En el sillón tranquilo de balance
en la recuperada mecedora
qué he de hacer sino balancearme
los racimos las nubes las ideas se mecen
se mecen los desastres cavilosos
hago balance pendular de vida
y el dividendo es una duda fértil
que mece sus motivos y argumento
en el sillón tranquilo de balance
en el sillón tranquilo de balance
en la reminiscente mecedora
qué más puedo emprender que sopesarme
llenar a plenitud los dos platillos
de la vieja balanza sin que sobren
los esplendores ni las cortedades
para evaluar añicos y bosquejos
y sopesar pesar balancearme
en el sillón tranquilo de balance
en el sillón tranquilo de balance
en la perseverante mecedora
qué puedo hacer sino desnivelarme
o nivelarme a costa del espacio
donde posibles y arduos se columpian
o se fugan dejándonos a solas
¿habrá que esperar pues así meciéndonos
a los apoderados de la muerte
en el sillón tranquilo de balance?
En Sevilla, recordando a Mario Benedetti en su poema Balanceos, en A titulo de inventario, el 31 de diciembre de 2018 y haciendo también el balance del año…
Andalucía es para mí un claro objeto de deseo. El año 2018 se viene y se va y no le volveremos a ver más, como canta el villancico sobre la nochebuena, sin necesidad de que pidamos bota alguna a María para emborracharnos de mercado y sobrellevar la pesadumbre que señalaba en el artículo citado como objeto claro de mi deseo para esta tierra andaluza en relación con nuestro pasado, presente y futuro político, cuando se aproximaban las elecciones de 2 de diciembre pasado. Ahora, esperamos la llegada de 2019 como agua de enero, aunque lleno de incertidumbres porque siguiendo el gran aserto de Paul Valéry, el futuro para este país, para Andalucía, ya no es lo que era, ¿o sí?
Los elementos de contexto de pesadumbre y desconcierto no son privativos de este país, sino que estamos asistiendo a una ceremonia mundial de incertidumbre que ya presagiaba Ilya Prigogine, Premio Nobel de Química en 1977, cuando defendía que estamos instalados en la inestabilidad, afirmación derivada de su actividad científica. Ya lo vaticinó también Heráclito de Éfeso, muchos siglos antes, en su clásico discurso sobre “todo fluye, nada permanece”, pero sin que todavía se hubiera impregnado del magma de la miseria social, cuando la ausencia de democracia tomó el control férreo del rumbo social de la humanidad. Por cierto, sin enterarse la Iglesia a lo largo de los siglos de lo que en realidad le pasaba al mundo inestable, al interpretar que aquello era la constatación más plena de que hay tiempo de todo en la existencia y que la precariedad de precariedades es solo precariedad total. O lo que es lo mismo, vanidad de vanidades, todo es vanidad.
Pienso muchas veces en ello a través de mi memoria de secreto. «¿Qué vida es esta? Precariedad de precariedades, todo es precariedad. La precariedad es la anti-dignidad en estado puro, porque no se tiene nada por la vía del derecho o del deber, sino como préstamo y a voluntad de la autoridad competente (sin suponer que tenga por ahora tics militares). Estoy convencido de que falta la autoridad ética suficiente en quienes tienen que ejercerla y se legisla de una forma que no es tolerable para muchas personas de este país, refiriéndome en concreto y para que se entienda bien, como un ejemplo entre otros, a la situación de paro y trabajos en precario que asolan el país. Cualquier respeto a la política está también en precario, porque casi nadie se fía del orden y poder político establecido, porque lo único a lo que se puede acceder, salvo honrosas excepciones, es a un trabajo que no tiene correspondencia casi nunca con los conocimientos o títulos universitarios que se posean y por tolerancia de una legislación complaciente. Lo que ocurre con el trabajo precario es solo una manifestación de la precariedad que se extiende como una gota de agua o un mar en el que falta “majestad ética ejemplar” para exigir la obediencia debida en todos los órdenes de la vida».
Ya lo decía anteriormente: precariedad de precariedades, todo es precariedad. Falta ejemplaridad política y eso es lo que nos pasa, como siglos atrás pasaba con la falta de Majestad de los Reyes, como analiza el Diccionario de Autoridades el término “precariedad”, tal y como se entendía en el siglo XVIII en este país: “Que el respeto de los Consejos se apoya en la Majestad de los Reyes, y es el espíritu que los anima, que cuando esta falta, como sucedía en aquella ocasión, era precaria cualquier obediencia”.
De ahí a la obediencia precaria universal en todo lo que se mueve, solo hay un paso. El que quiera entender que entienda en el contexto político actual. Estamos avisados por la Historia y por El Roto, aunque recuerdo siempre a Mercedes Sosa cantando en Todo cambia que Cambia el rumbo el caminante / Aunque esto le cause daño / Y así como todo cambia / Que yo cambie no es extraño. No es lo mismo, no es lo mismo.
Sevilla, 30/XII/2018
NOTA: la viñeta de El Roto se publicó en el diario El País, el 20/V/2018
[…] sin pensar uno ahorra desalientos / porque no espera nada en cada espera / si uno no piensa no se desespera / ni pregunta por dónde van los vientos.
Mario Benedetti, en el Soneto del pensamiento
¿Qué pasa en la izquierda de Andalucía? Hablo en presente porque creo que es necesario hacer un examen profundo de la situación actual de la denominada “izquierda” (para entendernos) y no quedarnos solo en lanzar ataques furibundos sobre todo el espectro del centro y de las derechas, como una mal entendida defensa para justificar lo ocurrido el pasado 2 de diciembre. La democracia nos enseña que hay que respetar de forma casi reverencial el resultado de las urnas. Otra cosa es conformarnos con lo ocurrido y dejar que todo siga igual. Decían los clásicos que evaluar es emitir juicios bien informados. Salvo error por mi parte en el rastreo técnico que he efectuado para evaluar lo ocurrido con la izquierda, creo que todavía no se ha hecho un examen a fondo de las circunstancias de texto y contexto en torno a las pasadas elecciones. La crisis de la izquierda data ya de hace varios años, quizá demasiados, donde se han ignorado continuamente las señales de falta de identidad de la militancia activa y pasiva en torno al espectro de la denominada izquierda. Lo ocurrido el día 2 en las pasadas elecciones al Parlamento de Andalucía ha sido la crónica de un desastre anunciado por el rebosamiento de la grave fractura de la izquierda en Andalucía. ¿Por qué un absentismo de la izquierda tan abrumador y lejano del derecho a votar?
