Curso de verano para entender el mundo al revés / 4. Debemos olvidar el olvido

Romanza, de Salvador Bacarisse – Concertino para guitarra y orquesta en la menor

Sevilla, 22/VII/2021

Si se callan…, el cantor, el compositor, el escritor, el soñador, el bloguero, el político digno, el artista o el ciudadano anónimo, no conformes con las injusticias que pasan en nuestro mundo cotidiano al revés, se calla la vida y la palabra.

La clase de ayer estaba centrada en un fenómeno que suele estar muy presente en el mundo al revés: el olvido cómplice. Como cada día, uno de los alumnos del Curso expuso un asunto que al final interesó a todos los matriculados en este periodo estival, la memoria democrática en España, que finalmente se escogió como el más indicado para analizarlo y buscar después su correlato en el texto de Galeano. Era una noticia reciente, que ha desatado desencuentros entre las dos o más Españas, entre las que hay una especializada en helar el corazón. De ahí su interés.

Es importante señalar que el pasado 20 de julio, el Consejo de Ministros de este país aprobó el Proyecto de Ley de Memoria Democrática, que se remitirá inmediatamente a las Cortes para su debate. El texto consta de 65 artículos, agrupados en 5 títulos, estructurados en torno al protagonismo y la reparación integral de las víctimas de la Guerra Civil y la Dictadura, así como a las políticas de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición. Según fuentes oficiales “Con esta Ley se pretende cerrar una deuda de la democracia española con su pasado y fomentar un discurso común basado en la defensa de la paz, el pluralismo y se amplían los derechos humanos y libertades constitucionales”. El objeto de esta Ley es “la recuperación, salvaguarda y difusión de la Memoria Democrática con el fin de fomentar la cohesión y solidaridad entre las distintas generaciones en torno a los principios, valores y libertades constitucionales, así como el reconocimiento de los que padecieron persecución o violencia por razones políticas, ideológicas, de conciencia o creencia religiosa, de orientación e identidad sexual, durante el período comprendido entre el golpe de Estado de 1936, la Guerra Civil y la Dictadura franquista hasta la promulgación de la Constitución Española de 1978. Se trata de promover su reparación moral y recuperar su memoria e incluye el repudio y condena del golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y la posterior Dictadura franquista”.

Todos acordamos que era necesario abordar este debate en el Curso y compartir los diferentes puntos de vista, cuestión que suscitó un gran interés y consideración personal y grupal sobre un asunto muy controvertido en los últimos tiempos. Llegó el momento de encontrar la relación de lo expuesto anteriormente con alguna referencia en este sentido en el libro de Galeano. Dicho y hecho, porque después de un buen rato de silencio (no cómplice), una voz leyó un texto que nos pareció perfecto, porque no hay nada mejor que olvidar el olvido, recuperar de la mejor forma posible la memoria de un país, de su pasado: “Olvidar el olvido: don Ramón Gómez de la Serna contó de alguien que tenía tan mala memoria que un día se olvidó de que tenía mala memoria y se acordó de todo. Recordar el pasado, para liberarnos de sus maldiciones: no para atar los pies del tiempo presente, sino para que el presente camine libre de trampas. Hasta hace algunos siglos, se decía recordar para decir despertar, y todavía la palabra se usa en este sentido en algunos campos de América latina. La memoria despierta es contradictoria, como nosotros; nunca está quieta, y con nosotros cambia. No nació para ancla. Tiene, más bien, vocación de catapulta. Quiere ser puerto de partida, no de llegada. Ella no reniega de la nostalgia: pero prefiere la esperanza, su peligro, su intemperie. Creyeron los griegos que la memoria es hermana del tiempo y de la mar, y no se equivocaron”. Excelente reflexión.

Pedí intervenir un momento, porque sólo quería recordar al resto de los alumnos y a la tutora de la clase de hoy que, recientemente, había escrito en este cuaderno digital sobre una pregunta de Neruda, inquietante, dedicada al olvido, ¿Y qué importancia tengo yo en el tribunal del olvido?, sobre todo porque vivo en un país muy dado a propagar con silencios cómplices el delicado pasado que ha llenado páginas tristes de su historia; que no reconoce en vida a los grandes protagonistas del progreso de este país y que no tolera en muchas ocasiones los éxitos de los demás, sea quien sea, condenando al ostracismo a todos los que hablan de cambio y transformación de nuestra sociedad caduca. Siendo esto así, no digamos el triste papel que para estos silenciadores juegan los anónimos en este país, cuando miles de ellos son los que sacan a diario a flote a esta sociedad maltrecha. Los tribunales del olvido en este país abundan por doquier y creo que habría que organizar una operación para descubrirlos y desenmascararlos con urgencia porque hacen mucho daño a todo y a todos. Es una ocasión para reivindicarnos como personas dignas ante esos tribunales del olvido.

Cuando finalmente se apruebe y entre en vigor en España la Ley de Memoria Democrática, quizá podamos dar la razón a Gómez de la Serna porque ese día, este país, que ha tenido durante muchos años tan mala memoria democrática, se olvidará de que había tenido mala memoria y se acordará finalmente de todo, quitando la razón a los negacionistas de nuevo cuño. Tenía razón Galeano al proclamar en su escuela del mundo al revés que “la memoria despierta es contradictoria, como nosotros; nunca está quieta, y con nosotros cambia. No nació para ancla. Tiene, más bien, vocación de catapulta. Quiere ser puerto de partida, no de llegada. Ella no reniega de la nostalgia: pero prefiere la esperanza, su peligro, su intemperie. Creyeron los griegos que la memoria es hermana del tiempo y de la mar, y no se equivocaron”.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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