Hacia una historia de vida digital

HISTORIA DE VIDA DIGITAL

Se han publicado recientemente noticias sobre la posibilidad de que la vida “online” de los fallecidos sea accesible para sus herederos, mediante el reconocimiento expreso que recoge la ley de protección de datos que tramita el Congreso en estos días, en la que se prevé el derecho de los deudos a gestionar o suprimir el contenido digital salvo que el difunto lo hubiera prohibido. En Cataluña ya se aprobó en 2017 un proyecto de ley para que el testamento designe quienes gestionarán la información colgada en la Red. Nos encontramos con múltiples iniciativas en el país en relación con cualquier ciclo de la vida, como es el caso del acceso digital de niños y adolescentes a las redes sociales, pero no hay una visión de Estado al respecto que integre legalmente la realidad digital de la vida de los ciudadanos y ciudadanas de este país desde que nacen hasta que mueren.

No voy a descubrir el bálsamo de Fierabrás con el abordaje en este post del establecimiento de una Política Digital de Estado en estos ámbitos, de forma integral e integrada, sin fisuras, pero hoy quiero centrarme en una cuestión que se debería valorar en profundidad en momentos transcendentales de la política de este país que debe contemplar su presente y, sobre todo, su futuro de corte digital, concretamente la implantación de la Historia de Vida Digital, cuestión ya tratada en múltiples ocasiones en este cuaderno digital desde diversas perspectivas. Es paradigmática la proposición de ley foral de vida digital que presentó el partido socialista en el Parlamento de Navarra, el pasado 24 de mayo, en el que el diputado Guzmán Garmendia justificaba la misma porque «es importante empezar a legislar en vida digital porque nuestra vida ha cambiado, […] podemos colocar a Navarra en la vanguardia, colocarla como espejo en el que se pueden mirar otros en el ámbito tecnológico y poner a Navarra donde estuvo y no debería de haber dejado de estar […] Si no regulamos hoy todo esto, lo tendremos que hacer mañana, si lo hacemos cuanto antes nos adelantaremos, […] porque es una ley «novedosa, complicada de llevar y que se tiene que trabajar, venir expertos y redactarse de arriba abajo. Entre todos podemos hacer una ley de vida digital puntera y única».

En este contexto, he recordado la lectura de El mundo digital, de Nicholas Negroponte, obra iniciática en este mundo alternativo para los que pensamos que el mundo sólo tiene interés hacia adelante, sentó las bases del futuro que venía en la década de los noventa del siglo pasado. El libró marcó un antes y un después en los inicios de la revolución digital que se veía venir, pero con bastantes incertidumbres. Treinta años después, podemos afirmar que casi todo lo que mueve el mundo es de base digital, aunque tengamos que aceptar con Negroponte que “Los bits no se comen; en este sentido no pueden calmar el hambre. Los ordenadores tampoco son entes morales; no pueden resolver temas complejos como el derecho a la vida o a la muerte. Sin embargo, ser digital nos proporciona motivos para ser optimistas. Como ocurre con las fuerzas de la naturaleza, no podemos negar o interrumpir la era digital”.

Esta declaración de principios, impecable, supone hoy un acicate para avanzar en términos estructurales del país, en clave digital, debiéndose considerar en términos de política digital de Estado el abordaje de un ambicioso proyecto: la ordenación y organización política y administrativa de la historia de la vida digital de las personas que conforman este país. Es un giro copernicano sobre la realidad actual, donde la realidad digital de cada persona está fragmentada, digitalmente hablando, dependiendo de la relación que tenga con la Administración correspondiente: sanitaria, social, económica, cultural, tributaria, etc., con múltiples tarjetas o accesos diferentes electrónicos que suponen un tedio digital en el sentido más estricto del término. En España disponemos de un aliado digital extraordinario, el DNI electrónico, que debería ser el único identificador digital para el acceso universal a la historia de la vida digital de la ciudadanía, que afectara a todos los habitantes del país, sin diferenciación alguna.

La historia de vida digital debería contemplar, a título enunciativo, no exhaustivo, las siguientes bases digitales:

  1. Se entiende por vida digital el ciclo vital integral e integrado de la actividad digital registrada voluntariamente (con aceptación de su visualización pública o privada expresa) de cada ciudadano o ciudadana, desde el nacimiento, que sería el momento de entregarse el DNI al recién nacido, hasta el fallecimiento, con los Registros Civiles, oficiales, correspondientes, lugares que serían los responsables de emitir las certificaciones de primera y última inscripción de la historia de la vida digital de quien nazca o muera en este país. Integraría toda la actividad digital que el ciudadano o ciudadana haya desarrollado a lo largo de su vida con las garantías que le correspondan por ley en relación con la protección de datos personales, en cuyos actos debe primar siempre el consentimiento informado y formalmente registrado.
  2. A partir de la primera inscripción digital, que se produciría en el nacimiento, el DNI debería permitir el acceso unificado a las bases de datos también unificadas en casos tan claros como salud y servicios sociales, educación en todos sus ciclos, mundo laboral, tributos, pensiones y así sucesivamente, que atacarían un acceso centralizado a las diferentes bases de datos digitales enunciadas, pero con un acceso único que por sistemas de interoperabilidad dirigiría el acceso deseado al lugar correspondiente, debiéndose primar la integración masiva de sistemas de información con identidad lógica, como es el ejemplo flagrante de salud y servicios sociales, que permitiría acabar con la multiplicidad de sistemas que encarecen a límites insoportables el gasto público digital.
  3. La historia de vida digital debería permitir la consulta en tiempo real, por parte de cada ciudadano o ciudadana, de su ciclo vital digital, con el identificador indicado del DNI y en alta disponibilidad (24x7x365). No tendría que estar localizando permanentemente los miles de accesos telefónicos o digitales, que enloquecen a diario, sino que de forma clara y transparente permitiría un único acceso digital con la estructura que se definiera de forma oportuna. Tecnología existe para llevar a cabo esta acción, porque hoy no es un problema tecnológico o de telecomunicaciones la creación de la historia de vida digital, sino estrictamente de voluntad política de Estado. Tiene que quedar claro que esta acción de tan enorme calado tiene que tener dimensión de Estado, no de Comunidad Autónoma, lo que redundaría en unos beneficios extraordinarios tanto de atención pública como de economías de escala, sin que se perdiera la peculiaridad de cada Comunidad en la prestación de los servicios, aunque de debería definir una Cartera Básica de Servicios Digitales en esta Historia de Vida Digital, que respetaría ante todo el Interés General Digital, principio constitucional de amplio espectro.
  4. Por último, se tendría que aprobar en las Cámaras representativas actuales, una Ley de Vida Digital que recogiera estas bases enunciadas de forma breve y didáctica, para que se garantizaran principios fundamentales de equidad en la accesibilidad digital a esta Historia de Vida Digital. La lectura de la proposición de ley foral de vida digital, anteriormente citada, puede iluminar bien el contenido que se debería contemplar en la nueva legislación al respecto, repito que a título enunciativo y demostrativo, no exhaustivo, porque debería ser fruto de un amplio consenso parlamentario con inclusión de múltiples visiones al respecto por parte de instituciones y organizaciones sociales y empresariales tecnológicas, vinculadas a esta acción, que debería ser profundamente garantista en un terreno todavía por explorar a fondo.

Seguiré informando y escribiendo sobre esta propuesta en tiempos políticos actuales y próximos en los que podría ubicarse este cambio revolucionario digital. En este blog pueden leerse múltiples artículos en serie sobre la Política Digital de Estado, que es donde se debería enmarcar esta acción. Estamos ya instalados en la cuarta revolución industrial donde el talento humano es el rey. Por tanto, el Gobierno Digital, más que instalarse en un continuo problema del calendario de plazos de implantación de la Administración Electrónica con visión muy corta y anticuada de miras de servicio público y atención al interés general digital de la ciudadanía, debería cuidar mucho y con carácter antecedente al Talento Público Digital de los funcionarios y servidores públicos en general, porque estamos ante la cuarta revolución administrativa (con bastantes reservas respecto de las anteriores si es que existieron, que lo dudo), que no acaba de adaptarse a la citada cuarta revolución industrial, debiéndose plantear y desarrollar una Estrategia Publica Digital acorde con estos principios. Estrategia que se define como el proceso organizativo mediante el cual el Gobierno Digital correspondiente, a través de la Política Digital, incorpora a sus funciones directivas y funcionales los sistemas y las tecnologías digitales de la información y comunicación, como escenario y motor de su progreso, y como modelo de integración tecnológica orientada a la ciudadanía. Formando también a funcionarios, cientos de miles, en inteligencia (talento) digital aplicada, que se debe contemplar ya en el acceso a la función pública (gran debate pendiente en términos digitales), si se quieren prestar servicios digitales dignos a la ciudadanía formada ya en inteligencia digital aplicada a las necesidades de cada día, con medios tan accesibles como los teléfonos inteligentes, tabletas y el mando del televisor, que conoce a su dueño cada día más y casi sin darse cuenta a través de la memoria predictiva alojada en un chip que no es inocente y que no vemos por ningún sitio. No se trata de instalar la historia de vida digital, sino de implantarla y ahí el Estado tiene la palabra junto a la Administración responsable correspondiente y los empleados públicos que la atienden con la inteligencia pública digital suficiente.

Lo expuesto anteriormente es la Historia de Vida Digital de la Ciudadanía jamás contada, pero posible. Al tiempo.

Sevilla, 9/X/2018

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