¿Razones? Muchas y de variadas procedencias, pero la más importante es la falta de identidad de creencia en la ideología que debería sustentar la opción citada. Muchas veces he indicado en este blog que las ideologías no son inocentes, ninguna de ellas, pero ahora me centro en la izquierda (para seguir entendiéndonos). Todo lo que no sea cuidar la razón de por qué somos, existimos y vivimos dignamente, por medio de la política entendida en su justo sentido aristotélico, de la defensa de la ciudadanía en sus derechos y deberes, como garantía de la democracia, que solo se consigue a través de los programas políticos convincentes (que no todos son iguales y es donde la izquierda debe mostrar siempre su sensibilidad especial hacia todas las personas por justicia social y principios de equidad en la accesibilidad a la dignidad humana para todos, sin excepción alguna), es participar en conformismo diletante que es lo peor que le puede ocurrir a la izquierda (para entendernos de nuevo). Y la izquierda, digámoslo sin tapujos, se ha instalado en ese conformismo atroz. Decía en tal sentido Lukács, mi maestro en el neomarxismo de juventud, que “no hay ninguna ideología inocente: la actitud favorable o contraria a la razón decide, al mismo tiempo, en cuanto a la esencia de una filosofía como tal filosofía en cuanto a la misión que está llamada a cumplir en el desarrollo social. Entre otras razones, porque la razón misma no es ni puede ser algo que flota por encima del desarrollo social, algo neutral o imparcial, sino que refleja siempre el carácter racional (o irracional) concreto de una situación social, de una tendencia del desarrollo, dándole claridad conceptual y; por tanto, impulsándola o entorpeciéndola” (1). Las razones de la izquierda deben ser expuestas siempre de forma muy clara y de la forma más homogénea posible, impulsando sobre todo la transformación social, no solo los cambios, cuidando con esmero a los más débiles para alcanzar entre todos otro mundo posible. La fractura de la izquierda no ha hecho otra cosa en los últimos años que entorpecer con su división esta noble tarea de transformación. Así de claro y alto.
Además, me preocupa mucho el conformismo de la izquierda en Andalucía, que se extiende como una mancha de aceite. El conformismo hace estragos allí donde nace, se desarrolla y muere, porque se instala en el confort de los mediocres, tibios y tristes, alejando como por arte de magia a las personas dignas de cualquier movimiento andante. Tengo que reconocer que me dan pánico, pero crecen como por encanto, porque todos coinciden en que la cosa de la izquierda está fatal. Pero ¿qué es la cosa?, ¿su cosa, nuestra cosa?
La cosa de la izquierda es la vida misma, con su parafernalia personal e intransferible en cada persona que vive rodeada de cosas que cosifican, es decir, a la corta, más que a la larga, reducen a la condición de cosa a las personas. Porque ahí radica su peligro extremo: reducen a las personas a una cosificación inaceptable por medio del conformismo brutal que nos invade y que suele diseñarse muy bien por el enemigo, un artista de la mercancía política en hipermercados de la indignidad y de su economía propia y asociada. Muchas veces he ensalzado la figura de Papageno, el protagonista de la ópera de Mozart, La flauta mágica, porque su profesión es un modelo a seguir en muchas ocasiones para los inconformistas de cuna: encantador de pájaros, aunque no sepamos casi nunca a qué tipo de pájaros, con perdón, tenemos que encantar. Cada uno que lo aplique a quien corresponda.
Sé que las personas que lean estas palabras pensarán con nostalgia en días ya lejanos para algunos, en los que con orgullo y sentimiento de clase no importaba sentirse parte de lo que todo el mundo conocía como “la izquierda” y que te identificaran como integrante de sus formaciones políticas que no ocultaban con actitud vergonzante sus siglas e ideologías implícitas. Tampoco importaba que los que no estaban en este espacio ético de la izquierda se burlaran de sus «utopías», como los de siempre -para tranquilizar sus conciencias- han llamado y quieren seguir llamando hoy a toda pre-ocupación por los demás desde las políticas de izquierda, sobre todo cuando se centran en el beneficio del interés general y de los que menos tienen (por cierto, no solo en relación con el dinero).
La izquierda necesita gritar a los cuatro vientos que hasta aquí hemos llegado en este país, que la izquierda tiene que organizarse urgentemente, olvidar rencillas y disputas cortesanas, y dedicarse a formar una alternativa de progreso y cambio que devuelva a través del Gobierno y del Congreso, del Parlamento de Andalucía en estos momentos, el sentido de la vida y de la dignidad humana a todo el país y a la Comunidad Autónoma de Andalucía por extensión, sobre todo a millones de personas que malviven por el paro y que a pesar de todo piensan que un día no muy lejano se resolverá su drama personal y familiar. Los agoreros mayores del reino piensan que fuera de la derecha y de la ultraderecha ahora no hay salvación, como nos enseñaban en el catecismo de nuestra infancia sobre la pertenencia salvadora a la Iglesia oficial. Pero no es verdad.
