Periódicas 3

Una nueva entrega está en tu navegador. Hoy dedico un recuerdo a un pensador libre, Ernst Bloch, que ha aportado a la humanidad una sabia teoría sobre la esperanza, construyendo teoría crítica sobre la posibilidad de que un mundo nuevo sea todavía posible, aunque «todavía no» lo hayamos conseguido.

El artículo dedicado a los disminuídos físicos, psíquicos y sociales, es una interpretación que no se debe descontextualizar del año en que se escribió. Pienso, de todas formas, que no ha perdido su frescura.

Espero que vayamos creciendo en teoría crítica. Para meras opiniones, ya existen recursos suficientes en el mundo que nos rodea. Es el dilema auténtico de la inteligencia creadora.

Qohélet: una persona realista

Hoy ha fallecido el padre de un compañero de trabajo y amigo. Me gustaría simbolizar en él, en su familia, un misterio sin resolver desde hace miles de años, el de la propia existencia y el final de nuestros días. Aunque este artículo pertenece a la sección de páginas «periódicas», lo dejo en el diario personal como homenaje a las eternas preguntas sin respuesta. Aunque si se sigue leyendo esta apasionante historia (te recomiendo que leas la carta sobre «inteligencia social», alojada en este espacio Web…) verás que la amistad es el recurso por construir todos los días, una buena respuesta, porque es como la cuerda de tres hilos: difícilmente se puede romper. Lo sabían los mayores de los pueblos ribereños y decidieron hacer un regalo a la posteridad. Gracias.

De vez en cuando viene bien «sentarse en la vida» -expresión alemana muy feliz- para contemplarla en todas sus dimensiones. La capacidad de admiración se va perdiendo poco a poco, siendo éste un síntoma clarísimo de que la filosofía se resiente en su acepción más profunda. Interesa rescatarla desde sus inicios y actualizarla en cuanto a la forma. Estamos atravesando una época en la que los ideales se pierden para dejar paso a la experiencia diaria, al realismo inmediato. Y estoy convencido de que la ausencia de ideales configura tan sólo un hombre estandarizado, pieza del llamado «puzzle inhumano».

El problema no es nuevo. Hace ya muchos siglos, un hombre de vida sumamente interesante, Qohélet, se planteó serenamente unos interrogantes que hoy tienen un sabor muy fresco:

– ¿Qué gana el que trabaja con fatiga?
– ¿Quién sabe si el aliento de la vida de los humanos asciende hacia arriba y si el aliento de la bestia desciende hacia abajo, hacia la tierra?
– ¿Quién guiará al hombre a contemplar lo que ha de suceder después de él?

De una forma ú otra ¿quién no se pregunta algo así a lo largo de su vida? Quizá hoy hemos secularizado la experiencia de Qohélet en sus preguntas últimas, pero el fondo de su problema existencial adquiere en estos momentos la categoría de carta magna, de presentación, dado que el hombre se encuentra en una fase clarísima de «inseguridad ontológica», según la expresión de Ronald D. Laing. Históricamente, hay tiempo de todo, hasta de admirarse, sentir ansiedad existencial y escudriñar posible renovación. En estos tres estadios podríamos cifrar la vida del hombre consciente, responsable, no «distraído», aunque es en el de ansiedad donde quemamos la mayor parte de la existencia, ansiedad que nos lleva a «sentirnos segregados de la sociedad, incapaces de encajar en ella como posible modelo de existencia, permaneciendo como miembros pasivos y resignados de la Naturaleza». Este fue en parte el problema de Qohélet, un hombre que «sentó su vida» para pensar y reflexionar el sentido de su existencia y de su pesimismo, resumido todo ello en ese triple interrogante, tan sorprendentemente cercano. Ante su experiencia, el hombre actual tiene algunas ventajas claras, que se podrían resumir en la posibilidad real de trascendencia, en cuanto realización personal más accesible y auténtica, junto con el resurgimiento palpable de los valores sobrenaturales en dimensión de re-ligación.

El error histórico en el que podríamos caer de nuevo sería el de quedarnos simplemente en la elaboración de un recetario de soluciones a todas las preguntas del hombre y en la configuración de un nuevo ideal, para después pasar a la consabida explicación o rueda de prensa totalmente manipulada y sin acción visible y real. Cuesta trabajo trabajar sólo a niveles de pregunta en el recorrido humano. Aun así, creo que aquí radica uno de los atractivos más interesantes de la existencia, precisamente por ser un auténtico camino de admiración ante lo sorprendente del hombre libre. Si a esto le añadimos el deseo claro de transformar aquello que sabemos de sobra que no es viable en ningún sentido, familia, trabajo, ciudad, provincia, país, etc., podríamos ir configurando una nueva filosofía, ya que, de esta forma, se armonizaría toda una problemática teórico – práctica, que hoy más que nunca se ha convertido en pura dialéctica.

