Karajan, Menuhim y Vorák: una clase magistral

W. A. Mozart, Concierto de Violín Nº 5 in La Mayor (K.219), Adagio (Salzburgo, 1775)

El sábado pasado asistí a una proyección de cine en blanco y negro, que tanto aprecio, a la que consideré en todo momento como una clase maestra de dirección de orquesta y de interpretación de violín. En mi etapa actual de alumno de piano, clave y violín, era una ocasión irrepetible para aprender, observando, cómo dirigía Karajan y cómo tocaba Menuhim, también la orquesta, en un mano a mano maravilloso.

Eran dos proyecciones en sesión continua como las de mi infancia en Madrid, de tan grato recuerdo. Comenzó la sesión con el dúo extraordinario de dos maestros de la música clásica, bajo el título de Karajan dirige a Menuhim, dentro del ciclo de música filmada organizado por Caixaforum, que forma parte de una serie dirigida por Henry George Clouzot, rodada en 1966. En concreto se proyectó el Concierto para violín y orquesta nº 5 en la mayor, K219, conocido también como El turco, de Wolfgang Amadeus Mozart, interpretado por la Orquesta Sinfónica de Viena. Fue maravilloso contemplar los primeros planos continuos de ambos maestros, cada uno con su peculiar forma de dirigir e interpretar un instrumento tan complejo como el violín. Recuerdo perfectamente la figura de Karajan con batuta en mano derecha y dejando libre la izquierda para dibujar notas al aire, indicando de forma muy sutil las continuas entradas de Menuhim, en posiciones violinísticas casi imposibles de ejecutar por mí a día de hoy.

La segunda filmación era un auténtico plato fuerte, la dirección magistral de Karajan a la Filarmónica de Berlín interpretando la Sinfonía nº 9 en mi menor, Nuevo mundo, de Antonin Dvorák, en enero de 1966. Junto a la maravilla armónica de esta obra, me ha asombrado la inclinación permanente hacia adelante – ¡siempre hacia adelante! – de Karajan, en un equilibrio muy medido, con los ojos permanentemente cerrados, moviéndose en un palmo de estrado y transmitiendo a la orquesta la sensibilidad pausada o enérgica de una obra magistral, de tanto renombre mundial. Obviamente, tenía un encanto especial el seguimiento continuo de la mano izquierda del director, en primeros planos de la cámara.

Reconozco que lo viví como un alumno privilegiado, muy sorprendido con el virtuosismo de Menuhim y la asombrosa capacidad directora de Karajan. Queda mucho por aprender, pero no puedo pedir más en una tarde de otoño, a orillas del Río Grande, el Guadalquivir de mis antepasados.

Sevilla, 12/X/2018

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