Ha llegado el momento de actuar. Con independencia de lo que puedan hacer los partidos de izquierda o de abajo, los de toda la vida al final, en la resaca de lo ocurrido el pasado 2 de diciembre, deberíamos aunar voluntades con el amor y el sufrimiento, desde las bases ciudadanas de la izquierda popular, para luchar por un futuro digno, propio y ajeno, como aprendimos de la voz de Quilapayún en la Cantata de Santa María de Iquique y que no me avergüenza citarla todavía hoy. Deberíamos celebrar encuentros en la calle, tomarla en el sentido más democrático del término, inundar las redes de mensajes solidarios de la izquierda digna, publicar artículos en blogs y mensajes cortos en redes sociales, plantear debates en el tejido asociativo en el que estemos insertos, estar presentes en todos los medios de comunicación y celebrar actos en la Universidad, entre otras muchas actividades, para demostrar y demostrarnos que todavía hay una solución a la gobernabilidad de este país y de esta Comunidad sin tener que esperar pacientemente y en silencio cómplice a que todo siga discurriendo con conformismo indigno.
Aprendí de Víctor Jara que “hoy es el tiempo que puede ser mañana”. La mejor forma de no olvidarlo es atender estas palabras en su hoy, que ahora es el nuestro, porque no han perdido valor alguno al recordarlas en estos momentos cruciales para esta Comunidad, para este país, en definitiva, porque el problema de la izquierda activa es general. Sería una forma de salir del silencio cómplice en el que a veces estamos instalados para complicarnos la vida en el pleno sentido de la palabra. Merece la pena porque en la izquierda digna se sabe que mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor. Palabra de Allende y ¿por qué no?, nuestra.
La izquierda, unida, jamás será vencida. Quizá sea la única forma de entonar a partir de ahora una canción alegre de la izquierda en Andalucía. Como la de Quilapayún.
Cuando comenzaba este año escribí en este cuaderno una página dedicada a la filosofía y a su símbolo histórico, la lechuza común (Tyto Alba), porque la organización científica y conservacionista SEO/BirdLife había nombrado a esta especie la estrella de su campaña «Ave del Año en 2018». Con esta elección se puso el foco en los problemas de conservación de las especies asociadas al medio agrario. Finaliza el año y los datos no son esperanzadores, según el último informe científico que se conoce al respecto: “Este año que finaliza ha sido el año de la lechuza común, pero no por ello su situación ha mejorado. Según los últimos datos del programa Noctua de SEO/BirdLife, se consolida un acusado declive en los últimos años en España. En estos momentos hay un 18,5% menos de individuos que en 2006, habiendo desaparecido en algunos de los territorios que ocupaba”.
Ocurre igual con la filosofía, su proyección histórica que tanto ha significado para el ser humano a lo largo de los siglos. La ley Wert ha hecho estragos y solo nos queda la esperanza de que prospere en el Congreso de los Diputados la inclusión en el borrador del anteproyecto de ley que reformará la LOMCE aprobada en 2013 por el Partido Popular, anunciada en el pasado mes de noviembre por la actual Ministra de Educación, de dos asignaturas obligatorias de filosofía como materias comunes para todos los alumnos de Bachillerato: Filosofía e Historia de la Filosofía.
Vuelvo a publicar aquellas palabras de enero de este año, porque tienen hoy su sentido como balance de un año muy difícil para ambas reinas de la noche en silencio y que debemos recuperar en su hábitat natural, como siempre vivieron en su proyección histórica y tan necesaria para el desarrollo del ser humano. A buen entendedor, estas dos reinas de la noche bastan.
También, confieso que estas palabras son un pequeño homenaje al que fue uno de mis grandes maestros de vida, D. José María Garrido Luceño, mi profesor de filosofía, que ha fallecido este año y que nunca he olvidado. Resuenan hoy en mi mente sus palabras en griego, al enseñarme qué es filosofía, retumbando en las bóvedas del aula: em>jó ánzropos estín zaumáxein pánta (sic: anímese a leerlo conmigo tal cual y pronunciarlo como él)o lo que es lo mismo, “la capacidad que tiene el ser humano [él decía el hombre y por eso no nos debemos ofender…] de admirarse de todas las cosas”.
Sevilla, 26/XII/2018
NOTA: la imagen la he recuperado de mi salvapantallas actual, que me recuerda todos los días la presencia de la filosofía en mi vida.
Las damas de la noche en silencio
Se llaman Filosofía y Tyto Alba, dos estrellas invitadas al gran teatro del mundo, aunque bastantes ignoradas en este país, que tienen detrás una historia preciosa. En los tetradracmas de plata que circulaban en el siglo V a.C., figuraba la lechuza (Tyto Alba) de Minerva, diosa de la sabiduría, como símbolo de la filosofía que Aristóteles llegó a concebir como “la capacidad que tiene el ser humano [él decía el hombre y por eso no nos debemos ofender…] de admirarse de todas las cosas”. Mi profesor de filosofía, en años jóvenes, lo expresaba en un griego impecable, con un sonido especial, gutural y sublime, que convertía en un momento solemne de la clase esta aproximación a la sabiduría en estado puro: jó ánzropos estín zaumáxein pánta (sic: anímese a leerlo conmigo tal cual y pronunciarlo como él). Es uno de los asertos que me acompañan todavía en muchos momentos de mi vida, en los que la curiosidad sigue siendo un motivo para la búsqueda diaria del sentido de ser y estar en el mundo, de admirarme todos los días de lo que pasa en él.
Por los curiosos avatares de la vida, he conocido el difícil momento existencial que está atravesando la especie Tyto Alba en España, la lechuza común, el símbolo por definición de la capacidad de admirarse el ser humano, coincidente con la desaparición paulatina de la asignatura de Filosofía en los planes de estudios actuales: “Hasta hace una década, era fácil ver y oír lechuzas en los campanarios y graneros de los pueblos españoles. Esta elegante rapaz nocturna, protagonista de cuentos y mitos, anida en las oquedades de edificios rurales y caza pequeños roedores. Pero la lechuza común (Tyto alba) cada vez lo es menos. Aunque todavía se considera una especie de menor preocupación en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la realidad es que las poblaciones españolas se han desplomado en los últimos años. Por eso la organización científica y conservacionista SEO/BirdLife ha nombrado a esta especie la estrella de su campaña Ave del Año en 2018. Con esta elección se pone el foco en los problemas de conservación de las especies asociadas al medio agrario” (1).
