde (el francés Marius) Petipa que estrena un lago de los cisnes. Es algo bastante inusual”, «Intento hacer un Lago que conecte con la gente. Por eso lo he situado en la época en que acabaron aquí los Románov, a principios de siglo XX» y “Acorto un poco la música, quito todo lo que tenga que ver con la pantomima y trato de explicar la historia siempre a través del movimiento y no a través del mimo. De momento, moverlo cinco siglos hacia aquí», entre otras manifestaciones. Me alegra saber que en enero vuelve a España para un proyecto de la Compañía Nacional de Danza, que dirigió entre 1990 y 2010: “Por fin, después de once años de ausencia, me han invitado a hacer una nueva producción. Voy a hacer un ballet de media hora que empezaré en enero. El estreno será en marzo, pero todavía no sé el teatro”.

La verdad es que Nacho Duato debería volver a nuestro país para que se le ofreciera el proyecto que merece: dirigir, al igual que está haciendo en la actualidad en San Petersburgo, una Compañía de ballet de un Teatro Nacional que fuera un escaparate mundial de lo que él sabe hacer de forma extraordinaria. Se lo merece, porque su sentimiento es muy triste en relación con la cultura en nuestro país, en el sentido de que si España “[…] no apoya a sus artistas y no ama el arte y desde el colegio no le enseña la belleza a los niños (…) es un zombi”, como acaba afirmando en la citada entrevista.

Mientras, en el después de este estreno mundial, me quedaré con la incógnita de qué ha querido transmitir Nacho Duato con la escena final de su lago de los cisnes, porque ahora no lo ha querido contar en beneficio de que, como la vida misma, cada uno lo viva como mejor sepa hacerlo. Él nos garantiza que es un final feliz y con eso me quedo en estos tiempos tan convulsos. Con eso me basta, acompañado siempre por la maravillosa música del maestro Tchaikovsky. Escucho con atención casi reverencial la escena final de esta bella obra, bajo la batuta de Herbert Von Karajan dirigiendo la Filarmónica de Berlín y con el violín de Michel Schwalbé, intentando comprender a través de la partitura los mensajes del triunfo del amor a pesar de todo, simbolizado en la petición de perdón de Sigfrido a Odette, que finalmente muere en sus brazos, aunque las aguas crecen y acogen a los dos amantes que desaparecen entre el oleaje, todo ello acompañado del crescendo e los metales y de la percusión. Las cuerdas y posteriormente la fanfarria de los metales se esfuerzan en demostrar que el bien vence siempre al mal, a los cisnes negros de la vida que también existen. Finalmente los cines blancos recobran su libertad. La coda final se encarga de enunciarlo y dar acogida a este solemne triunfo sobre las fuerzas del mal. Karajan ha vuelto a dar vida hoy a una obra sublime sintetizada en estos extraordinarios cinco minutos inolvidables. Se lo agradezco, al igual que a Nacho Duato, que volverá a recordarnos esta tarde en San Petersburgo el mensaje principal de la obra de Tchaikovsky, con mi respeto, atención y admiración a su dilatada obra artística.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.