Hace falta crear nuevos ideales, pero en convivencia seria con la transformación radical del hombre, del mundo e incluso del sentido de trascendencia. Bertolt Brecht decía en su obra «Me-ti»: «pregunta siempre: ¿cómo aprender?». Esta podría ser la consigna para el hombre contemporáneo, inmerso en un mar de dudas y confusiones. Aprender a través del libro de la vida es algo que pertenece a esa incógnita tan maravillosa -el hombre- que un día se llamó Qohélet y que hoy lleva nombres y apellidos en los cinco continentes.

El Correo de Andalucía, 27/IX/1977, pág. 3

Periódicas

Al mirar hacia atrás, he recordado mis colaboraciones en un periódico de Sevilla, El Correo de Andalucía, en 1977, que todos los días abríamos para leer sus famosas páginas centrales, porque tocábamos la libertad con los ojos…   

Bajo este título, he recogido doce colaboraciones, “artículos de opinión” llamaban los eruditos, en una época donde pensar estaba casi prohibido y para opinar había que irse “a la calle” porque en casi todos los sitios estaba reservado el derecho de admisión de los que no pensábamos como los demás…

Todos tienen un contexto, es decir, no son inocentes. Por cierto, no lo pretendo, solo quiero hacer justicia a una época que nos permitió construir un Estado libre y una Andalucía sin tópicos. Gracias anticipadas.

A partir de hoy abro una nueva sección o página (Pages, en inglés, que traduciré poco a poco), a la derecha de esta entrada, bajo el título genérico de «Periódicas», que serán páginas abiertas a la búsqueda del conocimiento libre. Aquí encontrarás los artículos anunciados. Contar con tu lectura será un placer.

Sevilla, 14 de febrero de 2006, plenamente enamorado de la libertad inteligente

El puzzle inhumano

Cuando a primera hora de la mañana, de este soleado domingo de febrero, repasaba una publicación que entregaban hoy junto al periódico sobre La Transición, rescaté un artículo que escribí hace casi veintinueve años, al que solo he introducido cambios motivados por el lenguaje sexista de la época (en cursiva), como homenaje también a todas las mujeres y hombres que siguen comprometidos con la lucha continua debida a la ausencia de valores en la que vivimos instalados y que hoy he podido ver de forma palpable en un reportaje en video, donde por motivos estrictamente petrolíferos, unos soldados golpean sin piedad a unos adolescentes iraquíes que han crecido en el horror de la violencia, cualquier violencia, y en la sinrazón humana. Vaya como homenaje a ese grito desgarrador de un joven tirado en el suelo, que se escuchaba en el audio de la cinta: ¡No me pegues más!.

Han pasado veintiocho años, cinco meses y tres días, pero podría publicarse hoy sin perder frescura de denuncia. Gracias por compartirlo a través de esta malla humana que teje, día a día, Internet. 

La crisis crónica que ahoga existencialmente a las personas, grita justificación y no sólo ajustamiento en el entramado socio-político de un país. Llevamos unos años en los que inconscientemente sentimos la vida como desasosiego, evasión, suerte o lotería, dado que en la mente de todos se fragua una imagen de persona, mundo y Dios, que es difícil construir. Quizá es debido a que estábamos acostumbrados a obtener respuestas a cuantas preguntas hacíamos, incluso en los niveles más insospechados.

Ahora bien, las preguntas no tienen por qué tener siempre respuestas. De hecho, muchas de nuestras últimas preguntas no las tienen. Las personas se desconciertan por esto y pierden la «fe» en Dios, en el Hombre, en la Sociedad  y en la Naturaleza, según el contenido de Ferrater Mora. ¿La pierden o la encuentran? Si el ser humano en encrucijada «pierde la fe», está en situación óptima para encontrar su sí mismo y desde aquí replantearse de nuevo su cosmovisión, su indigencia y su posible trascendencia. Con esto quiero reafirmar la necesidad que tienen las personas de hoy de reforzar el terreno de la pregunta, de «matar» el miedo. Durante cuarenta siglos, el ser humano, hombres y mujeres, han preguntado a Dios, al otro, a sí mismo, sobre las cuestiones radicales de la existencia. Casi siempre obtenían respuestas: en cosas, en palabras, en dioses, en Dios. Hoy, por el contrario, se experimenta un vacío silencioso impresionante, quizá porque el encuentro con el tú, necesita la solidez de una concatenación de preguntas que comprometan la existencia en el amor. No es rescatar el mito prometeico, no. Se trata precisamente de dejar cada cosa en su sitio, en cierto sentido; confiar en cada ser humano como «ser perfecto» y con capacidad suficiente para poner nombre a las personas, a los animales y a las cosas. Así puede empezar a concretar su fe, puede llegar a ser persona, creer en algo, en alguien, en alguna verdad -por muy radicalizada que esté-, pensar en un futuro.

