Sevilla, 12/I/2021
Se llama Aarón Lee: “Mi nombre es Aaron… que en hebreo significa fortaleza y luz en la montaña… un niño criado entre el violín y Dios… mis días pasaban entre partituras y misas”. Esta es la pequeña historia de un joven de 32 años, madrileño con ascendiente coreano, hijo de un pastor bautista, que da vida al último espectáculo de otro desgraciado cierre cultural en Madrid, la Sala Pavón Kamikaze, con una obra que lleva por título Yo soy el que soy.
El relato autobiográfico, con la voz e interpretación de la actriz Verónica Ronda, comienza con la descripción hebrea de su nombre, Aarón, “mientras suena el Concierto para violín y orquesta de Chaikovski. En un escenario oscuro, con solo un piano de cola y dos taburetes, la voz de Ronda va narrando esos cinco años en la vida de este joven, presente en el escenario con su violín y la música que le ayudó a superar los trágicos momentos de su existencia, que fueron desde amenazas de muerte hasta su secuestro, orquestado por sus padres, en una isla de Corea, pasando por palizas y actuaciones en la calle para poder comer. Las partituras elegidas e interpretadas junto a Goldman, —director musical del espectáculo—, son una mezcla de música clásica, popular, tangos y hasta piezas de bandas sonoras de películas, y todo cumple la premisa de formar parte de la vida de Lee” (1).
Estoy de acuerdo con el director del montaje, Zenón Recalde, cuando afirma que es una historia de contenido sórdido pero que se presenta con una linealidad sin odio ni rencor, aunque recoge la dura realidad de “la intolerancia, del sectarismo, de las persecuciones por ideología, raza u orientación sexual. Es una vida digna de película, de superación en positivo”. La música ha sido la gran protagonista de la liberación de Lee lo que le permitió que en su momento fuera el miembro más joven de la Orquesta Nacional de España, que abandona unos años después de su ingreso, atento a la recomendación de su concertino, que le había indicado la conveniencia de no estar allí más de dos años.
Al final de la representación, Aarón interpreta la Chacona, de Johann Sebastian Bach, “un lamento, un grito desgarrador” y proclama para quien lo quiera escuchar y entender: “No soy ningún héroe. Pagué un peaje muy alto por ser quien soy, para ser libre. Cada dificultad, cada herida y cicatriz las he convertido en algo bello. El sufrimiento en sí no hace madurar al hombre. Es el hombre el que da sentido al sufrimiento. Y gracias a ello, yo soy el que soy”.
Es el final de la obra y el principio de un mundo nuevo para este violinista sobre el tejado que inspira sus sueños. También, para los que nos gusta soñar despiertos junto a la música que amamos. Todavía más cuando entro a conocer una Fundación que preside en la actualidad, Arte que alimenta, con tres objetivos muy claros y bien definidos: creer en el arte como instrumento de desarrollo personal y social, que puede ofrecer a niños y jóvenes la oportunidad de crecer, expresarse y potenciar sus capacidades. También, apoyar a niños y jóvenes en situación de vulnerabilidad y, por último, inspirar una nueva comunidad unida por la cultura, porque una sociedad que promueve el arte permanece unida y fuerte. Es esta unión la que permitirá tener un mayor impacto social. El cambio es ahora.
Nos piden, finalmente, que nos unamos a su comunidad.
(1) Homofobia y tortura: Aaron Lee saca a escena su infierno personal | Cultura | EL PAÍS (elpais.com)
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.