Futuro imperfecto / 6. Lo moderno será clásico

Sevilla, 6/VII/2021

Tenemos una oportunidad en estos días de futuro imperfecto de aprender lo aportado por la humanidad a lo largo de su historia, en las diferentes vertientes clásicas que nos enseña el Diccionario de la Lengua Española (RAE) en su lema “clásico”, como adjetivo, de las que he escogido las cinco primeras acepciones porque cada una de ellas es un compendio de aprendizaje multisecular: “Dicho de un período de tiempo: de mayor plenitud de una cultura, de una civilización, de una manifestación artística o cultural, etc.; dicho de un autor, de una obra, de un género, etc.: que pertenece al período clásico. Aplicado a un autor o a una obra: “esa película es un clásico del cine”; dicho de un autor o de una obra: que se tiene por modelo digno de imitación en cualquier arte o ciencia; perteneciente o relativo al momento histórico de una ciencia en el que se establecen teorías y modelos que son la base de su desarrollo posterior y dicho de un autor, de una obra, de un género, etc.: que pertenece a la literatura o al arte de la Antigüedad griega y romana.

Admiro la cultura clásica desde todas las perspectivas posibles, para lo bueno y para lo malo, porque estoy convencido de que nada humano me es ajeno, aunque tengo que reconocer una debilidad clásica: los autores denominados presocráticos, tales como Pitágoras, Parménides, Tales de Mileto, Heráclito, Diógenes, Demócrito y Anaximandro, entre otros menos conocidos, constituyen mi pensamiento armado en lo clásico que sigue siendo moderno. Una publicación reciente que trata esta realidad inexorable, El hilo de oro. Lo clásico en el laberinto de hoy (1), de David Hernández de la Fuente, nos confirma esta imperiosa necesidad de admirarnos, en el sentido aristotélico más profundo, de las aportaciones de los clásicos cada vez más populares, según afirma el propio autor en su introducción: “Y es que lo clásico tiene futuro, parafraseando el título de un conocido libro de Salvatore Settis, y lo sigue mostrando generación tras generación. Incluso hoy, pese al aparente descrédito y postergación que sufren las humanidades en nuestra sociedad y en nuestros planes de estudios, si tuviésemos que juzgar por las novedades que, año tras año, se siguen publicando sobre las antiguas Grecia y Roma, constataríamos el interés que sigue suscitando el mundo clásico, en el que reconocemos invariablemente el origen de nuestra cultura. Es un eterno retorno: desde la idea de ciudadanía a las artes o los géneros literarios, seguimos mirándonos en los modelos clásicos como en un espejo familiar. Su vigencia se constata cada día, incluso en nuestras actuales circunstancias excepcionales: son textos casi oraculares, de consulta siempre pertinente. Merece la pena detenerse a pensar en los clásicos como aquellos textos que nunca nos terminan de decir lo que tienen que decir, como escribía Ítalo Calvino en Por qué leer los clásicos”

Hojear este cuaderno digital en el que escribo casi a diario como cavando un pozo con una aguja, demuestra mi admiración por Calvino, del que ya no me he separado y del que sigo aprendiendo a diario, cuando me enfrento al fenómeno de la página en blanco, sabiendo el aprecio que él tenía por los clásicos, demostrado en una obra preciosa que recomiendo leer una y mil veces:  Por qué leer los clásicos (2), en el que ofrece catorce razones para leer a estos autores, que deben ser leídas sin dejar ninguna atrás. Lo recomiendo encarecidamente como se decía en mi casa ante misiones culturales aparentemente imposibles e inútiles, entre las que destaco hoy la tercera, una vez llegado este momento de frecuentar el futuro imperfecto de nuestra vida: “Debe haber, por tanto, un momento en la vida adulta dedicada a revisar los libros más importantes de nuestra juventud. Hay grandes clásicos que ejercen una influencia tan particular en nosotros que se niegan a ser erradicados de la mente escondiéndose en los pliegues de la memoria, camuflándose como el inconsciente colectivo o individual. Es por ello por lo que deben releerse una vez alcanzamos la madurez. Incluso si los libros siguen siendo los mismos (aunque ellos no cambian, a la luz de una perspectiva histórica alterada), sin duda nosotros sí hemos cambiado, y nuestro encuentro con esa misma lectura será una cosa totalmente nueva. En realidad podríamos decir: 4 [cuarta razón]. Toda relectura de un clásico es una lectura de descubrimiento como la primera”. Traigo a colación esta reflexión porque frecuento mucho la lectura de los clásicos en la literatura, la poesía, el teatro, la música, la pintura, la religión y otras artes y creencias clásicas dignas de guardar. Se lo debo a profesores y profesoras que he tenido a lo largo de mi vida, auténticos maestros y maestras, que me enseñaron la forma de aprehender la belleza de su pensamiento, de su pintura, de su capacidad de representación escénica de la vida, de su forma de componer obras musicales inolvidables, de sus creencias. Clásicos a veces no populares, por supuesto.

Creo que el futuro imperfecto se ennoblecerá si acudimos a los clásicos, en un alarde de modernidad, aunque parezca un oxímoron (3) al uso. ¿Les ha gustado la propuesta de Calvino para frecuentar el futuro? Recuerdo que faltan trece razones para completar esta guía de lectura elaborada por Calvino, que pueden leer aquí facilitada por la editorial Siruela. No les va a defraudar y comprenderán por qué hay que leer a quienes tanto han aportado a la humanidad a través de sus textos y contextos. Nuccio Ordine, en Clásicos para la vida (4), hace una introducción extraordinaria al respecto en su pequeña pero densa obra, que me conmueve en su justo sentido: Si no salvamos los clásicos y la escuela, los clásicos y la escuela no podrán salvarnos. Aviso para navegantes virtuales en busca de futuros más sutiles y perfectos, sobre todo en la educación integral e integrada que tanto necesita este país, que serán modernos pero muy clásicos al mismo tiempo.

(1) Hernández de la Fuente, David, El hilo de oro. Lo clásico en el laberinto de hoy, 2021. Barcelona: Ariel.

(2) Calvino, Ítalo, ¿Por qué leer los clásicos?, 2012. Madrid: Siruela.

(3) Oxímoron (RAE. (Diccionario de la lengua española, RAE, 2020): “combinación, en una misma estructura sintáctica, de dos palabras o expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido, como en un silencio atronador”.

(4) Ordine, Nuccio, Clásicos para la vida, 2017. Barcelona: Acantilado-Quaderns Crema.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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