En este tiempo que corre, donde casi todo es provisional y cuestionable, duda e interrogante, ¡qué difícil es mantenerse en el juego de la vida, sin convertirse en pieza o sin saltarse las reglas del mismo! Aunque parezca paradójico dentro de un clima de perfecta calma y libertad (del que muchas veces la sociedad hace gala), la mujer y el hombre acusan cansancio de vida por la manipulación constante de que son objeto, dentro de la planificación más sofisticada e inhumana que podamos imaginar. Todo es debido a que toman conciencia de que están programados las veinticuatro horas del día y de que cada vez tienen menos espacio vital para existir, en esa persona sorpresa que todos llevamos dentro.

B. F. Skinner, psicólogo americano de fama mundial por su atención al conductismo, habla a menudo de la preocupación del ser humano por la explotación demográfica, de los problemas acerca de los recursos naturales, alimentación, carburantes, problemas de sanidad, etc.: «y en todos estos sectores podemos comprobar adelantos muy notables (…). Pero, de hecho, las cosas empeoran constantemente y es descorazonador comprobar que buena parte de la culpa es imputable a la tecnología misma. La higiene y los adelantos médicos agudizan el problema demográfico; la guerra ha añadido un nuevo error a los suyos propios tras el descubrimiento de las armas nucleares; y la búsqueda masiva de felicidad y bienestar es la principal responsable de la contaminación ambiental». Ahonda en la crítica de cómo el hombre y la mujer se han enfrentado con sus grandes problemas a lo largo de la historia, y concluye diciendo: «así nos ha lucido el pelo». A esta situación hemos llegado por culpa del ser humano autónomo: nos tenemos que convencer de una vez para siempre de que hay que perder la vanidad occidental, ya que lo «que necesitamos es una tecnología de la conducta», aunque sea a costa de sacrificar al propio ser humano.

Hay que salvar el ambiente mundial, crear nuevas dimensiones de trabajo, diversión, ocio, planificación familiar, etc., donde unos ingenieros de la conducta planifiquen y manejen a la humanidad en el «puzzle» más inhumano jamás soñado. Skinner profetiza al conjunto de personas torpes e inconscientes que poblamos el planeta Tierra, que mucho es lo que nos falta para llegar a ser capaces de evitar la catástrofe hacia la que el mundo parece moverse irremisiblemente. Surge entonces una pregunta: este ambiente desolador que preconiza Skinner, ¿es fruto del ambiente enrarecido del mundo actual o de la ausencia de los denominados «valores fundamentales», es decir, libertad, dignidad, amor, justicia, etc.? Y aquí de nuevo, el «filósofo de la conducta» habla en términos muy duros acerca de la culpabilidad intrínseca que existe en cada mujer y en cada hombre. Por la vanidad del ser humano libre y responsable, «el mundo está como está». Sin comentarios.

Indiscutiblemente, no se le puede negar a Skinner una parte de verdad en sus manifestaciones, pero nunca podremos reconocer su doctrina como la piedra filosofal para resolver los múltiples problemas que se plantean el mundo y cada persona en particular.

El ser humano actual se resiste a ser mera pieza sometida al libre arbitrio del otro ser humano. El orgullo despliega todos sus resortes de dignidad y libertad, que entre otras cosas, constituyen su patrimonio inalienable. La toma de conciencia de que algún día no muy lejano el mundo pueda llegar a ser un «puzzle» de cuatro mil millones de seres humanos, hace que muchos se «pierdan» voluntariamente como piezas, para convertirse en personas.

El proceso de llegar a ser persona -siendo también muchas veces un rompecabezas- nos hará disfrutar de una vida plena. En definitiva, el hecho de que la mujer y el hombre sean unas auténticas personas, donde la libertad y la dignidad sean respetadas en su justa medida (justificación como justicia), es el único camino viable para que lleguen a ser lo que verdaderamente son: personas.

