Nada fluye, todo permanece

CUSTER Y LIBBY

En la antesala de una semana próxima en la que se deberían tomar decisiones de Estado en este país, con el objetivo claro de conformar un Gobierno con una imprescindible altura de miras, por mucho que nos parezca imposible dado el estado del arte político actual, siento contradecir por un tiempo a Heráclito en su famoso frase, Panta rei o todo fluye, nada permanece, dando la razón al famoso aserto de Milton Friedman “Nada es tan permanente como el programa de un gobierno provisional”, visto lo visto desde el traído y llevado 20 de diciembre pasado, un día de elecciones generales para no recordar ahora vistos sus resultados con la perspectiva del tiempo pasado desde entonces que, como en este caso, nunca fue peor por lo ocurrido en la última y fugaz legislatura, por el mal ejemplo dado por la clase política en general, salvo honrosas excepciones.

Creo que Friedman tenía razón con esta afirmación hasta cierto punto cabalística. Estamos ante retos de una urgencia vital para garantizar la gobernabilidad del país, en asuntos y acuerdos de Estado tan sensibles y dramáticos como desempleo flagrante y descarado, educación desestructurada, salud recortada, servicios sociales en la posición del malabarismo circense de los platos chinos que se caen uno detrás de otro si no se agita la varilla que los sostienen, dependencia desfondada de forma especial con retrasos imposibles de entender, pensiones pendientes de que no se agote la hucha estatal que ya se rompió hace muy poco de un martillazo político, deuda externa, interna y mediopensionista que es un clamor popular, nacional e internacional, estado confuso de autonomías o autonosuyas (¡perdón por el neologismo porque todo depende del cristal político como se miren), que no soportan más el estancamiento de una revisión profunda de la Constitución para que sepamos de una vez qué significa vivir en un territorio que se llama España.

En este escenario tan dantesco desde la perspectiva política y económica (sin llegar al insulto del asesor de Clinton, ¡Es la economía, estúpido!, porque estamos hablando de dignidad política a palo seco), por mucho que se quiera edulcorar todos los días, argumento cansino para muchos y reiterativo para los listos de determinada clase política que todo lo sabe y nada ignora, el Gobierno en funciones cabalga con la frase de Friedman grabada en la frente popular, que no en el frente (por alusiones y que no se sabe dónde está), como si no pasara nada. Su programa es lo más permanente que hemos visto jamás. Sí, sí, cabalga con un general al frente como Errol Flynn hacía en mis años mozos, por el desfiladero lleno de indios sioux escondidos y sin dar muchas veces la cara como debían hacer todos los días, sabiendo que al final del mismo, Custer Rajoy será recibido por la Libby (Olivia de Havilland) de turno sin mancharse el traje azul con botonadura cruzada de oro, sin una sola mota de polvo y con el tupé en perfecto estado de revista después de haber participado en batallas políticas imposibles. Fundiéndose también en abrazos inesperados, más allá de Libby. Aunque debería ser consciente de que, si no mide bien las fuerzas, puede que algún día los nuevos líderes políticos con denominación de origen, cual Toro Sentado o Caballo Loco del panel político actual, acaben con su carrera política definitivamente.

Es lo que tiene seguir creyendo que en esta película política cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. ¡Perdón, pura permanencia!, para desgracia de todos los que amamos a Heráclito de Éfeso por su famoso aserto y que tanto echamos hoy de menos antes de llegar a las escenas finales de esta historia siempre contada de la misma forma. Porque recordemos…, lo lógico es que todo fluya y nada permanezca en la situación política actual.

Sevilla, 22/VII/2016

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