Sevilla, 7/VII/2021
La situación que estamos atravesando después de quince meses de pandemia, nos lleva hoy a reflexionar sobre lo que deberíamos vivir a parir de ahora como un paréntesis, que es la vida misma, tal y como lo aprendí de Mario Benedetti en un poema precioso, La vida, ese paréntesis (1), si la analizamos desde su perspectiva creadora:
Cuando el no ser queda en suspenso
se abre la vida ese paréntesis
con un vagido universal de hambre
somos hambrientos desde el vamos
y lo seremos hasta el vámonos
después de mucho descubrir
y brevemente amar y acostumbrarnos
a la fallida eternidad
la vida se clausura en vida
la vida ese paréntesis
también se cierra incurre
en un vagido universal
el último
y entonces sólo entonces
el no ser sigue para siempre
Es el nuevo momento de la nueva normalidad, de la nueva vida, después de uno de sus paréntesis más dolorosos, esta pandemia que nos ha atenazado durante un tiempo que nos ha parecido una eternidad. Al fin y al cabo, para demostrarnos que deberemos estar hambrientos de la vida, como el gemido y el llanto de un recién nacido (así somos ahora en la nueva normalidad), intentando descubrir a diario sus islas desconocidas, que existen, con la experiencia de amar breve o extensamente y acostumbrarnos a que la vida, si no miramos hacia adelante, se clausura en vida.
Lo que nos deberá preocupar a partir de ahora, en un mágico futuro imperfecto, es que sólo merecerá la pena vivirla con dignidad plena para que nuestro ser siga existiendo para siempre, junto a las personas que más queremos, para salvarnos el mayor número de personas posible, cada uno, cada una, con su compromiso vital activo. Eso sí, con las condiciones que también nos señaló Benedetti en un poema necesario e imprescindible, No te salves (2), que ahora, precisamente ahora, no olvido con la voz del poeta:
No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.
(1) Benedetti, Mario, Preguntas al azar, 1986. Madrid: Visor.
(2) Benedetti, Mario, Poemas de otros, 1998. Madrid: Visor.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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