Ha sido la ciudadanía la que ha declarado a la lechuza común Ave del año en España, según informa en la página oficial de SEO/Birdlife su directora ejecutiva, Asunción Ruiz: “La ciudadanía ha decidido que pongamos el foco en la lechuza común. En silencio, como cuando vuela, esta especie nos avisa, desde hace años, sobre la paulatina pérdida de vida en el campo. Se la ve menos, se la oye menos. Ocurre lo mismo con los insectos. Con los roedores. Con los paisajes y con el paisanaje”.
Al igual que esta ave preciosa, la filosofía también se ha desplomado en España en los últimos años y me gustaría que pudiera ser declarada también la asignatura del año 2018, a través de la ciudadanía, porque la capacidad de admirarnos de todo lo que ocurre a nuestro alrededor es la única forma de aprender a preguntarnos muchas cosas e intentar comprenderlas en su justo sentido. La asignatura de valores éticos compite ahora con la religión y así nos van las cosas en diferentes Comunidades Autónomas, puesto que su desaparición en 2º de bachillerato es algo potestativo en cada Comunidad. Emilio Lledó, profesor de Filosofía a mucha honra, lo decía en 2015: “Lo que está ocurriendo está dentro de esa misma tendencia pragmatoide, de obsesión con lo inmediato”, […] Eso significa la muerte de la riqueza más grande de un país, que es la cultura, porque ahí reside su libertad. La filosofía ocupa una función esencial, porque nos obliga a pensar sobre la lengua, sobre el bien, sobre la justicia, sobre lo que somos, sobre la verdad. Desde los griegos, los filósofos siempre han sido la conciencia crítica de una época” (2).
Deseo que este año que comienza devuelva a su legítimo sitio a ambas damas de la noche en silencio, porque son grandes desconocidas y, ambas, desarrollan un trabajo extraordinario. Solo necesitan la noche en silencio para cumplir su cometido (el que quiera entender que entienda). Lo necesitamos urgentemente, porque estamos obligatoriamente obligados a filosofar y a crear conciencia crítica de lo que nos pasa, porque de lo que estamos cada vez más seguros es que no sabemos lo que nos pasa. El auténtico problema de los curiosos que nos admiramos de las preguntas que nos hacemos en vida, es que cuando nos aproximamos a ellas y las interiorizamos para aprender de las respuestas que vislumbramos, la vida ordinaria nos las cambia. Es lo que aprendí un día de Mario Benedetti: “Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas”. Y vuelta a empezar, porque la curiosidad -en expresión genuina del escritor Alberto Manguel – es “el motor de nuestras vidas”, en un mundo que se agota en la mediocridad ruidosa de lo cotidiano.
En Sevilla, a 5 de enero de 2018, como regalo de Reyes a la Noosfera.
Dedicado a todas las personas que respetan al ciudadano Jesús, hoy y siempre.
Mientras estaba esperando en la calle a su familia, sintió bastante desasosiego al ver la ciudad llena de símbolos de Navidad. Hablaba frecuentemente con amigos del sentido de estos días en charlas interminables y casi siempre finalizaban con un sentimiento de soledad al tomar conciencia de que al analizar estas fiestas en profundidad tenía una sensación parecida a los que gritaban a Pablo en el Areópago de Atenas: “¿Qué querrá decir este charlatán?” Y otros: “Parece ser un predicador de realidades o divinidades extranjeras”. La realidad es que lo único que deseaba era dar sentido a unos días especiales que poco a poco van siendo dominados por la economía de mercado, por la sociedad de consumo. ¡Es la economía, estúpido!, gritaban a su alrededor.
Pasados unos días, unos cuantos lugareños le llevaron a un lugar tranquilo, sin llegar a ser nunca el rincón de pensar, lejos del areópago virtual en el que se ha convertido el mundo, para decirle lo siguiente: “¿Podemos saber cuál es esa reflexión sobre estos días que tú expones? Pues te oímos decir cosas extrañas, escribes cosas raras para los tiempos que corren y querríamos saber qué es lo que significan”. La verdad es que muchos ciudadanos de esta ciudad imaginaria en ninguna otra cosa pasaban el tiempo sino en decir u oír la última novedad o cotilleo digital.
Ya reunidos de nuevo y armado de valor y ardor guerrero les dijo:
“Veo que vosotros sois, por todos los conceptos, los más respetuosos de la divinidad. Pues al pasar y contemplar vuestros monumentos sagrados, vuestros belenes, he encontrado uno en el que estaba grabada esta inscripción: «Al Jesús desconocido» Recuerdo que el Dios que decís que hizo el mundo y todo lo que hay en él, que es Señor del cielo y de la tierra, no habita en santuarios fabricados por mano de hombres, ni es servido por manos humanas, como si de algo estuviera necesitado, el que a todos da la vida, el aliento y todas las cosas. Dicen que Él creó, de un solo principio, todo el linaje humano, para que habitase sobre toda la faz de la tierra fijando los tiempos determinados y los límites del lugar donde habían de habitar, con el fin de que buscasen la divinidad, para ver si a tientas la buscaban y la hallaban; por más que no se encuentra lejos de cada uno de nosotros; pues en él vivimos, nos movemos y existimos, como han dicho algunos de vosotros: «Porque somos también de su linaje». Si somos, pues, del linaje de Dios, no debemos pensar que la divinidad sea algo semejante al oro, la plata o la piedra, modelados por el arte y el ingenio humano. Eso dicen los más respetuosos con la divinidad».
Esta última idea les molestó mucho y se acabó la reunión en un silencio profundo. Algunos comprendieron el mensaje implícito de sus palabras en la Navidad de 2018. Otros se fueron huyendo como de la peste y lo divulgaron por las redes sociales. Se quedó pensando que tal y como se leía en los títulos de crédito finales de las películas de su infancia rediviva, cualquier parecido de aquellas palabras con la realidad de lo aquí ocurrido en la Navidad actual no era pura coincidencia.
