¿Existe el mundo al derecho?

Sevilla, 10/IV/2021

Lo decía Quevedo de forma muy gráfica en su poesía satírica: ¿no sabe que fue ese tiempo / aquel de Mari Castaña, / cuando los hombres pacían / y los jumentos hablaban? (en La hora de todos, 778, 73-6), es decir, el mundo al revés ha sido una obsesión humana desde que el mundo existe, empeñado en justificar lo injustificable del mundo al derecho en una contraposición compleja. Ha sido recientemente, veinticinco años son nada, cuando Eduardo Galeano sorprendió al mundo con una obra plagada de sátira, Patas arriba. El mundo al revés (1), donde nos plantea de nuevo esta dialéctica multisecular, con una pregunta inquietante para cualquier lector o lectora ávidos de la última noticia acerca del mundo al derecho, porque visto lo visto, es harto difícil de definir: ¿existe un mundo al derecho?

Para Galeano los identificadores del mundo al derecho, a título de ejemplo, están claros desde el principio: “El mundo al revés premia al revés: desprecia la honestidad, castiga el trabajo, recompensa la falta de escrúpulos y alimenta el canibalismo. Sus maestros calumnian la naturaleza: la injusticia, dicen, es la ley natural. Milton Friedman, uno de los miembros más prestigiosos del cuerpo docente, habla de «la tasa natural de desempleo». Por ley natural, comprueban Richard Herrstein y Charles Murray, los negros están en los más bajos peldaños de la escala social. Para explicar el éxito de sus negocios, John D. Rockefeller solía decir que la naturaleza recompensa a los más aptos y castiga a los inútiles; y más de un siglo después, muchos dueños del mundo siguen creyendo que Charles Darwin escribió sus libros para anunciarles la gloria”. Para empezar, honestidad, trabajo, escrúpulos y frugalidad, en el sentido más amplio de las palabras, son cuatro ejemplos de mundo al derecho que no de derechas, para no confundirnos, dado que ya se sabe que las ideologías no son inocentes ni todos decimos lo mismo.

Estamos viviendo días y meses de “nueva normalidad”, lo que muchos pueden entender como “el mundo al derecho”, porque lo que estamos pasando corresponde al mundo al revés, porque un virus mata a millones de personas y miles de millones corremos amedrentados a vacunarnos como consecuencia de algo que ha pasado en el mundo al revés y porque sabemos que nadie se libra de esta amenaza de un enemigo público número diecinueve, el coronavirus, dueño de ese mundo al revés que ahora nos paraliza por el miedo. Lo preocupante es saber quién tiene la patente de corso para definir y legislar en ese constructo aliado de “la nueva normalidad como consustancial con el mundo al derecho”, donde lo que ocurre a diario es que se desvía constantemente por atajos que llevan al mundo al revés con un gran dolor para la humanidad en general. Ejemplos tenemos a diario en la economía depredadora, la política mal entendida, la salud pública maltratada, la migración por geopolíticas insostenibles, millones de silencios cómplices, pobrezas severas, trato inhumano a millones de personas, siempre a los más débiles y guerras sin sentido.

“Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible”, decía el torero Rafael Guerra, Guerrita, con su sátira quevediana, si es que en algún momento nos atrevemos a definir ese modelo de mundo al derecho, aunque Galdeano nos hizo advertencias severas para saber abordarlo en las primeras clases de su escuela del mundo al revés: “La dictadura de la sociedad de consumo ejerce un totalitarismo simétrico al de su hermana gemela, la dictadura de la organización desigual del mundo. La maquinaria de la igualación compulsiva actúa contra la más linda energía del género humano, que se reconoce en sus diferencias y desde ellas se vincula. Lo mejor que el mundo tiene está en los muchos mundos que el mundo contiene, las distintas músicas de la vida, sus dolores y colores: las mil y una maneras de vivir y decir, creer y crear, comer, trabajar, bailar, jugar, amar, sufrir y celebrar, que hemos ido descubriendo a lo largo de miles y miles de años”. Lo que más me ha sorprendido es la clamorosa diferencia que expone entre ser o tener, dialéctica que ya aprendí a identificar con Erich Fromm y que ahora rescato en las palabras de Galeano: “Quien no tiene, no es: quien no tiene auto, quien no usa calzado de marca o perfumes importados, está simulando existir. Economía de importación, cultura de impostación: en el reino de la tilinguería [los tontos, bobos y simples], estamos todos obligados a embarcarnos en el crucero del consumo, que surca las agitadas aguas del mercado. La mayoría de los navegantes está condenada al naufragio, pero la deuda externa paga, por cuenta de todos, los pasajes de los que pueden viajar. Los préstamos, que permiten atiborrar con nuevas cosas inútiles a la minoría consumidora, actúan al servicio del purapintismo [actitud de aparentar] de nuestras clases medias y de la copianditis de nuestras clases altas; y la televisión se encarga de convertir en necesidades reales, a los ojos de todos, las demandas artificiales que el norte del mundo inventa sin descanso y, exitosamente, proyecta sobre el sur. (Norte y sur, dicho sea de paso, son términos que en este libro designan el reparto de la torta mundial, y no siempre coinciden con la geografía)“. Me atrevo a decir que con esta visión, definir qué significa el mundo al derecho es posible, porque lo que debe ser, debe ser y además es posible.

Me quedo con una frase preciosa de Galeano en mis primeros apuntes en este cuaderno de inteligencia digital para buscar islas desconocidas, en una singladura diaria para comprender qué significa el mundo al derecho: “Lo mejor que el mundo [al derecho] tiene está en los muchos mundos que el mundo [al derecho] contiene, las distintas músicas de la vida, sus dolores y colores: las mil y una maneras de vivir y decir, creer y crear, comer, trabajar, bailar, jugar, amar, sufrir y celebrar, que hemos ido descubriendo a lo largo de miles y miles de años”. Respetarlo todo es nuestra gran tarea de aprendizaje actual para vivir y construir diariamente un mundo al derecho, en el que cabemos todos, sin excepción alguna, por mucho que los diseñadores diarios del mundo al revés se empeñen en evitarlo. Lo dicho: lo que debe ser, debe ser y además es posible.

(1) Eduardo Galeano (1998). Patas arriba. La escuela del mundo al revés. Madrid: Siglo XXI Editores de España.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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