En medio de tanta crispación, nos hablan Xavier y Carmen

Sevilla, 24/IV/2021

Ayer fue un día para olvidar en la historia de la democracia de este país. La actitud impresentable de la ultraderecha con nombre propio, VOX, negando la mayor sobre las amenazas de muerte a tres representantes políticos, dos de ellos institucionales, solamente puede ser compensada por la noticia de una historia de amor, también con nombre propio, la de Xavier y Carmen, publicada por elDiario.es, como muestra del alma buena de muchas personas de este país, que deberíamos difundir como ejemplo de que la democracia necesita ofrecer serenidad suficiente para que personas como Xavier y Carmen puedan vivir de forma tranquila y digna, en democracia, la difícil experiencia de vivir cada día, incluso apasionadamente.

Xavier y Carmen son dos personas mayores que a su edad, 92 y 90 años respectivamente, necesitan manifestarse a diario el amor que se profesan, al menos así lo piensa Xavier porque Carmen, afectada por Alzheimer, acude a la cita de cada día en el ventanal que le separa de Xavier por la situación actual del coronavirus,  auxiliada por sus cuidadores en un geriátrico de Barcelona, fijando solo su mirada extraviada en su marido que intenta colocar las palma de sus manos junto a las de ella, a través del cristal, para decirle también en el día de ayer, san Jorge, que la sigue queriendo igual que siempre:

–Carmen, que hoy es Sant Jordi. ¡Sant Jordi! ¡El día de la rosa! ¿Me quieres? Ai, senyor… […]

–¡Carmen, hola! ¿Me ves, verdad? ¡Mira qué rosa!

A Xavier le sacan un taburete todos los días que acude al centro, para que se pueda sentar en la acera y sobrellevar mejor el tiempo que pasa en la ventana junto a su mujer: “Esta escena, aunque sin la rosa de Sant Jordi, tiene lugar casi cada mañana en la calle Ripollès, en Barcelona, frente a la Residència Geriàtrica. Es la fórmula que ha encontrado Xavier Antón, de 90 años, para seguir estando cerca de su mujer, Carmen Panzón, de 92, después de que la pandemia obligase a las residencias de mayores a prohibir visitas. Desde hace unas semanas, con los residentes vacunados ya se permite el acceso a familiares, aunque en esta se siguen restringiendo a una visita a la semana. Y esto a Xavier le sabe a demasiado poco. «Yo vengo siempre que puedo, a eso de las 11.00, que es cuando ya están vestidos y desayunados. Los trabajadores ya me conocen y me sacan el taburete», explica el hombre. Suele pasar allí algo más de una hora. Hoy, sin embargo, ha tenido que venir por la tarde, porque antes tenía cita con el dentista. «Le pongo la mano en el cristal, le lanzo besos, hago ver que me caigo, rezamos el padrenuestro… Y a veces se ríe», relata Xavier. Hoy lleva además una rosa. «Nunca hemos sido de celebrar grandes cosas, pero Sant Jordi, sí. La rosa siempre», asegura”.

¡Qué gran lección en medio de tanta crispación y desasosiego! Como soy un buscador nato de islas desconocidas, hoy he querido compartir este descubrimiento tan humano en el mar proceloso de la política en este país, para neutralizar tanto desencanto con la alteración diaria de la democracia, imperfecta muchas veces pero necesaria, yo diría que imprescindible. Es solo un símbolo que retrata muy bien dónde está cada uno en la vida. Necesitamos la democracia como el comer, pero lo sucedido ayer en Madrid nos deja entrever que todos los políticos no son iguales y que si no se para a tiempo esta deriva de crispación y odio el barco de la convivencia pacífica se puede ir a pique. Incluso puede llegar a afectar a Carmen y a Xavier, que representan a millones de personas de bien y demócratas, porque esa acera tan necesaria para Xavier y su taburete se ocupará por la violencia que no suele dejar títere con cabeza, aceras que en democracia son imprescindibles, como explicaba excelentemente, hace ya muchos años, la gran urbanista Jane Jacobs: “Bajo el aparente desorden de la ciudad vieja, en los sitios en que la ciudad vieja funciona bien, hay un orden maravilloso que mantiene la seguridad en la calle y la libertad de la ciudad. Es un orden complejo. Su esencia es un uso íntimo de las aceras acompañado de una sucesión de miradas” (1). Como las de Xavier y Carmen cada día de paz y convivencia democrática en su querido espacio de encuentros.

Esta preciosa historia ha figurado esta semana en la portada de la edición digital del “New York Times”, gracias a unas fotos que les hizo el fotoperiodista Emilio Morenatti para “The Associated Press”. Su historia ha dado la vuelta al mundo. Es verdad que algo hacemos bien en nuestro país y por estos hechos nos deberían conocer siempre. La realidad es que en medio de la crispación nacional, nos han hablado metafóricamente Xavier y Carmen.  El relato puntual de esta historia no podía acabar mejor: “La tarde va cayendo en la calle Ripollès y dentro del centro alguien ha decidido poner música. Suena ‘Dos gardenias para ti’ y un trabajador, ataviado con algo parecido a un EPI –solo en la parte del cuerpo– se pone a bailar con una de las residentes. En la sala de estar que se vislumbra a través del ventanal, una docena de personas mayores echan la tarde alrededor de una mesa, tarareando las canciones y observando a la pareja que baila. También a Xavier y a Carmen, que siguen a lo suyo, con sus muecas y sus golpecitos en la ventana”.

(1) Jacobs, Jane (1961),  Muerte y vida en las grandes ciudades americanas, Nueva York: Vintage, pág. 50.

NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de El amor de Xavier, el anciano que saluda cada día a su mujer con Alzheimer a través de una ventana (eldiario.es)

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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