Peculiar es una palabra preciosa del idioma español, cuyo significado se hace más pleno cuando recurrimos a él como adjetivo que define lo que es propio o privativo de cada persona o cosa. En mi etapa de administrador público me encantaba leer la palabra peculiaridad en la interpretación del alcance de las leyes, porque junto al carácter sustantivo que muchas encierran, otras hablan de las peculiaridades que se deben respetar, como puede ser el desarrollo de leyes de ámbito nacional pero con proyección en los diferentes territorios con sus correspondientes peculiaridades, señalándose artículos concretos que se pueden desarrollar específicamente y atendiendo a las características propias o privativas de una Comunidad Autónoma, por ejemplo. La peculiaridad es un bagaje extraordinario para las democracias actuales y de lo que no se habla habitualmente, porque lo que pretende es establecer la posibilidad de que se respete lo que hace diferente a un territorio y las personas que viven en él, sin que por ello se rompa el principio de unidad que debe regir todo orden democrático sustentado por la legislación en un Estado de derecho.
Esto quiere decir que la peculiaridad es un instrumento muy eficaz para tratar la mejor forma de interpretar el sentido de Estado cuando se defiende que no debe existir solamente el pensamiento único para todo lo que se mueve, a modo de bálsamo de Fierabrás porque es lo que da seguridad jurídica. La política única, la economía única, la educación única, la sanidad única y así sucesivamente en un marco autoritario y decimonónico. Debe haber una estructura común, sustantiva es la palabra, que fije las reglas del juego democrático que hay que conocer y respetar salvando los principios de equidad y accesibilidad al conocimiento y a la libertad de convivencia democrática sana en un Estado de Derecho, pero dejando un margen (todo lo amplio que sea posible) a la aplicación de las peculiaridades de cada territorio en un Estado, Comunidad o Municipio del país que corresponda y de las personas que lo integran, sin dejar a nadie atrás y menos a los que tienen más dificultad para vivir con dignidad personal.
Vivimos momentos muy especiales en este país tan dual, en el que recuperar el correcto sentido de lo peculiar es más urgente que nunca. Las leyes ya se encargan de resaltar lo sustantivo y las peculiaridades de este país caleidoscópico, dejando al poder ejecutivo que proponga formas nuevas de garantizar la seguridad jurídica para la salvaguarda de la convivencia democrática en todas y cada una de sus manifestaciones plurales, lejos del autoritarismo único. Lo que es privativo y propio de cada territorio debe ser respetado, eso sí en el marco común que ordena la Constitución. Lo que es privativo y propio de cada persona debe ser respetado igualmente, porque entre los cerebros dignos de las personas anda el juego, que encuentran su encuadre perfecto en la Constitución para poder vivir en cada territorio de forma ordenada, no única.
Por analogía y para que se comprenda bien la quintaesencia y no el fárrago de lo que significa lo peculiar y su derivada principal, las peculiaridades, recurro a D. Miguel de Unamuno cuando afirmó que a la hora de escribir bien el español había que respetar la peculiaridad de cada uno, acuñando una frase que ha pasado a la posteridad: cada uno con su cadaunada. Lo escribí en este cuaderno en 2009, fruto de una investigación personal: cadaunada expresa a la perfección la individualidad, la realidad personal e intransferible de cada cerebro humano en acción. Y en el esquema de las individualidades hay una que tiene carácter primigenio, la cerebral, tal como ha afirmado el doctor John Mazziotta, un experto en imágenes del cerebro humano de la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA), cuyo trabajo en el Instituto de Neuropsiquiatría le ha permitido desarrollar su investigación del cerebro de forma multidisciplinar y multimodal, utilizando mapas multidimensionales del cerebro humano y no humano que describen su estructura y función: “Ningún cerebro es igual. Ni en su forma, ni en su tamaño, ni en la forma como está organizado; (…) este es un proyecto [la elaboración de un Atlas cerebral] de la frustración básicamente. Por muchos años, todos lo que estudiamos la estructura y funciones del cerebro hemos tenido que lidiar con el hecho de que no hay dos cerebros iguales ni en forma o tamaño, como tampoco en función, pero cuán diferentes son y cómo debemos compararlos eran dos cosas que no se sabía” (1).
Ante la realidad inexorable de lo peculiar de cada uno, cada una, la propia o privativa de este país, de cada territorio que lo compone, debemos recurrir a Unamuno para comprenderlo en toda su extensión: ello dirá, y no nosotros, ni vosotros, ni los de más allá; ello y sólo ello dirá. Así lo recogía en Ensayos (edición de la Residencia de Estudiantes, III, p. 108): “Que cómo se hace eso? [escribir bien el español]. A la buena de Dios, cada cual como mejor se las componga, salga lo que saliere, cada uno con su cadaunada, y luego… ello dirá. Ello, ello es lo que ha de decir; hay que remachar en esto: ello dirá, y no nosotros, ni vosotros, ni los de más allá; ello y sólo ello dirá”.
Todos los años, cuando se acercan estas fechas festivas en torno a una historia que perdura a lo largo de los siglos, la de un niño Jesús proletario, como le gustaba decir a José Saramago, suelo escribir unas palabras que envuelven otras que he escrito en este cuaderno digital en torno a la Navidad. Es mi forma de entender un regalo y su estela, dedicado a las personas que me acompañan en este viaje digital y humano.
En este sentido he querido recuperar hoy unas palabras escritas el año pasado y que deseo recuperar por mi proximidad a Mozart, al que sigo de cerca en mi formación musical actual, intentando comprender lo que soñó al reinterpretar una palabra mágica y su contenido desarrollado en una partitura asombrosa. El aleluya (¡Alabad a Dios!) final de Mozart sigue muy presente en nuestras vidas…, en su música, aunque se ignore que cierra una composición con un libreto esperanzador, donde cada uno, cada una, debe buscar el día amigo que brilla, para que sobrevenga la esperada tranquilidad que necesitamos hoy más que nunca:
Regocijaos, alegraos,
¡oh vosotras, almas felices!
cantando dulces cánticos.
