
Sevilla, 31/III/2021
Cada “miércoles” hay una oportunidad de recordar el significado de la palabra, día dedicado a Mercurio, día laico por excelencia, que el mercado se apoderó de él hace ya muchos siglos, convirtiéndolo en mercancía, cosa lógica por otra parte porque la etimología de miércoles deriva del latín “merx”, mercancía. También, el canon católico arrebató su sentido primigenio, al declararlo “santo” en esta semana especial. Respetando el arte de empezar a escribir en la página en blanco de hoy y como me considero muy lejos de las veleidades mercantilistas, quiero centrarme ahora en unas palabras escritas sobre Mercurio por uno de mis maestros, Ítalo Calvino, que figuran en una obra que me acompaña desde hace ya muchos años, Seis propuestas para el próximo milenio (1). Me refiero concretamente a una de las seis conferencias, Rapidez, que se publicó de forma póstuma al haber fallecido el autor una semana antes de trasladarse a la Universidad de Harvard donde iba a pronunciarlas en diciembre de 1985.
En Rapidez aborda Calvino una cuestión llena de interés, al menos para los que andamos en dialéctica saturnial y mercurial en el caminar diario del timbo al tambo, no sólo los miércoles sino todos los días de la semana. Lo explico ahora con detalle, porque a los que amamos la literatura, el autor italiano consideró a Mercurio el mejor patrono. En la conferencia citada, formando parte de otras seis, él quiso explicar la importancia de la rapidez en la comunicación escrita: “[…] en una época en que triunfan otros media velocísimos y de amplísimo alcance, y en que corremos el riesgo de achatar toda comunicación convirtiéndola en una costra uniforme y homogénea, la función de la literatura es la de establecer una comunicación entre lo que es diferente en tanto es diferente, sin atenuar la diferencia sino exaltándola, según la vocación propia del lenguaje escrito. El siglo de la motorización ha impuesto la velocidad como un valor mensurable, cuyos récords marcan la historia del progreso de las máquinas y de los hombres. Pero la velocidad mental no se puede medir y no permite confrontaciones o competencias, ni puede disponer los propios resultados en una perspectiva histórica. La velocidad mental vale por sí misma, por el placer que provoca en quien es sensible a este placer, no por la utilidad práctica que de ella se pueda obtener. Un razonamiento veloz no es necesariamente mejor que un razonamiento ponderado, todo lo contrario; pero comunica algo especial que reside justamente en su rapidez”.
Calvino tiene presente al dios Mercurio por sus pies alados, por su vinculación histórica y multisecular al tiempo: “En la vida práctica el tiempo es una riqueza de la que somos avaros; en la literatura es una riqueza de la que se dispone con comodidad y desprendimiento: no se trata de llegar antes a una meta preestablecida: al contrario, la economía de tiempo es cosa buena porque cuanto más tiempo economicemos, más tiempo podremos perder. Rapidez de estilo y de pensamiento quiere decir sobre todo agilidad, movilidad, desenvoltura, cualidades todas que se avienen con una escritura dispuesta a las divagaciones, a saltar de un argumento a otro, a perder el hilo cien veces y a encontrarlo al cabo de cien vericuetos”.
¿Por qué Mercurio tiene tanto interés para Calvino?: “Mercurio, el de los pies alados, leve y aéreo, hábil y ágil, adaptable y desenvuelto, establece las relaciones de los dioses entre sí y entre los dioses y los hombres, entre las leyes universales y los casos individuales, entre las fuerzas de la naturaleza y las formas de la cultura, entre todos los objetos del mundo y entre todos los sujetos pensantes. ¿Qué mejor patrono podría escoger para mi propuesta de literatura?”. Impecable descripción que complementa con su aproximación a la psicología y la astrología en influencia mutua: “[…] el temperamento influido por Mercurio, inclinado a los intercambios, a los comercios, a la habilidad, se contrapone al temperamento influido por Saturno, melancólico, contemplativo, solitario. Desde la Antigüedad se considera que el temperamento saturnino es justamente el de los artistas, los poetas, los pensadores, y me parece que esta caracterización corresponde a la verdad. Desde luego, la literatura nunca hubiese existido si una parte de los seres humanos no tuviera una tendencia a una fuerte introversión, a un descontento con el mundo tal como es, al olvido de las horas y los días, fija la mirada en la inmovilidad de las palabras mudas. Mi carácter corresponde ciertamente a las peculiaridades tradicionales de la categoría a la que pertenezco: también yo he sido siempre un saturnino, cualquiera que fuese la máscara que tratara de ponerme. Mi culto a Mercurio corresponde quizá sólo a una aspiración, a un querer ser: soy un saturnino que suena con ser mercurial, y todo lo que escribo está marcado por estas dos tensiones”.
Finalmente, Calvino se decanta por otro dios, Vulcano, que es la síntesis para interpretar de la forma más correcta a Mercurio: “El trabajo del escritor debe tener en cuenta tiempos diferentes: el tiempo de Mercurio y el tiempo de Vulcano, un mensaje de inmediatez obtenido a fuerza de ajustes pacientes y meticulosos; una intuición instantánea que, apenas formulada, asume la definitividad de lo que no podía ser de otra manera; pero también el tiempo que corre sin otra intención que la de dejar que los sentimientos y los pensamientos se sedimenten, maduren, se aparten de toda impaciencia y de toda contingencia efímera”. Festina lente, apresúrate despacio.
Sólo pretendía resaltar hoy, miércoles laico o santo, salvando la creencia o no que haya que salvar, que Mercurio es una buena opción para recordarle una vez a la semana en su día, los miércoles, sobre todo para los que vivimos en una dialéctica permanente saturnino-mercurial, porque los que tenemos “tendencia a una fuerte introversión, a un descontento con el mundo tal como es, al olvido de las horas y los días”, fijamos la mirada en la inmovilidad de las palabras mudas al escribir como saturninos porque, personalmente, de Mercurio no me atrae el comercio, el mercado o las mercancías, en una confusión permanente de valor y precio. Quizá, sólo aprender a volar con él cuando sueño despierto.
(1) Calvino, Italo (1989). Seis propuestas para el próximo milenio. Madrid: Siruela, págs. 45-67.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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