
Sevilla, 27/VII/2021
He entrado muy temprano en mi clínica del alma, mi biblioteca, para localizar un ejemplar que conservo como oro en paño, Réquiem por un campesino español, de Ramón J. Sender, después de haber leído en eldiario.es un artículo sobre su localidad natal, Chalamera, la cuna de Ramón J. Sender, salva su escuela en el 120 aniversario del escritor. Es una oportunidad para recordarlo especialmente en este año y porque, afortunadamente, el colegio que lleva su nombre, “ha esquivado el cierre que se habría llevado a cabo de no alcanzarse el mínimo de alumnos, tres, por el paso de dos de ellos al instituto el curso que viene. Una situación más que señala la interminable lucha contra la despoblación”.
El ejemplar que conservo creo que es una joya bibliográfica, porque lo adquirí en un contexto muy difícil en este país, en los momentos últimos de la dictadura que fueron de un ensañamiento desmedido. Fue en un viaje a París, en enero de 1975, para investigar sobre las guarderías infantiles laborales en el Centro Internacional de la Infancia (Bois de Boulogne) y en diversos hospitales de la capital francesa, donde ya estaban llevándose a cabo experiencias muy interesantes. En los momentos de ocio, llevaba un cometido personal que quería cumplir a rajatabla: visitar la librería Ruedo Ibérico y localizar allí obras de interés político que no se podían adquirir en España por estar prohibida por la dictadura su venta y distribución. Entre las obras que compré, no muchas por mi escasa disponibilidad económica, estaba una de las que más me han influido en mi alma de secreto, Réquiem por un campesino español, que me leí de un tirón la misma noche del día en que la compré. Tengo que confesar que no pude dormir y que me pasé casi todo el resto de aquella noche especial, mágica, en la ventana de la habitación del hotel a pesar del frío que asolaba aquella habitación sencilla de un hotel muy humilde en la calle Gay-Lussac, creo recordar que se llamaba Elysa, junto al Jardín de Luxemburgo, en el famoso barrio quinto.
Este libro es lo más íntimo de mi propia intimidad, que decía San Agustín, porque en el viaje de vuelta a España desde París, lo traje escondido bajo la camisa durante todo el trayecto, camuflado con hojas de periódico. Cuando llegamos a Hendaya, los inspectores de la policía española, la famosa «secreta», entraron en el vagón y en el departamento que ocupaba para hacer los registros que consideraron oportunos, junto a preguntas capciosas. No lo he olvidado nunca.
La edición es preciosa, cuidada hasta el último detalle, presidiendo el color negro este ejemplar, como no podía ser de otra manera…, desde la sobrecubierta hasta el cartel de la portada y los dibujos, siempre en negro, de las páginas interiores y realizados por Pelayo. Se publicó en París por Ediciones Hispano-Americanas, en el 4º trimestre de 1974. En la Nota Preliminar del libro, escrita por F. Gómez Peláez, se recogen unas palabras del autor a modo de introducción de la edición a cargo del profesor Robert M. Duncan, en 1964, publicada por D.C. Health and Co. (Lessington, Massachusetts), volviendo a recuperar el título original de la obra, Mosén Millán (publicada por primera vez en México, en 1953), que explican el hilo conductor de esta pequeña obra pero grande en su fondo y forma: “El hombre es el mismo en todas partes si nos atenemos a los registros sutiles de la sensibilidad moral y a la sensibilidad humana, es decir a la razón de la presencia del individuo en la familia, de la familia en la sociedad, y de la sociedad en la nación y aún de todos ellos en la perspectiva aleccionadora del tiempo. Pero unas veces el hombre domina las circunstancias, y otras es dominado y arrastrado por ellas. Eso último sucedió a los españoles en 1936. Por razones fáciles de comprender, Mosén Millán (Réquiem por un campesino español) está más cerca de mi corazón que otros libros míos”. Además, agrega algunas ideas de sumo interés para comprender hoy su obra, sobre todo cuando se confunden deliberadamente la virtud con la autoridad (Mosén Millán) y ésta con el poder político: “Es decir, que lo que sucede en el libro no puede menos de suceder en cualquier tiempo y lugar donde la Iglesia y el Estado comparten la autoridad oficial y la responsabilidad.
Más adelante, agradece Sender que su obra sea utilizada como libro de texto por estudiantes americanos, después de cantar la excelencia de lo que significa en España la dialéctica entre el mundo rural y el urbano, porque les permitirá familiarizarse con los usos y costumbres de este país, con “la atmósfera histórica en la que se desenvuelven” los hechos narrados, porque “van a entender un poco más el radio de su capacidad de entendimiento y de amor”. Él avisa que el libro acaba con una tragedia, pero es algo que tenemos que aceptar en nuestras vidas porque desde el momento en que nacemos tenemos que aceptar que es una de las “dimensiones de lo real”. Su frase final es un aviso para navegantes en el enfrentamiento diario de la sociedad en nuestro país: “Dios libre a los lectores de la necesidad de afrontarla como los españoles tuvimos que afrontarla entre 1936 y 1939”.
Vuelvo a leerlo de nuevo como si fuera aquella noche en París, en 1975. Cuarenta y seis años después, comprendo mejor que nunca lo que recomendaba el prologuista de esta cuidada edición que conservo en mi persona de secreto: he entrado serenamente en el relato y he llegado otra vez al final “sin darme cuenta del tiempo invertido”. Porque es verdad, “al cerrar el libro, impresionado por las últimas exclamaciones del joven Paco y las meditaciones posteriores de Mosén Millán, su inconsciente delator, te harás tu propia opinión. Y eso será, en fin, lo más importante”.
Mi opinión es que es una obra maestra, dos veces magistral y buena por breve, pero con un significado que cobra hoy actualidad por la reciente aprobación, el pasado 20 de julio, por el Consejo de Ministros de este país, del Proyecto de Ley de Memoria Democrática. El texto consta de 65 artículos, agrupados en 5 títulos, estructurados en torno al protagonismo y la reparación integral de las víctimas de la Guerra Civil y la Dictadura, así como a las políticas de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición. Según fuentes oficiales “Con esta Ley se pretende cerrar una deuda de la democracia española con su pasado y fomentar un discurso común basado en la defensa de la paz, el pluralismo y se amplían los derechos humanos y libertades constitucionales”. El objeto de esta Ley es “la recuperación, salvaguarda y difusión de la Memoria Democrática con el fin de fomentar la cohesión y solidaridad entre las distintas generaciones en torno a los principios, valores y libertades constitucionales, así como el reconocimiento de los que padecieron persecución o violencia por razones políticas, ideológicas, de conciencia o creencia religiosa, de orientación e identidad sexual, durante el período comprendido entre el golpe de Estado de 1936, la Guerra Civil y la Dictadura franquista hasta la promulgación de la Constitución Española de 1978. Se trata de promover su reparación moral y recuperar su memoria e incluye el repudio y condena del golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y la posterior Dictadura franquista”.
No olvido a Ramón J. Sender, su Réquiem por un campesino español y su vida en el exilio, como el de tantos miles de españoles que lo sufrieron hasta la muerte y sin reparación alguna. Leer de nuevo esta pequeña joya es una reparación en el alma democrática de lo que allí cuenta y que no debió suceder nunca. Por favor y para quien no conozca esta obra, un consejo: léala. Quienes la conocen, vuelvan a hacerlo. Para todos, para que no se olvide ni siquiera un momento y como agradecimiento democrático a un trabajo con amor hecho.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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