Respondiendo a vuestros cánticos,
los cielos se unirán a mí.
El día amigo brilla,
ahora que tormentas y nubes han huido.
Una inesperada tranquilidad ha sobrevenido para el justo.
En todas partes reinaba la oscura noche,
pero finalmente se alzan felices
incluso los que tenían temores,
regocijándose en la venturosa aurora
y ofreciendo a manos llenas
guirnaldas y lirios.
Tú, corona de las vírgenes,
danos la paz,
mitiga la congoja
que hace suspirar al corazón.
¡Aleluya!
El maestro austriaco siempre apreció con respeto reverencial la música de Haendel. En 1777, bastantes años después del fallecimiento del músico alemán, el compositor Georg Vogler enseñó por primera vez su oratorio El Mesías, a Mozart, en Mannheim, aunque la historia ha demostrado que fue el barón Gottfried van Swieten quien puso un gran empeño en que Haendel fuera conocido y respetado en Viena, entregando varias partituras de Haendel a Mozart con objeto de que las estudiara y preparara una versión actualizada de las mismas. Entre ellas se encontraba la de El Mesías, a la que incorporaría instrumentos más sofisticados que los utilizados por Haendel, tanto en viento como en metales. Así fue y en 1789 se publicó la citada versión reorquestada (KV 572).
Mozart había publicado en Milán, en 1773, una composición muy hermosa con libreto de da Ponte, el motete Exsultate, jubilate (KV 165), que finalizaba con un movimiento final dedicado a una palabra que es el hilo conductor de la Navidad, Aleluya. Escucho muchas veces esta obra cantada de forma asombrosa por Aksel Rikkvin y es todavía más sorprendente el cuidado extremo que tuvo en la revisión de El Mesías de Haendel en esta parte fundamental de la misma. La humildad del compositor austriaco se muestra en todo su esplendor en la partitura de la versión que hizo sobre el maravilloso Mesías de Haendel. Dos formas de interpretar el Aleluya y una sola forma de componer con una espiritualidad incontestable.
En estos días, en los que el mundo se distrae con los recuerdos de aquel acontecimiento que encumbró al Mesías prometido después de su nacimiento, como una de las historias mejor contadas de la humanidad, he querido recordar al compositor de Salzburgo, por la forma de transmitir a través de la música la belleza de la vida que nace en cada momento feliz, que solo se entiende cuando nos proponemos vivir apasionadamente las experiencias del afán de cada día, de cada carpe diem, sin que tengamos que recurrir a la Navidad para experimentarlo ocasionalmente.
… tras un día, otro viene, y lo que ayer fue duda hoy se convierte en certeza.
José Saramago, Cuadernos de Lanzarote II
El miércoles pasado, Saramago volvió a Sevilla. Fue en el Consulado General de Portugal, en un acto promovido por el citado Consulado y la Fundación Saramago, con la colaboración del Centro de Estudios Andaluces y del Centro Andaluz de las Letras, con motivo de la celebración del día de la lectura en Andalucía en el día de hoy. Las intervenciones sucesivas de los ponentes, con firma incluida del acuerdo del cónsul general de Portugal y de la presidenta de la Asociación Feria del Libro de Sevilla, para que el año próximo se dedique a Portugal como país invitado, dejaron su poso de profundo respeto a la vida y obra de Saramago, destacando por su profundidad, desde mi humilde punto de vista, las palabras de Juan José Téllez, porque se preocupó de destacar en todo momento la fina sensibilidad del autor hacia los más desfavorecidos y al cumplimiento inexorable, actual, de sus “profecías” sobre lo que podría ocurrir en el mundo actual.
Efectivamente, la certeza llegó. Pilar del Río nos acercó a la realidad del descubrimiento del cuaderno del año del Nobel escrito en 1998, convirtiéndose hoy en un libro con nombre propio. Nos habló del primer registro y del último de este diario escondido en la memoria del ordenador. El primero, ya lo conocía por haberlo recogido en toda su extensión como un aviso para navegantes, en Cuadernos de Lanzarote II, contando lo que había ocurrido en su jardín en una noche de viento infernal y cómo, a la mañana siguiente, se preocupó de enderezar un pino tres palmos más alto que él, que lo veía sufrir a la hora de mantenerse en pie. Lo socorrió como solo él sabía hacerlo, pensando siempre en el más allá del tiempo. Lo salvó ese día y nos contaba que “anduve reviéndome en mi obra durante todo el día”, más o menos cómo lo hizo en su trayectoria como escritor, reviéndose en sus obras durante todos los días de su vida por coherencia intelectual y como persona pre-ocupada por los demás. Lo hacía y lo sigue haciendo en nuestras almas “como un niño que hubiera conseguido atarse los zapatos por primera vez”.
Tengo bastante avanzada la lectura del cuaderno del año del Nobel, pero recordando una anécdota que contó Pilar en el citado acto, he leído el último registro del diario de 1998 que refleja la humanidad inmensa del escritor. Es la historia de la compra de unos calcetines, donde cuenta la sorpresa de un cliente anónimo en unos grandes almacenes cuando lo descubre agachado y localizando sus peúgas (calcetines, en portugués), preguntándole si ese hombre en esa postura era José Saramago, a lo que respondió: “Sí, soy yo”. “Eso me parecía -ha dicho- , pero como lo he visto aquí solo…”. Él cuenta, en esa aventura en El Corte Inglés de Callao, en Madrid, por más señas, que lo que verdaderamente había desconcertado a este señor no era que estuviera solo en esos menesteres, sino que “un Premio Nobel de literatura estuviera comprando calcetines como cualquier mortal, sin contar, por lo menos, con la ayuda de dos secretarios y la protección de cuatro guardaespaldas. Y encima en una postura tan poco digna”.
