
Hemos olvidado el amor, la amistad, los sentimientos, el trabajo bien hecho. Lo que se consume, lo que se compra “son solo sedantes morales que tranquilizan tus escrúpulos éticos”.
Zygmunt Bauman
Sevilla, 21/II/2022
Se publica esta semana en España un libro muy interesante sobre el pensador (¡qué bonita palabra y qué ausente en el tiempo actual!) y sociólogo Zygmunt Bauman (1925-2017), Bauman: una biografía, un estudio profundo sobre su vida, dedicada durante muchos años a construir la teoría de la “modernidad líquida” (1) y sobre el que he escrito ya en varias ocasiones en este cuaderno digital, fundamentalmente porque ha sido muy respetado por jóvenes de muchos países, al estar dirigido su discurso a ellos como receptores de la nueva construcción del mundo y su futuro: “la “fluidez” o la “liquidez” son metáforas adecuadas para aprehender la naturaleza de la fase actual -en muchos sentidos nueva– de la historia de la modernidad”. Las grandes preguntas de Bauman giran en torno a qué es lo que se mantiene vivo o muerto después de haber pasado tantos siglos en relación con cinco conceptos fundamentales para la vida: emancipación, individualidad, tiempo/espacio, trabajo y comunidad. Si todo fluye y nada permanece o si nadie se baña dos veces en el mismo río, teorías defendidas hace ya muchos siglos por Heráclito de Éfeso, volvemos a la casilla de la salida de la vida, cada día, cada momento, por mucho que nos esforcemos en vivirlos apasionadamente. Es evidente que los presocráticos vuelven a estar de moda, porque tras la pandemia que nunca acaba, la nueva normalidad casi nadie es capaz de explicarla porque no se sabe lo que es. Si se sabe que falta consistencia, solidez y que vivimos en un tiempo y espacio líquidos. Según Bauman, “lo que define nuestras vidas es, por lo tanto, la precariedad y la incertidumbre constantes”. Tenía razón Heráclito de Éfeso al analizar la inexorable realidad de la vida líquida.
En la sinopsis oficial del libro se dice que “Esta es la primera biografía exhaustiva de la vida y la obra de Bauman. Izabela Wagner regresa a la Polonia natal del autor y nos cuenta la infancia de este en el seno de una familia judía polaca asimilada y sus experiencias en el colegio, muy condicionadas por el antisemitismo. La trayectoria vital de Bauman fue la típica de muchas personas de su generación y su grupo social: huyó con su familia de la ocupación nazi; fue alumno de la enseñanza secundaria soviética; tuvo un idilio con el comunismo; se alistó en el ejército polaco como oficial político; participó en la segunda guerra mundial; apoyó al nuevo régimen surgido en la Polonia de posguerra. Wagner arroja nueva luz sobre ese periodo posterior a la contienda mundial y sobre la actividad de Bauman como oficial del KBW, un cuerpo militar de «seguridad interior» del régimen prosoviético. Su expulsión de las fuerzas armadas en 1953 y su carrera académica reflejan el contexto dinámico de la Polonia de los años cincuenta y sesenta. Su trayectoria profesional en ese país se vio bruscamente abortada en 1968 por las purgas antisemitas de ese año. Bauman se convirtió así de nuevo en un refugiado; salió de Polonia rumbo a Israel y, poco después, en 1971, se instalaría en Leeds, en el Reino Unido. Su trabajo y su producción intelectuales prosperaron en el ambiente académico británico y, tras su jubilación en 1991, inició un periodo de una enorme productividad que lo impulsaría a la escena internacional, donde se convirtió en uno de los pensadores sociales más ampliamente leídos e influyentes de nuestro tiempo. La biografía de Wagner saca a relucir las complejas conexiones entre las experiencias vitales de Bauman y su obra, y nos muestra cómo su trayectoria como una persona «extraña» para su entorno de origen y, posteriormente, también para los de acogida, obligada a exiliarse por las purgas antisemitas en Polonia, ha condicionado su pensamiento a lo largo del tiempo. Sin duda, este cuidado y completo análisis de la vida y la obra de Bauman será la biografía de referencia del pensador polaco durante muchos años”.

Con esta carta de presentación tan extensa, la lectura del libro sobre Bauman es obligada, sobre todo para los que seguimos dando vueltas al pensamiento expresado en su intervención en el documental estrenado en 2016, In the same boat (En el mismo barco), que resumía en su título una idea suya muy brillante: “ya estamos todos en el mismo barco, pero lo que nos falta son los remos y los motores que puedan llevar este barco en la dirección correcta”. Se refería en ese año al ecosistema social de escala mundial en el que se estaba navegando en esos momentos, casi hacia ninguna parte, con un desconcierto mayúsculo y con decisiones de corte democrático, como las elecciones celebradas en Estados Unidos, donde comenzó a temblar el mundo al conocerse los resultados que dieron el triunfo a Trump.
Una vez más recurro a una máxima ignaciana, “en tiempo de turbación no hacer mudanzas”, pero no estoy de acuerdo con este aserto en situaciones tan dramáticas como las que se están experimentando a nivel mundial, con un impacto importante en este país, aunque se quiera ocultar casi a diario. Estamos viviendo en un mundo con una clamorosa ausencia de valores y, sobre todo, de ética, tal y como lo aprendí de un maestro en el pleno sentido de la palabra, el profesor López Aranguren, cuando la definía como el «suelo firme de la existencia o la razón que justifica todos los actos humanos», que tantas veces he abordado en este blog.
