Estamos obligatoriamente obligados a votar

AGUAVIVA, Ni yo tampoco entiendo

… el tema 83, la democracia,
el ácido sulfúrico, los ceros,
el tacón, las hambres, el casamiento
orgánico. De este mundo los dos
sabemos poco. Y sin embargo, estamos
aquí obligatoriamente obligados
a entenderlo.

Rafael Ballesteros, Ni yo tampoco entiendo

Se acerca un día transcendental para el presente y futuro de nuestro país. El 20 de diciembre de 2015 es una fecha importante para ejercer un derecho constitucional personal e intransferible cuando votamos un partido político, un programa, un líder o/y una ideología. He escrito muchas veces sobre este derecho, que también es deber, por un compromiso activo con la democracia y siempre concluyo que estamos obligatoriamente obligados a votar. No cambio nada de lo que escribí el pasado mayo en este sentido,  cuando nos encontrábamos en unas nuevas elecciones en Andalucía, porque estos son mis principios y a diferencia de lo que decía irónicamente Groucho Marx, aunque no gusten a determinadas personas, no tengo otros.

Ante la situación que atraviesa el país, donde hay un sentimiento generalizado de desencanto hacia la política y quienes la ejercen de forma directa, es imprescindible ejercer el derecho a votar por la opción política que mejor responda a intereses generales en los que cada persona se vea reflejada. Lo peor que podría pasar sería engrosar la lista de abstencionistas o de voto en blanco, bajo la excusa de que quien así actúa es porque no es político o política y que total para qué si todos son iguales, recursos tan simples como dañinos para un país democrático.

Creo que estamos obligatoriamente obligados a votar, por diversa razones. La primera, porque la democracia se construye entre todos y la traducción inmediata para vivir en ella es formar parte activa de su configuración que, hoy por hoy, pasa por participar en procesos electorales y ser consecuentes con lo que cada uno vota. La segunda razón estriba en ejercer la responsabilidad activa de ciudadanía, porque ser responsable es la conjunción de conocimiento y libertad. Conocimiento, porque la inteligencia es el bien más preciado del ser humano, entendida como la capacidad de resolver problemas en el día a día, considerando siempre que es lo más bello que tiene el ser humano. Guido Orefice o Roberto Benigni, tanto monta-monta tanto, el protagonista de La vida es bella, explicaba bien cómo podíamos ser inteligentes al soñar en proyectos: poniendo (creando) una librería, leyendo a Schopenhauer por su canto a la voluntad como motor de la vida y sabiendo distinguir el norte del sur. También, porque cuidaba de forma impecable la amistad con su amigo Ferruccio, tapicero y poeta. Hasta el último momento. Y la libertad, sin ira, libertad, para dar respuestas a las cuestiones cotidianas en las que estamos inmersos en el acontecer diario. Esa es la dialéctica de la responsabilidad, conocimiento más libertad, entendida como respuestabilidad (perdón por el neologismo), quedando probado que se puede librar de convertirse en mercancía cuando se sabe distinguir valor y precio.

En tercer lugar, porque hay que pensar en el día después de las elecciones, porque detrás del voto debe haber siempre un compromiso activo con mi voto fiado a terceros que probablemente ni conozco, a través de un papel de color blanco, alargado como la sombra ética y decente que lo protege. Es decir, tengo que mantener activo el compromiso diario de mi opción a través de la participación activa, como ciudadano o ciudadana que vive en un ámbito local concreto, en la consecución de aquellos objetivos que me han llevado a elegir una determinada opción política volcada en un programa, que nunca se debe entender como flor de un día. El éxito político es para quien lo trabaja y no hay que olvidar que cuando la política se entiende así podemos ser protagonistas de la misma en mi casa, mi barrio, mi trabajo, mi ciudad, mi país o, simplemente, entre mis amigos o familia del alma. Somos, como bien decía Aristóteles, animales políticos queramos o no.

Estamos obligatoriamente obligados a entender así el voto, aunque muchas veces no sepamos comprender en el día a día político el tema 83, la democracia,  el ácido sulfúrico, los ceros, el tacón, las hambres y el casamiento  orgánico. Porque de lo que pasa a veces en este mundo político casi todos sabemos poco. Y sin embargo, estamos aquí obligatoriamente obligados  a entenderlo. Y a votarlo.

Sevilla, 15/XII/2015