El estío tiene estas cosas: disponemos de más luz porque el sol se queda quieto a mediodía (solsticio, sol quieto) y nos entrega más luminosidad para contemplar la vida de otras formas. El pasado 3 de julio, fue el día en el que la Tierra estuvo este año más lejos del Sol, como una contradicción astrológica que impresiona, cuando tanto tenemos que agradecerle por su quietud. Es el día del afelio, que nos recuerda la recurrencia de otro fenómeno, el perihelio, que nos acerca con sigilo al Sol, en momentos del invierno en los que tanto necesitamos disponer de luz.
Más o menos es lo que nos ocurre en la vida ordinaria, cuando hay días que lo vemos todo más claro y, otros, solo vemos la oscuridad del túnel, con un problema añadido: todo es aleatorio y no responde a la sincronización orbital y científica del fenómeno astrológico. Ésta es la razón principal para valorar en términos de oportunidad vital disponer de días más largos por el regalo de un astro quieto.
Decía Neruda que “A plena luz de sol sucede el día, / el día sol, el silencioso sello / extendido en los campos del camino. / Yo soy un hombre luz, con tanta rosa, / con tanta claridad destinada / que llegaré a morirme de fulgor”. Este precioso poema, El Sol, me recuerda en este estío tan especial para el país que hay que agregar luz a la patria en tiempos revueltos, como ciudadano de a pie que solo camina a veces en la más profunda oscuridad: “Otra vez, ya se sabe, y para siempre / sumo y agrego luz al patriotismo: / mis deberes son duramente diurnos: / debo entregar y abrir nuevas ventanas, / establecer la claridad invicta / y aunque no me comprendan, continuar / mi propaganda de cristalería”.
¡Qué tarea política tan hermosa para un ciudadano que ama su ciudad, cumplir con sus deberes diurnos, a plena luz del día, aprovechando el estío, tiempo de luz porque el sol se queda quieto durante mucho tiempo, abriendo ventanas para la libertad, muy comprometido con la propaganda de cristalería por donde pasan rayos de luz teñidos de colores! Es verdad que a veces nos encarga la vida tareas casi imposibles, a personas que aparecemos en el mundo como “enlutados de origen”, sin luz, según Neruda: “A veces pienso imitar la humildad / y pedir que perdonen mi alegría / pero no tengo tiempo: es necesario / llegar temprano y correr a otra parte / sin más motivo que la luz de hoy, / mi propia luz o la luz de la noche: / y cuando ya extendí la claridad / en ese punto o en otro cualquiera / me dicen que está oscuro en el Perú, / que no salió la luz en Patagonia”.
Comprendo a Neruda, mucho más cuando sé que le gustaba contemplar los ojos de María Celeste, su mascarón de proa preferido, que lloraba cada vez que el calor del fuego que ardía en la chimenea de su casa, en la Isla Negra, condensaba el vapor en sus ojos de cristal. Que sonreía siempre cuando llegaba el sol. Hoy, en un día largo y con un sol quieto, no quiero que los tristes y tibios de siempre perdonen mis sueños y mi utopía, porque no tengo tiempo. La luz de este solsticio, con el sol quieto pero generoso, me ofrece la posibilidad de llegar temprano y correr a otra parte sin más motivo que aprovechar la claridad del día, sabiendo que se rumorea que está oscuro en este país, que no sale la luz en Andalucía.
Le pido a Neruda que me acompañe con sus versos, porque “Hoy, este abierto mediodía vuela / con todas las abejas de la luz: / es una sola copa la distancia, / al territorio claro de mi vida”. Es verdad: son las cosas del estío, en días largos gracias a un sol que se queda quieto para que podamos disfrutar de los territorios claros de nuestra vida.
Sevilla, 11/VII/2018