El Correo de Andalucía, 9/IX/1977

Género y vida

Encontrar una persona

En el año 1977, cuando empezábamos a construir la democracia, inicié una forma de colaboración en un equipo de trabajo solidario, entre otras realidades, mediante artículos «de fondo» en un periódico de aquella época, que permitía abrir ventanas en la sociedad contemporánea. Tengo que reconocer que su director, José María Requena, un demócrata amante de la literatura y periodismo comprometidos, junto a Salvador Petit Caro, maestro en el silencio, sabían esperar hasta la noche para que pudiera llegar mi entrega periódica. No existía el fax, ni el teléfono móvil, ni el correo electrónico. No se hablaba de Internet. Había que ir personalmente al periódico, a oler la tinta, para cumplir con un compromiso de ideales. Casi treinta años después, cuando el pasado martes 8 de febrero de 2006, corría la noticia por el mundo del descubrimiento de nuevas especies en Foja, una remota selva de Indonesia, me acordé que también podríamos encontrar seres humanos con nuevas capacidades para enseñarnos que una nueva especie de«persona en el mundo» es posible. Más o menos como pensábamos algunos «locos» en 1977, cuando arrancaba una nueva especie de ser ciudadano en España, en Andalucía. En mi compromiso diario por la lucha de género y vida en la sociedad, he cambiado algunas alusiones al hombre (en cursiva) que hoy se comprenden mejor referidas al ser humano como persona en el mundo. ¿Por qué? Sinceramente, porque el orden del género, en este caso, si podía alterar el producto… Además, estoy seguro de que Diógenes no se enfadaría conmigo.

¿Quién se atrevería hoy a gritar por las calles y plazas: «¡Busco un hombre!»? Nos tomarían por locos…, pero cuando las personas hablamos en serio, afloran los secretos y las locuras individuales y colectivas. Todo encuentro humano -filo cortante de la existencia- afrontado con honradez y coraje de vivir, puede gritar al mundo que cualquier persona puede y debe buscar a otra persona. No hay «yo» sin «tú». Hablar así en y de la habitación interior de cada uno, supone una sintonía de principios, proyectos y necesidades. Quizá también de intercomunicación de «crisis» personales, al ponerse en tela de juicio el sentido existencial del ser humano. Es una forma de abandonar el camerino ambulante y la representación subsiguiente en el gran teatro del mundo, para dedicarse a pensar, forjar ideales, luchar y transformar. No se trata, por otra parte, de buscar «gente, mundo o pueblo», sino una persona concreta, quizá cercana, quizá andaluza, quizá hermana, que quiera compartir la construcción diaria de una casa humana, con numerosas «habitaciones interiores». Podríamos entender «casa humana» como el país, la provincia, la ciudad, la fábrica y la familia que sentimos todos los días.

Siempre recuerdo a este propósito, una simpática anécdota. Diógenes de Sínope, aquel filósofo que también «buscó un hombre», prototipo de la escuela cínica y que aspiraba a ser todo un hombre, estaba un día en los baños al mismo tiempo que Aristipos de Cirene, el cirenaico. Éste, al salir, cambió su vestidura purpúrea por la túnica desgarrada de Diógenes. Y cuando Diógenes se dio cuenta, se puso rabioso y de ninguna manera quiso ponerse el vestido purpúreo. ¿Por qué? En definitiva se podría observar la vanidad de Diógenes a través de los agujeros de su túnica, dejaba de ser él al vestirse de púrpura y esto constituía un grave problema de representación, cara a los espectadores.

La anécdota es una ironía de la vida. Al menos, nos sirve para damos cuenta de que la empresa de «buscar una persona» exige en principio, autenticidad de vida personal «para que no se nos note la farsa a través de los agujeros de los hechos».

Corren unos tiempos francamente atractivos. Si la democracia es auténtica, podemos cantar libremente esta necesidad humana, signo de que la autosuficiencia cobarde ha sido desbancada por la comunión de esencias y existencias. Ya se puede salir del tonel de Diógenes, prescindir del consumismo en el vestir (ya no nos podemos fiar de su única túnica), y estrechar las manos por una lucha común y cósmica, sin necesidad de la linterna irónica. Aunque necesitemos un líder. Aunque necesitemos de alguna persona «loca» que grite estas cosas que a nosotros no se nos ocurren o no quisiéramos gritar.

El Correo de Andalucía, 6/IX/1977, página 3.

