El discreto encanto de una mariposa blanca

Sevilla, 11/I/2021

Yo sé bien que sólo al dichoso
Se quiere. Su voz
Se escucha y complace. Su rostro resulta bello.
El árbol marchito del patio
Habla de la tierra enferma, pero
Los paseantes lo tachan de mustio
Y con razón.

Bertolt Brecht, Malos tiempos para la lírica (1939)

En este cuaderno digital hay muchas referencias a las mariposas y a su mundo encantado y frágil. Siempre con una simbología precisa porque su vida no es inocente, al menos en los contextos en los que las he citado: el relato de Manuel Rivas, La lengua de las mariposas, la película homónima y estremecedora con un mensaje explícito del hilo conductor de la obra de Rivas, las letras de sus alas que dibujan en el aire la palabra libertad, si nos ponemos a contemplarlas así, mostrándonos siempre el arte de volar.

En estos vuelos buscados encontré anoche unas mariposas blancas en un documental de la 2 (RTVE), dedicado a la soprano Ainhoa Arteta. Me pareció de ejecución impecable, dentro de un espacio televisivo que lleva un título premonitorio: Imprescindibles, respetando la gran reflexión de Bertolt Brecht, que he adaptado de su obra Elogio a los combatientes, respetando el actual lenguaje de género: “Hay hombres y [mujeres] que luchan un día y son buenos, otros [y otras] luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero están los [hombres y mujeres] que luchan toda la vida, y esos son los imprescindibles”.

Reconozco que estamos viviendo en un tiempo de coronavirus que no es el mejor para la lírica, en el sentido primigenio de un poema de Bertolt Brecht, Malos tiempos para la lírica, pero el documental citado me ha parecido extraordinario porque resalta fundamentalmente el desarrollo humano y profesional de una persona, Ainhoa Arteta, que ha tenido que superar muchas dificultades de texto y contexto histórico y social en nuestro país y fuera de él. Etapas difíciles desde su adolescencia, juventud, formación como cantante, esposa y madre, problemas graves en su voz, que ella misma reconoce como un instrumento vivo, que pertenece de forma personal e intransferible a cada persona (no hay dos iguales) y que vive o muere sólo con la persona que lo lleva dentro.

El documental “cuenta la historia de una pasión, de un sueño. Del anhelo de una niña de Tolosa que con seis años juega a cantar y bailar la ópera Carmen en francés. También es la historia de una superación, de lucha contra el desaliento. De confiar en el instinto, en la voz y en los años de estudio, para superar una crisis vocal”. Recomiendo verlo, escucharlo atentamente y quedarse con todo lo bueno que transmite. Para mí, una experiencia imprescindible para seguir amando la vida, donde las mariposas blancas que aprendió a identificar Ainhoa Arteta a través de su madre nos muestran la belleza de la vida. Sobre todo, a volar con trajes de gala cuando del blanco pasan a colores deslumbrantes. Cuando yo era niño y pensaba como niño, siempre buscaba durante el verano las mariposas blancas, porque había aprendido en mi casa que ese día iba a recibir una carta con una buena noticia. No lo he olvidado y anoche encontré unas que me enseñaron a valorar la pasión de vivir apasionadamente aunque en estos momentos no sean tiempos de lírica. Las mariposas blancas de anoche, sobrevolando sobre mi mente, me demostraron que Ainhoa Arteta es una persona imprescindible, porque ha luchado durante toda su vida para dignificar su pasión de vivir de forma singular, diferente.

Finaliza el documental con un poema leído y sentido por Ainhoa Arteta, La voz a ti debida, de Pedro Salinas, que todavía resuena en mi persona de secreto. Gracias, Ainhoa, porque sé que sólo tú eres tú.

Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!

Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
«Yo te quiero, soy yo».

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.