Un humorista desesperado debe decir que la vida es un juego del mal
Philippe Geluck
La vida no se debe representar solo en blanco y negro, porque también tiene color. No todo es bien, pero tampoco todo es mal. Estamos viviendo momentos muy tristes de polarización en esta dialéctica sempiterna y debemos construir diálogo permanente para superar este movimiento de contrarios con un objetivo claro: el bien común, el interés general. La vida de cada una, de cada uno, que es lo más parecido a una película en blanco y negro, representando el bien y el mal con la acromatopsia (1) ética que corresponda, permite descansos, para recuperar esos momentos que tanto nos reconfortan y que nos devuelven felicidad, sobre todo bien con color incluido. Pero también sabemos que la dialéctica de las sonrisas y las lágrimas, permite apartarnos junto a una pared de la vida personal e intransferible, sentir el abrazo de los que nos quieren, aunque inmediatamente nos llamen mediante megafonía para seguir rodando, viviendo en definitiva, en la filmación jamás contada.
Esta mañana he descubierto el grafito (RAE, 1992) que encabeza este artículo en una pared humilde de Sevilla, con una frase escueta, La vida es un juego del mal (traducción libre y ajustada a un planteamiento genérico), junto a una niña que juega con pompas de jabón, efímeras pero con existencia propia, con sus ilusiones en cada una de ellas. Todo el conjunto en negro como mensaje subliminal de humor negro, desesperado, como el protagonista de la frase de Philippe Geluck. Está firmado por Piou.
Creo que he entendido el mensaje del grafito por el lugar donde se encuentra en la actualidad, junto a la puerta de la casa-palacio de los Pumarejo, hoy Casa Grande del Pumarejo, situada en la plaza del mismo nombre en el barrio de San Gil, en Sevilla, un edificio rodeado de polémica desde hace muchos años y que conserva una trazabilidad hermosa e histórica de conversión de casa-palacio en casa de vecinos, cuestión que sigue siendo el hilo conductor de la reivindicación actual de las personas que residen en esa zona: “Como casa de vecinos su aún significativo número de inquilinos conservan vivo el modo de vida tradicional asociado a las antaño numerosas casas y corrales de vecinos sevillanos. Un modo de vida que se expresa tanto en la realidad de la convivencia cotidiana como en la reproducción, año tras año, de los rituales asociados a las pequeñas comunidades que constituyeron estas casas, como es la fiesta de las Cruces de Mayo. Además de residencia de numerosas familias, ha acogido y aún alberga diferentes talleres artesanos, pequeñas tiendas y tabernas, ubicados en los bajos del edificio y abiertos a las calles que lo bordean”.
Es un símbolo de la vida, la dialéctica del progreso y de la conservación de valores y de diferentes formas de ser y estar en el mundo, la ley temporal del péndulo, la dialéctica pascaliana de divertimento y del compromiso, el juego eterno del bien y del mal. Es lo que los vecinos actuales quieren transmitir en su página web, de obligada lectura y en las representaciones fotográficas de personas a tamaño natural que, asomadas a un balcón de la casa-palacio, recuerdan a todas las personas que quieran leer la pancarta a modo de colgadura, que “las espadas” siguen en alto ante los compromisos del alcalde actual sobre actuaciones de restauración y conservación del edificio, en estado bastante deprimente. Para quien no lo sepa, su nombre es Juan Espadas y los vecinos no olvidan el juego de supervivencia que comenzaron a practicar en democracia. Ahora con palabras, porque es su vida la que está en juego por el bien de todos. Con un humor desesperado.
Sevilla, 19/X/2018
(1) Acromatopsia: ceguera del color, enfermedad que no permite agregar a la óptica de la vida el color. Todo se ve siempre de color gris. Para comprender bien los efectos de esta enfermedad, recomiendo la lectura de un libro de Oliver Sacks, excelente, que tengo entre mis preferidos: La isla de los ciegos al color, editado por Anagrama en 1999.
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