El libro verde del conductor negro, en un país ciego al color

GREEN BOOK

Tony “Lip” Vallelonga (Viggo Mortensen) y Don Shirley (Mahershala Alí), en Green Book (2018)

El Dr. Don Shirley lo dice en la película “Green Book” a su fiel y controvertido escudero y conductor blanco: “No se gana con violencia, Tony, se gana cuando… mantienes tu dignidad. La dignidad siempre prevalece. Y esta noche, por tu culpa, no lo hicimos” (1). Es el hilo conductor de la trama interna de esta entrega americana al mundo comercial del cine. Se trata de la dignidad humana que atraviesa todos los siglos, pero que se tuvo que emplear a fondo en la segregación racial americana. Dignidad de dignidades, solo buscaban los negros la dignidad, a pesar de que tuvieran que viajar con la insoportable levedad del Libro Verde para Conductores Negros.

Tony representa el principio de realidad que tanto tememos en nuestras vidas y que se instala en ella con bastante frecuencia. Vivimos en un mundo de personas solas, que solo hablan con ellas mismas, lo vemos por la calle con el disimulo que hoy ofrecen los teléfonos inteligentes para este menester: “[…] El mundo está lleno de gente solitaria que teme dar el primer paso”.

El relato completo de Green Book es muy interesante y no inocente. Narra las vivencias reales de un músico afroamericano, Don Shirley, que tuvo una vida azarosa por cuna y color de piel. Fue un músico extraordinario que un día decidió viajar a un mundo casi imposible en su propio país, el Sur de América del Norte, para ofrecer conciertos con su Trío a blancos ricos y nada respetuosos con el color de la piel del artista. Se viven diversos episodios donde se palpa la transformación ideológica del conductor y guardaespaldas de Shirley, Tony Vallelonga, quien no comprende el porqué de este viaje hacia ninguna parte según él, tal y como lo expresa uno de los componentes de los músicos del famoso Trío, de nombre ruso, Oleg: “¿Me preguntaste una vez [Tony], por qué el Doctor Shirley hace esto? Te lo diré. Porque el genio no es suficiente. Se necesita valor para cambiar los corazones de la gente”.

THE GREEN BOOK

La contradicción de Shirley es constante en un mundo americano del Sur que es incapaz de aceptar la diversidad racial: “¡Sí, vivo en un castillo! Tony. ¡Solo! Y los blancos ricos me pagan por tocar el piano para ellos, porque los hace sentir cultos. Pero tan pronto como me bajo del escenario, vuelvo a ser sólo otro negro para ellos. Porque esa es su verdadera cultura. Y yo sufro ese desaire solo, porque no soy aceptado por mi propia gente, ¡porque yo tampoco soy como ellos! Así que, si no soy lo suficientemente negro, y si no soy lo suficientemente blanco, y si no soy lo suficientemente hombre, entonces…, dime Tony, ¿qué soy?

Tony descubre el alma blanca de un hombre negro, porque le enseña a decir cosas preciosas a su mujer que está muy lejos. Le asombra cómo toca el piano y descubre que a Shirley le enseñó a tocar el piano su madre, en una pequeña espineta, viajando por circuitos imposibles de Florida. En una ocasión -le cuenta- un hombre que le había escuchado le ofreció la oportunidad de estudiar en el Conservatorio de Música de Leningrado, siendo el primer negro que aceptaban allí. Aprendió a tocar, básicamente, música clásica, interpretando a compositores de la talla de Brahms, Franz Liszt, Beethoven, Chopin…, “todo lo que siempre quise tocar”. Pero el poderoso caballero don dinero de las compañías discográficas, la suya en concreto, Cadence, le aconsejó que tocara otras cosas más populares.  La todopoderosa América de los años sesenta no aceptaría nunca que un músico negro tocara música clásica, sino la que le adjudicaban como algo suyo, el jazz: “Querían convertirme en otro «animador de color». Ya sabes, del tipo que fuma mientras toca, pone un vaso de güisqui en su piano y luego se queja porque no es respetado como Arthur Rubinstein”.

Tony, admirador de Chubby Checker, Little Richard o Aretha Franklin, a los que no había escuchado nunca Shirley (aparentemente), creía que hubiera sido un gran error continuar con su carrera de corte clásico, algo que Shirley no comprendía para nada: “¿Un error? ¿Interpretando la música en la que estuve entrenando toda mi vida para tocar?, a lo que responde asombrado Tony: “¿Entrenado? Qué eres, ¿una foca? A la gente le encanta lo que haces. Cualquiera puede sonar como Beethoven o Joe Pan o los otros tipos que dijiste. Pero tu música, lo que tú haces… Sólo tú puedes hacerlo”. Shirley da las gracias a Tony por su cumplido, pero le manifiesta que “No todo el mundo puede tocar a Chopin… no».


Lullaby of Birdland, de la banda sonora de Green Book (The Don Shirley Trio) – Kris Bowers

Tengo que confesar que no conocía a Don Shirley, pero sí a los cantantes de la época a los que admiraba Tony “Lip”, el pendenciero conductor cuentista y admirador progresivo de su pasajero negro en un coche azul de ensueño, en un país ciego al color negro.

¡Ay, América de Trump! Próximamente, seguiré escribiendo en este salón virtual… sobre el impacto de esta película en mi vida, convencido de la importancia extrema de la dignidad humana, de que los solitarios deben dar de una vez por todas el primer paso en cualquier momento complicado de la vida, de que lo fundamental en tiempos revueltos de la política es cambiar corazones sin violencia y de que es necesario descubrir el alma blanca que está detrás de todas las personas que pasan cerca de nuestras vidas. Aunque muchas veces no sepamos por qué pasan o qué nos pasa. Mientras, escucho a Chubby Checker, Little Richard o Aretha Franklin, cantantes de mi infancia rediviva. Y a Don Shirley, porque era un pianista magnífico del que todavía puedo seguir aprendiendo muchas cosas.

Sevilla, 17/II/2019

(1) Las frases, con ligeros cambios, las he recuperado de http://frasesdecineparaelrecuerdo.blogspot.com/2019/02/frases-pelicula-green-book-peter-farrelly.html

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