Así finaliza este diario anunciado en 2001 por el propio Saramago. Vuelvo a leer el epílogo de Cuadernos de Lanzarote II y allí descubro de nuevo los motivos de permanecer oculto el Cuaderno de 1998, el Sexto en concordia: “Y si el Sexto Cuaderno no llegó a ver la luz del día y permaneció agarrado al disco duro del ordenador, fue sólo porque, envuelto de repente en mil obligaciones y compromisos, todos urgentes, todos imperativos, todos inaplazables, se me quebró el ánimo y también la paciencia para para revisar y corregir las doscientas páginas en las que se habían acogido las ideas, los hechos e igualmente las emociones con que el año 1998 me benefició y alguna vez me agredió”.
De todas formas, lo que me sobrecogió del acto en el Consulado General de Portugal fue una anécdota que contó Pilar sobre el origen del libro más polémico de Saramago. Contó que paseando los dos en Sevilla por la calle Sierpes, se volvió Saramago hacia el célebre quiosco de Curro situado en la zona de La Campana y allí vio escritas unas palabras que luego dieron el título a una obra preciosa: El evangelio según Jesucristo. Bendito momento para Sevilla, justo es recordarlo, a la que volvió el miércoles pasado para recordarnos que lo que ayer fue duda hoy se convierte en certeza, intentando comprender el final de aquella obra nacida curiosamente en esta tierra cuando Dios decía: “[…]: Hombres, perdonadle [a Jesús], porque él no sabe lo que hizo. Luego se fue muriendo en medio de un sueño, estaba en Nazareth y oía que su padre le decía, encogiéndose de hombros y sonriendo también, Ni yo puedo hacerte todas las preguntas, ni tú puedes darme todas las respuestas”.
Salí del Consulado en silencio pensando en estas palabras en esta ciudad iluminada para la Navidad, recordando al niño Jesús proletario que Saramago describía en sus pequeñas memorias, porque él estaba conmigo, al igual que me acompañaba durante muchos años Manuel, el amigo imaginario de Marcelino, Pan y Vino: “En ese tiempo, los Reyes Magos todavía no existían (o soy yo quien no se acuerda de ellos), ni existía la costumbre de montar belenes con la vaca, el buey y el resto de la compañía. Por lo menos en nuestra casa. Se dejaba por la noche el zapato (“el zapatinho”) en la chimenea, al lado de los hornillos de petróleo, y a la mañana siguiente se iba a ver lo que el Niño Jesús habría dejado. Sí, en aquel tiempo era el Niño Jesús quien bajaba por la chimenea, no se quedaba acostado en la paja, con el ombligo al aire, a la espera de que los pastores le llevasen leche y queso, porque de esto, sí, iba a necesitar para vivir, no del-oro-incienso-y-mirra de los magos, que, como se sabe, solo le trajeron amargores para la boca. El Niño Jesús de aquella época era un niño Jesús que trabajaba, que se esforzaba por ser útil a la sociedad, en fin, un proletario como tantos otros”.
No lo olvido en este encuentro imaginario en Sevilla, veinte años después. Gracias José Saramago, porque a través de la lectura de tu obra a lo largo de los años, vuelvo a comprender mejor en esta Navidad de 2018 que yo no puedo hacerle todas las preguntas a ese niño divino de mi infancia, ni él puede darme todas las respuestas para que otro mundo sea posible. Por mucho que me duela. Aunque pensándolo bien y como reconoce la sabiduría popular, la dignidad humana siempre acaba triunfando en las respuestas a la vida, porque tras un día, otro viene, y lo que ayer fue duda hoy se convierte en certeza.
Sevilla, 16 de diciembre de 2018, Día de la Lectura en Andalucía.
Estoy ensayando en el clave un fragmento del Concierto de Brandenburgo número 3, obra excelsa de Bach, a quien me acerco con respeto reverencial en este tiempo de turbación y revelándome con el consejo ignaciano de no hacer mudanzas ahora. Estoy apesadumbrado con el resultado de las elecciones del pasado 2 de diciembre porque la fragmentación política no creo que nos lleve a nada bueno, sobre todo cuando a las nuevas compañías de transporte especializadas en mudanzas políticas, las escucho acercarse a los centros de poder con exclamaciones que hacen temblar los cimientos de la cordura, pendientes del contrato del siglo. De un lado y de otro, de arriba y de abajo, de derecha y de izquierda, todas, sin excepción alguna.
He acudido a mi memoria de secreto, a mi biblioteca neuronal, como clínicas del alma y he vuelto a leer una reflexión que hice hace ya diez años sobre las mudanzas del cerebro, mío, tuyo, de él o de ella, nuestro, vuestro o de ellos o ellas. No borro palabra alguna de aquel momento de mudanza interna porque me sirve en su totalidad, con una novedad: leerla acompañado por Bach y Karl Richter, maestros en la forma de acercarme cada día a la música, como en este caso, a través de la Tocata y fuga en Re menor, BWV 565. Richter me parece un prodigio como ser humano que amaba la música sobre todas las cosas y su fallecimiento repentino en 1981, cuando solo tenía 54 años, nos privó de seguir escuchando su asombrosa forma de interpretar y dirigir, sobre todo los seis conciertos de Brandenburgo que todavía hoy me sobrecogen al escucharlos, verlos y sentirlos.
Decía ayer que “Las mudanzas han sido una constante en mi vida, porque he aceptado siempre con buen talante que en la vida se producen variaciones del estado que tienen las cosas, pasando a otro diferente en lo físico u lo moral (Diccionario de Autoridades, RAE, 1734). Las he vuelto a revivir al leer una frase de un cómico americano Steven Wright, al afirmar que escribía un diario desde su nacimiento y como prueba de ello nos recordaba sus dos primeros días de vida: “Día uno: todavía cansado por la mudanza. Día dos: todo el mundo me habla como si fuera idiota”. Es una frase que simboliza muy bien las múltiples veces que hacemos mudanza en el cerebro porque cambiamos o nos cambian la vida (el estado que tienen las cosas) muchas veces a lo largo de la vida. Y el cerebro lo aguanta todo y…, lo guarda también. Es una dialéctica permanente entre plasticidad cerebral y funcionamiento perfecto del hipocampo (como estructura que siempre está “de guardia” en el armario de la vida).
