Antónimos para el ocaso de la democracia / 2. Principios

Mario Benedetti / Pablo Neruda

Sevilla, 7/V/2022

La acepción sexta de la palabra principio, como sustantivo, en el Diccionario de la lengua española de la RAE, es un antónimo justo y necesario ante el ocaso de la democracia: norma o idea fundamental que rige el pensamiento o la conducta. Como tantas veces he escrito en este cuaderno digital, hay que hacer un esfuerzo por recuperar la ética de los principios y uno de ellos, fundamental, es el democrático. Además, hay que mantenerlo de por vida, porque a diferencia de lo que manifestaba Groucho Marx en su famoso aserto, estos son mis principios y si no gustan tengo otros, no es el caso que nos ocupa. Personalmente, estoy convencido de que el principio democrático es una seña de identidad que hay que mantener de por vida porque es el que nos permite disfrutar de la convivencia diaria, tal y como se viene expresando a lo largo de los siglos.

La democracia se rige por ideas fundamentales sustentadas por el pensamiento y la conducta, en una exposición permanente de coherencia entre lo que se piensa y cómo se actúa, porque las palabras siempre deben ir detrás de lo que se manifiesta a través de hechos, que también deben ser siempre amores y no sólo buenas razones. En este sentido, no olvido unas palabras de Mario Benedetti en Revolución es participación (1), que aún nos quedan: “La imaginación popular corre junto con los hechos, casi podemos decir que los hechos mismos son imaginativos, porque los hechos, mucho más que las palabras, son los que van abriendo caminos nuevos; los hechos empecinados y tenaces, fueron siempre y son ahora, la vanguardia de una transformación profunda. Las palabras vienen siempre detrás para explicarnos; incluso para explicar por qué se olvidaron de anunciarlos”.

Cuando se percibe a diario que se está poniendo en riesgo continuo a la democracia, suena con gran fuerza en mi interior, un refrán de mi infancia rediviva: hechos son amores y no buenas razones, enunciado anteriormente. Los hechos políticos verdaderos son los que abren siempre caminos nuevos, porque el ejemplo de lo que sucede en beneficio de todos es lo que convence de verdad a la ciudadanía, lo que refuerza segundo a segundo la credibilidad sobre la democracia. Lo que ocurre es que casi siempre invertimos los términos en política y se suele hablar, más que demostrar, lo que verdaderamente convence, es decir, los hechos verdaderos y constatables. Tenía razón Michael Ignatieff, el candidato a la presidencia de Canadá en las elecciones de 2011, cuando afirmaba que “Nada te va a causar más problemas en la política que decir la verdad”, pero este “amor”, la verdad, hay que asumirlo siempre.

El problema en estos días es que la ciudadanía está perdiendo alma política, es decir, ideología y principios como normas o ideas fundamentales que rijan el pensamiento o la conducta democrática, que permitan salir del ocaso en el que se encuentra, mirando hacia atrás, sin ira, para seguir aprendiendo de los errores que en democracia se cometen a diario. El escritor portugués Lobo Antúnes lo comentó una vez y se me ha quedado grabado para siempre. Era una idea preciosa aportada por un enfermo esquizofrénico al que atendió tiempo atrás: “Doctor, el mundo ha sido hecho por detrás”, como si detrás de todo está el alma humana que fabrica el cerebro. Porque según Lobo Antúnes “ésta es la solución para escribir: se escribe hacia atrás, al buscar que las emociones y pulsiones encuentren palabras. “Todos los grandes escribían hacia atrás”. También, porque todos los días, los pequeños “demócratas”, escribimos así en las páginas en blanco de nuestras vidas, como cavando un pozo con una aguja, es decir, los equivocados, los fracasados temporalmente, las personas a las que no duele el aparente fracaso de la política y su contribución al ocaso de la democracia por falta de principios que sustenten una ideología que respete el beneficio social para todos, que salve siempre el interés general de la sociedad, debemos buscar de nuevos hechos, amores, que nos lleven a abrir caminos ilusionantes por las grandes alamedas políticas de una sociedad diferente, instalada en la libertad, donde puedan pasear por ellas las personas libres. Aunque tengamos que mirar de forma obligada hacia atrás para analizar en profundidad qué ha pasado y corregir los errores, para que las nuevas ilusiones “democráticas” encuentren las mejores palabras que anunciar. Será la única forma de hacer justicia a lo que pueda ocurrir en Andalucía a partir del próximo 19 de junio, día de las elecciones en esta Comunidad, porque podremos por fin justificar con palabras los hechos que hoy, por silencios cómplices y vergonzantes de las personas que, teóricamente aman la democracia, por el absentismo galopante en las últimas convocatorias de elecciones, que nos atenazan y nos dejan mudos. La revolución, digámoslo de una vez por todas, conlleva siempre participación y presencia. Es una de las obligaciones que nos impone del día a día democrático, porque hechos son amores votados y no buenas razones, porque las palabras deben venir siempre detrás para explicar todo, incluso para decir claro y alto por qué no se justifica en cada momento oportuno la derrota paulatina y a veces silenciosa de los que amamos la democracia, por mucho que nos duela hacerlo.

Personalmente, defiendo con ardor guerrero un principio ante el ocaso de la democracia, el principio esperanza. En 2006 escribí que “Efectivamente, es tiempo de esperanza. Aprendí de Ernst Bloch y así lo escribí hace muchos años, que el gran valor de la esperanza es el ofrecimiento de ser activos en la búsqueda de lo que deseamos, porque lo que esperamos todavía no ha llegado y, además, nos interesa, nos hace libres. En cualquier nivel, en cualquier proyecto, en cualquier deseo: frente al principio materialista de Marx de que la realidad social determina la conciencia del hombre, Bloch presenta a la conciencia individual de cada persona como determinante de la historia y de su historia, enfrentándose cotidianamente con la insatisfacción humana vivida en necesidad y negación. Por ello, cada persona lucha por alcanzar su plenitud. El hecho es que todavía no la ha alcanzado. Esta “hambre cósmica” se experimenta en el deseo de alcanzar un sentido pleno de la vida. Es como la ilusión que yo tenía cuando era niño y construía los juguetes en mi pensamiento hasta que llegaba el día señalado y lo alcanzaba”.

Si defiendo hoy el antónimo “principio” esperanza, como uno de mis principios, frente al ocaso de la democracia, es porque estoy convencido de que las esperanzas deben regarse cada día con el rocío de la defensa de la dignidad humana, respondiendo a una pregunta inquietante de Pablo Neruda en su Libro de las preguntas: ¿Es verdad que las esperanzas deben regarse con rocío? Tan verdad como la vida misma, porque luchar ante el ocaso de la democracia es una obligación ética en democracia, un principio, una norma o idea fundamental que debería regir el pensamiento democrático y la conducta que, indefectiblemente, siempre debería estar asociada a él. Para que no lo olvidemos ni siquiera un momento.

(1) Benedetti, Mario (1973). Terremoto y después. Montevideo: Arca.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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