Conocí a Selam (Paz), la niña de Dikika, en 2006, con motivo del descubrimiento en 2000 de los restos de su esqueleto a escasos diez kilómetros de Lucy, siendo un acontecimiento mundial porque ayuda a comprender el nacimiento de una determinada especie humana, los australopithecus afarensis, hace tres millones, trescientos mil años, aproximadamente. Este descubrimiento se siguió con especial interés científico porque “cuando se descubre un niño es que muestra mejor que un adulto los caracteres genéticos de la especie y permite observar elementos de base porque la acción del medio sobre la persona no se manifiesta todavía. Por eso, el descubrimiento es extremadamente importante. El estudio confirma el carácter bípedo y arborícola de Lucy, a través de estos dos esqueletos que, entre paréntesis, son los más completos de los australopitecos descubiertos”, de acuerdo con lo manifestado en su momento por Yves Coppens, descubridor de Lucy, vecina de Selam, en Dikika (Afar).
Hoy, he leído un reportaje solidario y excelente dedicado a la región de Afar, en Etiopía, la cuna de ambas niñas, región sobre la que nadie quiere saber nada, la gran olvidada entre otras muchas regiones, incluso por los propios etíopes. He escuchado a Paco Moreno, un abogado madrileño “que abandonó España hace siete años para fundar la ONG Amigos de Silva, que con su labor humanitaria ha logrado aumentar la atención médica en el territorio gracias a la rehabilitación y ampliación del único centro de salud de la demarcación” (1). El vídeo que encabeza este post es un ejemplo claro de generosidad sin límites ante una situación concreta en uno de los países más pobres del mundo.
La verdad es que me ha sobrecogido conocer la situación que está atravesando este pueblo nómada. Sobre todo cuando pienso que hace millones de años fueron los artífices de que naciera la especie humana y que progresara con el paso de millones de años y nos ofrecieran uno de las claves de nuestra especie, la capacidad de hablar, gracias a un pequeño hueso que se ha encontrado en los fósiles de Selam, sobre el que escribí el día que se presentó al mundo el descubrimiento de la niña de Dikika: “Y lo que me ha llamado la atención poderosamente, desde la anatomía de estos fósiles, ha sido el hallazgo de un hueso, el hioides (2), que es el auténtico protagonista del hallazgo, porque su función está vinculada claramente a una característica de los homínidos: el hioides permite fosilizar el aparato fonador, es decir, hay una base para localizar la génesis del lenguaje, aunque tengamos que aceptar que el grito fuera la primera seña de identidad de los australopithecus afarensis”.
Paco Moreno resume muy bien qué se aprende estando en Etiopía”: “Muchas cosas: la primera y fundamental es que hay que ser feliz. La gente es feliz sin tener nada y lo poco que tienen lo comparten. Lo segundo es aprender a valorar lo que tienes: en España se dan por hecho cosas como la luz, el agua o la comida, cosas que aquí no dispones de ellas todos los días. Y lo tercero y último, que ayudando y haciendo felices a los demás, es como realmente uno alcanza la felicidad”.
En los tiempos que corren, es una gran lección, digna de ser conocida por todos los que creemos que otro mundo es posible. Y Paco Moreno lo puede comentar hoy día porque existieron allí Selam y Lucy, unas niñas que probablemente permitieron que sus familias salieran de África hace ya millones de años y comunicarse mediante palabras, gracias al hueso hioides, que las hacía muy diferentes a las demás especies. Es lógico que estemos agradecidos hoy a su nacimiento y vida en la región de Afar, llevándoles soluciones, como Paco, a sus problemas actuales: cobertura sanitaria, alimentación y agua, habiéndonos aportado la felicidad de lo sencillo, porque siendo “magníficos cazadores-recolectores, decidieron hace 50.000 años, aproximadamente, salir de su territorio y comenzar la aventura jamás contada. Aprovechando, además, un salto cualitativo, neuronal, que permitía articular palabras y expresar sentimientos y emociones. Había nacido la corteza cerebral de los humanos modernos, de la que cada vez tenemos indicios más objetivos de su salto genético, a la luz de los últimos descubrimientos de genes diferenciadores de los primates, a través de una curiosa proteína denominada “reelin” (3).
Mientras, Selam correteaba con sólo tres años por los campos de Dikika, donde había paradójicamente mucha agua, porque junto a su esqueleto se descubrieron también los de hipopótamos y cocodrilos, lo que aventura pensar que Selam fue una niña feliz en un medio fértil y adecuado a sus necesidades (4). Y así lo contaron a lo que hoy se llama el primer mundo.
Sevilla, 12/IX/2014
(1) Escuer, Vanessa (2014, 11 de septiembre). Sobrevivir en el último rincón del mundo. El País.com.
(2) Hueso impar, simétrico, solitario, de forma parabólica (en U), situado en la parte anterior y media del cuello entre la base de la lengua y la laringe.
(3) Pollard, K.S., Salama, S.L. (2006). An RNA gene expressed during cortical development evolved rapidly in humans. Nature advance online: publicado el 16 de Agosto de 2006 (consultado on-line en la dirección: http://www.nature.com).
(4) Selam, la niña de Dikika : http://www.joseantoniocobena.com/?p=149.