Sevilla, 31/V/2022
Sigo muy de cerca la evolución de la salud mental en este país. En estos días he tenido la oportunidad de conocer con detalle la contribución social de una cantora, Rozalén, a través de una canción, Agarrarte a la vida, que explica en un reportaje reciente en el diario El País y que deberíamos leer y escuchar todos en sus explicaciones rotundas sobre el comportamiento humano ante el suicidio, porque estoy convencido de que como ciudadana cantora escribe y compone esta canción porque debe hacerlo, no sólo porque puede llevarlo a cabo como actividad principal de su vida, tal y como lo definía el cantor argentino de mi juventud Facundo Cabral, porque no es lo mismo poder que deber hacerlo. Creo que sus canciones nunca son inocentes, porque siempre se compromete con la vida de los que sufren y menos tienen. Un botón de muestra también es que siempre actúa acompañada de una profesional del lenguaje de signos para transmitir a personas discapacitadas los mensajes profundos que envuelven sus canciones.
En el caso que nos ocupa hoy, en sus últimas pre-ocupaciones como cantora, está el tema del suicidio, del que no se habla apenas en este país, cuando la realidad terca, que ya expuse en un artículo reciente, Namasté Victoria, es que el suicidio sigue siendo en España la primera causa externa de mortalidad, con cerca de cuatro mil fallecimientos al año, con una media de diez personas al día, lo que demuestra que algo grave está pasando en nuestro mundo más próximo cuando miles de personas se prohíben vivir a pesar de todo. En este contexto, conviene recordar que en el acto de presentación del Plan de Acción 2021-2024 Salud Mental y COVID-19, por parte del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a la ministra de Sanidad, Carolina Darias, el pasado 9 de octubre, celebrado en La Moncloa con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, el presidente afirmó que de acuerdo con la OMS “tener salud mental es tener un estado completo de bienestar físico, mental y social, y aquí es cuando te surgen las preguntas. ¿Cuántas personas a nuestro alrededor poseen ese estado de plenitud? ¿Cuántas veces a lo largo de nuestra vida nos sentimos en plenitud? En el día a día, incluso, ¿cuántas veces nos sentimos así y durante cuánto tiempo? Yo creo que ese bienestar está claro que no es fácil de conseguir y, por desgracia, para algunas personas es casi imposible y, sin embargo, es a lo que todos y todas debíamos de aspirar, también desde los poderes públicos, y es a construir una felicidad individual y también una felicidad colectiva”. Agregó también, en el contexto de la pandemia, «Que el 10,8% de la población española haya consumido tranquilizantes, relajantes o pastillas para dormir y el 4,5% haya tomado antidepresivos o estimulantes en los últimos días dice mucho del estado de salud de nuestra sociedad y de sus problemas estructurales» ha destacado. «Tenemos que analizarlos y hacerles frente con toda la responsabilidad y el poder que tiene el Estado, y también con el apoyo de las sociedades científicas. Nuestra responsabilidad es actuar».
Hizo una referencia muy próxima a la realidad vital de Verónica Forqué, cuando citó a la escritora Almudena Sánchez “en un libro publicado recientemente [Fármaco] sobre su depresión, y en el que decía lo siguiente: «es hora de que la fragilidad salga al escenario». Y aquí también habéis hecho referencia a la necesidad de visibilizar esta realidad. Y así es. Yo creo que es importante pasar del silencio al debate y del debate tenemos que pasar a la acción porque lo que es evidente es que no podemos normalizar que tantas personas necesiten pastillas para poder dormir o para poder levantarse y vivir. Tampoco podemos normalizar que el trabajo produzca ansiedad, no podemos normalizar que el sufrimiento se viva en soledad y tampoco que los cuidadores y cuidadoras de las personas que sufren también se sientan solos”.
Creo que junto a lo expresado de forma excelente y muy didáctica por Rozalén, a la que admiro, hace falta un gran debate de Estado sobre la salud mental, en el que se dé prioridad absoluta a la participación ciudadana y profesional vinculada a esta actividad de atención prioritaria de Estado, en todas sus manifestaciones posibles. Las primeras palabras de la escritora Almudena Sánchez traducen de forma espléndida lo que sentimos con la ausencia de Verónica Forqué y la catarata de preguntas que surgieron a raíz de su ausencia ¿voluntaria?, después de haber sufrido una depresión profunda: “El suicidio es un momento de no pensar. Es un acto que se hace con el corazón en agua hirviendo, como las langostas. No eres consciente hasta que ya no estás con los pies en la tierra, porque morirse es no estar. Es no participar. Hablarán de ti y no podrás intervenir. Verás a un niño con los ojos brillantes y no lo podrás abrazar. No puedes nada. Suicidarse es prohibirse”.
Hoy, me acerco de nuevo, en silencio, a la realidad del suicidio en este país, sobre todo de personas jóvenes, algunas muy cerca de nosotros, aunque la mayoría de los por qué en torno a la vida y muerte sigan sin respuesta en nuestro loco mundo de todos los días y a la espera, con la ardiente impaciencia de Neruda de que se atienda la salud mental como una emergencia nacional, de amplio espectro. Creo, firmemente, que “de Estado”. La fragilidad de vivir está muy presente en nuestras vidas, porque vuelvo a recordar el dato que me sobrecoge cada vez que lo escribo: el suicidio sigue siendo en España la primera causa externa de mortalidad, con cerca de cuatro mil fallecimientos al año, con una media de diez personas al día, lo que demuestra que acciones como las de Rozalén, con su compromiso como cantora de la vida, nos permiten pensar en que la ilusión de vivir puede volver en el difícil día a día, agarrándonos a la vida de la mejor forma que sabemos hacerlo, sin olvidar que “en esta orilla / Hay un ejército que lucha con amor / Sin juicios, ni culpas, ni reproches / Llevan por escudo un corazón.
Porque la ilusión puede volver / distinta, pero puede volver, incluso para los familiares y amigos de quienes un día jugaron a ser dios.
Sé de los fantasmas que habitan en ti
Del pozo frío y oscuro del que no logras salir
De los cristales atravesando tu garganta gris
Y ya sólo contemplas una forma de dejar de sufrir
Pero también guardo en la memoria
Todos los momentos en los que te vi feliz
El brillo que emanaban tus ojos
Tu inconfundible forma de reír
Pero también sé que, tras la tormenta
Todas las nubes logran desaparecer
Y que tus flores heladas y marchitas
Vuelven nuevamente a florecer
La ilusión puede volver
Distinta, pero puede volver
Lo que daría por agarrarte a la vida
Conduciría a todos tus monstruos hacia el paredón
Lo que daría por agarrarte a la vida
Pero sólo tú, sólo tú puedes jugar a ser dios
Ven junto a este árbol
Cerremos los ojos al sol
Quiero que sientas cerca mis manos
Háblame de tu dolor
Aunque no entienda, me quedo a tu lado
Y apago la voz
A veces, la simple presencia
Es la mayor comprensión
Pero sé bien de esa escalera
Con la que sueñas, que te lleva hacia una luz
Y amarra fuerte a la tierra
Toda esta amarga esclavitud
Acuérdate de que en esta orilla
Hay un ejército que lucha con amor
Sin juicios, ni culpas, ni reproches
Llevan por escudo un corazón
La ilusión puede volver
Distinta, pero puede volver
Lo que daría por agarrarte a la vida
Conduciría a todos tus monstruos hacia el paredón
Lo que daría por agarrarte a la vida
Pero sólo tú, sólo tú puedes jugar a ser dios
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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