El trabajo libera

LA VIDA ES BELLA1

La vida es bella (1997)

Esta es la leyenda (Arbeit macht frei) que figura todavía hoy en la entrada del campo de concentración en Auschwitz (Polonia), donde murieron en el siglo pasado más de un millón de personas, mayoritariamente judíos. Ayer, los medios de comunicación solo pudieron recoger imágenes del silencio que acompañó al papa Francisco durante su visita al campo de los horrores, sobre todo al entrar bajo el arco en el que figura esta leyenda, que posteriormente le llevó a escribir en español en el libro de visitas una frase transida de dolor: “Señor, perdón por tanta crueldad”, ante el exterminio que se vivió allí, en el contexto de una guerra mundial sin sentido.

En 2002 visité Berlín en un viaje profesional, que incluía un tour por la ciudad con una parada programada en las ruinas de lo que fue el cuartel general de la Gestapo (1934-1945). Fui incapaz de entrar en lo que quedaba de aquella locura y me senté en un montículo de césped, solo, a reflexionar en el horror del III Reich. Volví al autobús con múltiples preguntas que todavía hoy sigo sin resolver, no olvidando nunca ese retazo de la historia, sobre todo para ayudar, salvando lo que haya que salvar, a que jamás se vuelva a repetir la barbarie humana a través de la violencia y el terrorismo de cada día. La nueva guerra mundial.

También, a través de una película maravillosa, La vida es bella, inspirada en una historia real de un prisionero en Auschwitz, pude constatar que el protagonista, Guido Orefice (Roberto Benigni), quería mostrar a su hijo Josué el lado mágico de la belleza de vivir a pesar del horror del nazismo en estado puro. Cuando él y su familia son capturados y llevados a un campo de concentración, el padre se inventa un juego para proteger a su hijo: tiene que conseguir 1.000 puntos para conseguir un carro blindado. Lo demás, hasta el final, lo recordamos con tristeza, aunque el mensaje de Guido Orefice a lo largo de la película es simple y grandioso, porque nos muestra metafóricamente que podemos ser inteligentes, extremadamente humanos, si soñamos como él en tres proyectos, a pesar del sinsentido a veces de cada día: poniendo (creando) una librería, leyendo a Schopenhauer por su canto a la voluntad como motor de la vida y sabiendo distinguir el norte del sur. También, cuidando de forma impecable la amistad con su amigo Ferruccio, tapicero y poeta. Trabajando en el lado amable de la vida hasta el último momento, como él, compartiéndolo siempre con los demás, sobre todo con los que menos tienen.

ARBEIT MACHT FREI

No quiero alterar el deseo expreso del papa Francisco de vivir en silencio sepulcral su experiencia personal e institucional en la visita a Auschwitz, pero al verlo avanzar solo bajo la leyenda “El trabajo libera”, he recordado un poema precioso de Rafael Alberti, Basílica de San Pedro, que figura en su obra “Roma, peligro para caminantes”, porque creo personalmente que ayer podría haberlo recitado también en su persona de secreto, constatando su soledad en una Iglesia institucional y especialmente romana, no católica ni cristiana, que no le da facilidad alguna para ser solo pescador de personas buenas que creen solo en la fe que libera, que es lo suyo:

Di, Jesucristo, ¿Por qué
me besan tanto los pies?
Soy San Pedro aquí sentado,
en bronce inmovilizado,
no puedo mirar de lado
ni pegar un puntapié,
pues tengo los pies gastados,
como ves.

Haz un milagro, Señor.
Déjame bajar al río;
volver a ser pescador,
que es lo mío.

Sevilla, 30/VII/2016

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