Sevilla, 1/III/2022
La Fundación Juan March hace un gran esfuerzo cultural por acercarnos a la música de Mozart y esta semana, en el Ciclo de los Miércoles y bajo el título La obra maestra desconocida, le dedica una parte del concierto en el que se interpretarán obras quizás poco conocidas, pero no por ello menos importantes, de autores junto a él que nos aproximarán a una realidad que estimo que se debe conocer por su mensaje intrínseco: la música popular puede ser una obra de arte. Serán diversas obras de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791): Der Zauberer (El Mago), K 472, con letra de un poema de Christian Felix Weiße; Das Veilchen (La violeta), K 476, con letra de Goethe; Abendempfindung (Sensación vespertina), K 523, con un texto de Joachim Heinrich Campe y An Chloë (A Cloe), K 524, con letra de Johann Georg Jacobi; Johannes Brahms (1833-1897), Benjamin Britten (1913-1976); Joaquín Rodrigo (1901-1999): Cuatro madrigales amatorios: ¿Con qué la lavaré?, Vos me matasteis, ¿De dónde venís, amore? y De los álamos vengo; Erik Satie (1866-1925), Poldowski (Régine Wieniawski, 1879-1932) y, finalmente, William Walton (1902-1983). Recomiendo, sobre todo, la lectura de la presentación del programa, porque ayuda a comprender en sus palabras finales el objetivo de este concierto, en el que se presentan “[…] una serie de obras maestras infrecuentes en las salas de conciertos, escritas tanto por maestros reconocidos como por otros maestros desconocidos. Hemos seleccionado tres tipos de obras […]. En segundo lugar, se han programado obras maestras que derivan de la cultura popular, sea esta tradicional o de la cultura de masas […]”, como es el que se presenta mañana en Madrid.
Entre las obras que se interpretarán según el programa oficial del concierto, he escogido una, La Violeta (Das Veilchen, K 476), compuesta por Mozart, por su significado y porque fue la única obra de Goethe a la que puso música para canto y piano el genio de Salzburgo, a pesar de que, como se dice en el programa, a Mozart nunca le interesó sobremanera este género (Lied), de cuna germánica. De alguna forma, por su actitud en la vida, quiso acercar la literatura al pueblo, como en este caso y a través de un texto de apariencia sencilla, aunque con una reflexión final muy amarga, ¡La pobre violeta! Era una alegre violeta!, que incorporó como complemento del original de Goethe: “Mozart, a la hora de escribir música para una voz solista, se mantuvo siempre fiel al modelo del aria de ópera. Incluso Das Veilchen, su canción más conocida, y el único poema de Goethe al que puso música Mozart, puede considerarse una escena lírica, como afirmó Alfred Einstein. Lejos del entusiasmo de An Chloë (presidido por un único tema literario y musical, el amoroso), Abendempfindung es una reflexión sobre la muerte, que siempre es la propia. El poema tiene todos los tópicos románticos y, de hecho, en algunos momentos la música parece de Schubert, aunque la tristeza nunca se desborda. De nuevo a modo de contraste, Der Zauberer es una música tan encantadora como el joven aludido en el título, que hechiza a la muchacha como un mago”.
La violeta
Una violeta vivía en el prado,
ensimismada y olvidada;
era una violeta adorable.
Llegó entonces una joven pastorcilla
con paso ligero y espíritu alegre
por aquí y por allá,
paseando por el prado y cantando.
¡Ay!, pensó la violeta, si yo fuera
la más bella flor de la naturaleza,
ay, y no una pequeña violeta,
la amada vendría a mí, me arrancaría
y me apretaría contra su pecho,
¡ay, sólo, ay, sólo
un cuartito de hora!
Pero ¡ay!, llegó la muchacha
y como no reparó en la violeta,
pisó a la pobre violeta.
Aplastada y muerta, pero contenta:
¡Me muero, más voy a morir
por ella, por ella,
bajo sus pies.
[¡La pobre violeta! Era una alegre violeta!] (1)
Lo he manifestado muchas veces en este cuaderno digital: Mozart siempre quiso estar cerca de las clases populares y alejarse del poder que detentaban en su época la Corona y la iglesia, lo que le supuso muchos quebraderos de cabeza e incluso la ruina personal. Con pequeños gestos como el de la composición de La Violeta, demostró que la llamada música culta también podría tener aire popular. Él, mejor que nadie, lo simbolizó en las notas finales de esta canción: ¡La pobre violeta! Era una alegre violeta!, completando el poema de Goethe, poniéndolo al alcance de cualquiera. Al buen entendedor del pueblo, con pocas palabras bastaba para seguir viviendo a pesar de la indiferencia de la sociedad hacia los más débiles, a pesar de todo.
(1) Estas palabras finales fueron agregadas por Mozart en la partitura, en una coda de dos compases.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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