Por otra parte, he escuchado muchas veces la frase ignaciana “en tiempo de turbación no hacer mudanza”, en una interpretación ascética de la frónesis (prudencia) griega, de la prudencia como madre de la sabiduría. Ahora bien, ¿qué es turbación?, ¿algo estático o dinámico?, ¿azar o necesidad?, es decir, ¿nos mudamos todos los días o no? La respuesta no está en el viento y el contrato de la perfecta mudanza lo administra segundo a segundo la inteligencia, como capacidad de resolver diariamente los problemas comunes y específicos de cada ser humano, en la búsqueda incesante del bienestar y bien-ser. En definitiva, ética de la felicidad, ética neuronal, porque en una danza admirable -una mu-danza perpetua-, cien mil millones de neuronas están viajando constantemente en nuestra corteza cerebral para responder a un programa de vida genético que luego tiene que modularse con el medio en el que cada ser humano nace, crece, se multiplica y muere. La estructura del cerebro al nacer “ya está instalada” que diría Gary Marcus. Antes, incluso, de la mejor mudanza existencial que existe: nacer a la vida, en el esquema de Wright. Pero estamos obligatoriamente obligados a viajar constantemente hacia alguna parte. Hacia dónde solo merece la pena (yo diría la alegría…) cuando es hacia adelante. Lo manifiesto así por coherencia con lo que yo vivo diariamente en una mudanza cerebral, personal e intransferible, como determinadas nieves: perpetua. Porque no lo sé todo, porque no tengo garantizado casi nada, porque cada vez voy más ligero de equipaje, porque no me gusta mirar atrás y menos con ira, porque este siglo tiene horizontes de grandeza que no coinciden con mis patrones de educación para ser un buen ciudadano, porque el trabajo público está cada vez más “tocado” respecto del bien común, porque se confunde habitualmente valor y precio, porque la ética está en horas bajas, porque el sufrimiento de las personas que quiero sigue haciéndome preguntas que no sé contestar, y porque constantemente me adelantan las personas maleducadas por la izquierda y por la derecha, en el pleno sentido de las palabras.
¿Pesimista? No, optimista bien informado sobre la turbación. Y no quiero pasar como un idiota por la vida. Ya sé que el saber sobre las mudanzas tampoco ocupa lugar [en el cerebro]. Pero, aunque no lo haya anotado Steven Wright en su diario para esta ocasión, en mi 26.901º día de existencia [actualizado a 13/XII/2018], ¡me queda ya tan poco sitio!… “.
Para quedarme más tranquilo ante tanta turbación, he recordado también que Adán y Eva no fueron expulsados…, sino que se mudaron a otro Paraíso. Quizá es lo que necesito hacer hoy escuchando, viendo y sintiendo el mensaje de Richter y Bach que comparto con la noosfera, la malla pensante digital de la que ya hablaba hace más de un siglo Pierre Teilhard de Chardin, a quien debo una de mis mudanzas interiores más llena de turbación.
Aquella tarde romana de 15 de diciembre de 1976 hice cola en el consulado de España en Roma para votar a favor del referéndum para la reforma política, habiendo escuchado días antes en mi radiocasete Grundig una canción que servía de sintonía nacional para promover la participación en un hecho histórico y que marcó el inicio de una etapa democrática extraordinaria para unir las dos Españas. Aquella canción era Habla, pueblo, habla, con un mensaje que todavía mantengo vivo en estos momentos andaluces en el que suena una determinada vox populi, que ha entrado en tromba en el escenario político de Andalucía.
Habla pueblo habla
Tuyo es el mañana
Habla y no permitas
Que roben tu palabra
Habla pueblo habla
Habla sin temor
No dejes que nadie
Apague tu voz
Habla pueblo habla
Este es el momento
No escuches a quien diga
Que guardes silencio
Habla pueblo habla
Habla pueblo sí
No dejes que nadie
Decida por ti
Cuarenta y dos años después el pueblo andaluz ha hablado a través de las urnas en las elecciones del pasado 2 de diciembre, pero también ha callado con una abstención clamorosa, 2.602.456 electores. Hoy, en la cola de la vida diaria, me he preguntado qué pasa en Andalucía para que más de dos millones y medio de andaluces no hablen si suyo es también el mañana, si con su silencio permiten que otros sean los que intenten solucionar sus problemas o agravarlos, según se mire; si cientos de miles pueden apagar la voz de sus deseos legítimos pero no expresados mediante el voto, porque se guarda silencio de cuatro años, porque al final varios millones de andaluces y andaluzas deciden por ellos.
Me preocupa la aparición de Vox, pero más el silencio de la vox de millones de andaluces que no han votado. Lo que pasa es que no sabemos lo que nos pasa cuando Andalucía no habla. ¿Nos preocupa? No me extraña la sorpresa del éxito de Vox, el partido del que tanto hablamos desde que conocimos los resultados del día 2 y cuando tomamos conciencia del millonario silencio de la abstención, por desafección política, cansancio, desencanto, acción voluntaria a sabiendas de lo que se hace al no acudir a las urnas o por la ausencia ética y de convicción en la trayectoria histórica anterior de los partidos en liza. Todo se debería examinar con lupa en beneficio de la democracia andaluza.
Sinceramente, echo de menos cantar a los cuatro vientos Habla, Andalucía, Habla, recordando aquella fría tarde romana de 1976, en la que soñaba con tiempos de democracia y libertad. No lo olvido en estos momentos de turbación y de necesarias mudanzas del alma.
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