Todo se discontinúa, nada permanece

DISCONTINUAR

En el mundo digital existe un enemigo público número 1 que se denomina “discontinuar”, es decir, se rompe o interrumpe la continuación de algo o lo que es lo mismo, el software de un teléfono móvil “se discontinúa” y ya no va ser posible actualizarlo o el “hardware” se discontinúa y ya no puede soportar las actualizaciones del software necesarias para seguir utilizándolo con la seguridad necesaria o con las prestaciones que requiere la nueva actualización. O Trump decide que Google no dé soporte alguno a Huawei, ni de software ni de hardware, «discontinuando» su colaboración no inocente por cierto. Tanto monta, monta tanto, desde la perspectiva digital de mercado. En mi etapa de directivo de estrategias digitales, me daba pánico escuchar la posible “discontinuidad” de un sistema operativo o de una plataforma tecnológica, por los daños colaterales gravísimos que podían ocasionar a personas, bienes y servicios públicos, afectando de forma directa al interés general de las personas.

El apetito insaciable de las multinacionales de amplio espectro, entre las que destacan las de telefonía móvil, programa la obsolescencia de sus aparatos discontinuando todo lo que se mueve para llevar al consumidor al síndrome de la última versión porque lo que me servía ayer deja de serlo porque se discontinúa todo. Apple ha lanzado ya un aviso para navegantes digitales con la nueva versión de su sistema operativo iOS, el 13, porque ya no se podrán actualizar los iPhone SE, iPhone 6 y iPhone 5S, llamando la atención, sobre todo, el caso del modelo SE porque ¡solo tiene tres años de antigüedad! La palabra temida campa a sus anchas en el mercado tecnológico, es decir, se discontinúan a partir de la nueva versión del sistema operativo, con el mágico número 13, metiendo a todo el mundo el miedo en el cuerpo o en la mente, que no es lo mismo.

Algo habrá que hacer ante esta locura digital y todo pasaría por garantizar un periodo de tiempo razonable en el uso y consumo de los teléfonos móviles y de aparatos y sistemas operativos que llevan embebidos. El síndrome de la última versión ya está aquí hace años y ha venido para instalarse en nuestras vidas gracias a la discontinuidad tecnológica. Cuando era pequeño se cantaba en mi casa una canción que llevaba por título “Todos queremos más”, cuya letra la tengo grabada en estos tiempos de discontinuidad absoluta, porque no solo los aparatos electrónicos, sino en casi todo y en todos los tiempos posibles se conjuga el verbo discontinuar, permaneciendo casi nada: Todos queremos más / todos queremos más / todos queremos más / y más y más y mucho más. / El pobre quiere más / el rico mucho más / y nadie con su suerte / se quiere conformar. […] La vida es interés / el mundo es ambición / pero no hay que olvidarse / que uno tiene un corazón. La suerte “tecnológica”, por supuesto, porque todos “queremos más tecnología” y cuanto más moderna mejor.

Si Heráclito de Éfeso levantara la cabeza comprendería perfectamente el argumento expuesto, pero sorprendiéndose por la situación actual de discontinuidad de todo lo que se mueve, llevándose las manos a la cabeza, porque su aserto “Todo fluye, nada permanece”, no estaba expuesto para dañar la vida de las personas sino para que se comprendiera el secreto de la evolución de las especies y el necesario desarrollo que surge cuando tenemos visión de amplio espectro en la vida.

El que quiera entender que entienda en el contexto tecnológico actual. Estamos avisados por la Historia y por Trump con sus últimas veleidades tecnológicas del proteccionismo tecnológico americano representado en estos momentos por el Dios Google ante el gigante chino de nombre Huawei, aunque recuerdo siempre a Mercedes Sosa, afortunadamente, cantando en Todo cambia que Cambia el rumbo el caminante / Aunque esto le cause daño / Y así como todo cambia / Que yo cambie no es extraño. No es lo mismo, no es lo mismo.

Mientras, repaso el presente de indicativo del verbo “discontinuar”, según la Real Academia Española, para ver si me afecta algo en cada uno de sus tiempos de conjugación.

Sevilla, 22/V/2019