Estas razones nos obligan a dejar los supuestos puertos seguros y comenzar a navegar para intentar descubrir islas desconocidas que nos permitan nuevas formas de ser y estar en el mundo, que he vislumbrado como hilo conductor del documental que trato hoy de forma especial. Lo contrario es obvio y se ve venir porque navegamos en mares procelosos de corrupción y desencanto, en los que cunde el mal ejemplo de abandonar el barco metafórico de la dignidad, con la tentación de que el mundo se pare para bajarnos o arrojarnos directamente al otro mar de la presunta tranquilidad y seguridad existencial. Se constata a veces, en esa situación, que falta ya mar para acoger a todos los que se tiran a él. Lo expresaba en 2012 en este blog, en un post dedicado a los aforismos, porque en ese momento apreciaba que eran numerosas las deserciones en el barco político de aquella legislatura, siendo testigo directo del abandono apresurado de los que tenían la obligación de mantenerse en el puente de mando de la responsabilidad política que se le había encomendado, arrojándose a un mar repleto de desertores de la dignidad.
Lo que verdaderamente me enerva es contemplar cómo se suelen liquidar estas situaciones tan transcendentales con la consabida frase de que “todos vamos en el mismo barco” y eso no es así ni lo admito con carácter general, porque todos no somos iguales: unos van en magníficos yates y otros, la mayoría, en pateras. En el documental citado, junto a Bauman también intervenía el expresidente de Uruguay José Mujica, a quien tanto admiro. Es probable que a este barco ético y esperanzador no suban nunca quienes no están interesados en que el mundo mejore, porque los poderes fácticos que dirigen y protegen la maquinaria de la guerra en cualquier lugar del mundo, el terrorismo de cualquier cuño, así como los vestidos de negro, deciden desde hace ya mucho tiempo el funcionamiento y los altibajos del ecosistema económico y financiero mundial, desde una torre en Manhattan, a través de portátiles y teléfonos inteligentes. Ellos viajan en barcos privados, en cruceros del mal, que no surcan nunca estos mares, para ellos procelosos. Lo que detesto también es el abandono de la lucha en situaciones difíciles, como las que estamos atravesando ahora, en las que aquellos que estaban a veces con los que deseamos estos cambios urgentes en las políticas mundiales, europeas y nacionales, se arrojan a un mar en el que cada vez hay menos sitio, porque dicen que esto no tiene remedio. Lo paradójico es que cuando se avance en la búsqueda de soluciones surcando mares diferentes que posibiliten otro mundo mejor, falte ya sitio o barco, según se mire, para recoger a los que en tiempos revueltos se tiraron al mar porque nunca quisieron buscar otras alternativas a este mundo que no nos gusta. Queramos o no, estamos todos ya en el mismo barco de la dignidad humana, «La Isla Desconocida» de Saramago quizás, en un viaje esencial para vislumbrar el destino universal que pasa por salir alguna vez de nosotros mismos.
En tiempos de nueva normalidad, líquida, lo que está ocurriendo es que vivimos en una vida líquida (2), teoría que complementa la anterior de Bauman: “¿Qué es la «vida líquida»? La manera habitual de vivir en nuestras sociedades modernas contemporáneas. Se caracteriza por no mantener ningún rumbo determinado, puesto que se halla inscrita en una sociedad que, por su carácter líquido, no mantiene por mucho tiempo una misma forma. Lo que define nuestras vidas es, por lo tanto, la precariedad y la incertidumbre constantes. Y el motivo de preocupación que más obstinadamente nos apremia es el temor a que nos sorprendan desprevenidos, a no ser capaces de ponernos al día de unos acontecimientos que se mueven a un ritmo vertiginoso, a pasar por alto las fechas de caducidad y vernos obligados a cargar con bienes u objetos inservibles, a no captar el momento en que se hace perentorio un cambio de enfoque y quedar relegados. Así, dada la velocidad de los cambios, la vida consiste hoy en una serie (posiblemente infinita) de nuevos comienzos… pero también de incesantes finales. Ello explica que en nuestras vidas resulte abrumadora la preocupación por los finales rápidos e indoloros, a falta de los cuales los comienzos serían impensables. Entre las artes del vivir líquido moderno y las habilidades necesarias para ponerlas en práctica, librarse de las cosas cobra prioridad sobre el adquirirlas. Una vez más, Bauman nos brinda un diagnóstico de nuestras sociedades certero, agudo e inmensamente conmovedor”. De ahí mi interés por conocerlo a fondo a través de la biografía que se publica esta semana en nuestro país.
Algo tengo claro en esta vida líquida, llamada ahora nueva normalidad, recordando una vez más a Pablo Neruda (3), como respuesta a una pregunta suya acerca de si nuestra vida es un túnel entre vagas claridades: Con las virtudes que olvidé [en mi vida anterior a la pandemia] ¿me puedo hacer un traje nuevo [para estrenarlo cada día después, en la nueva normalidad? Carpe diem.
(1) Bauman, Zygmunt, Modernidad líquida, 2000. México: Fondo de Cultura Económica.
(2) Bauman, Zygmunt, Vida líquida, 2006. Barcelona: Paidós.
(3) Neruda, Pablo, en el Libro de las preguntas (XXXIV y XXXV), 2018. Barcelona: Seix Barral – Planeta.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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