Género y vida

Subsaharianos

rescate subsahariano
Reuters, El País, 7 de febrero de 2006

Con una frecuencia enfermiza volvemos a tratar diariamente del largo camino de los subsaharianos en búsqueda de una vida mejor. La foto que figura a continuación arranca compasión y rabia por la injusticia mundial que abre cada día más la brecha de la existencia y convivencia entre los seres humanos. Es una mirada perdida que recibe el calor de un miembro de Cruz Roja, extendiéndole una mano que simboliza lo que podemos hacer todavía por mejorar la vida de los demás. Sobran las palabras. Quizá tengamos que acudir a la memoria de Augusto Monterroso para repetir a los cuatro vientos una idea que podría pasarnos por la cabeza ante tanta desgracia ajena:

Cuando he visto sus ojos y la expresión de su cara, la injusticia todavía estaba allí…

Sevilla, 7/II/06

Dar la cara

Seguimos el hilo conductor iniciado ayer. Hoy tiene un protagonismo especial Isabelle Dinoire, la mujer francesa a la que se practicó en el mes de noviembre de 2005 un trasplante de boca, nariz y mejillas. Hoy, ha manifestado en una rueda de prensa consentida –no robada-, que ahora “tras el accidente, que le dejó “destrozada”, la operación le ha devuelto la “valentía”. Hoy triunfa el ser humano, la inteligencia como manifestación y capacidad de solucionar problemas. Es una maravilla contemplar cómo la inteligencia al servicio de las personas hace posible que el ser humano sea y viva mejor, que la medicina se cubra de gloria a través de profesionales que trabajan a diario por dar salud en todas sus manifestaciones.

Y asegura que a partir de ahora tiene una cara como todo el mundo. ¡Cuantas sugerencias nacen con esta expresión! ¿Nos planteamos a diario qué importancia tiene la cara en la autoestima que permite ser persona en el mundo?.  La ciencia ayuda a dar la cara en el compromiso diario con la vida. Quizá es así hasta que la propia existencia nos parte la cara por el cansancio de vivir en un entorno que no es amable, es más, se jacta de ser despiadada con todo aquél que encuentra. Y nace la desesperación y la incapacidad para mirarnos a la cara…

Hemos crecido en el convencimiento de que la cara es el espejo del alma. Hoy, viendo a Isabelle en las fotos de agencia, he vislumbrado que tiene ya una nueva razón para vivir y “ser valiente”, tiene “alma”. Alguien, que perdió la vida, ha permitido que vuelva a dar la cara en la existencia que se la robó. Primero, porque no tenía ilusión ni ganas para seguir viviendo, como ha contado, por su intento de suicidio. En segundo lugar, porque su perro fiel la quiso despertar, en una tarea imposible que no habían conseguido sus próximos, ocasionándole daños que han sido reparables, a diferencia de otros daños humanos que siempre dejan huella indeleble. En tercer lugar, porque hay personas y familias que son generosas con el cuerpo humano y consienten una donación ayudados por unos profesionales que utilizan la inteligencia para ser más libres, utilizando una técnica asombrosamente humana y científica.

En definitiva, un precioso ejemplo para dar la cara por la mujer. Aunque nos la parta la vida por las últimas noticias tan asombrosamente cerca de donde vivimos. Quizá, detrás del lavabo de casas inimaginables, de familias supuestamente ejemplares, como nos recordaba recientemente el anuncio que la Junta de Andalucía ha entregado a la televisión de todos los días… removiendo la conciencia de los que hacen oídos sordos a la violencia de género y se lavan las manos como si no pasara nada.

Gracias, Isabelle. Gracias  también a los doctores Bernard Devauchelle y Jean Michel Dubernard, y a su equipo anónimo, porque permiten hoy que el mundo crea todavía más en el ser humano, dando entre todos la cara…

Sevilla, 6/II/06

Género y vida

Mujer: género y vida

Hasta aquí hemos llegado con tres situaciones diferentes de violencia de género: mujeres apalizadas (así se escribió), apaleadas y acuchilladas. El hombre fue detenido, en un pueblo de Sevilla, tras el ataque en este último caso, cerrándose la noticia cotidiana con la siguiente estadística: “con estas dos muertes, el número de víctimas en lo que va de año por la violencia machista se eleva a 12”.

Y surge la eterna pregunta: ¿qué puedo hacer yo ante esta realidad inexorable?, si eso es cosa de la justicia y de la policía, si nosotros no podemos hacer nada, si eso ha pasado siempre, sin son secretos de alcoba; además, si te metes, sales trasquilado…

No estoy de acuerdo con esa tranquilidad existencial. Sé que en este siglo de ausencia de valores, donde millones de personas están más interesadas en ver, oír y callar ante la violencia de género con intermediación generosa de entornos mediáticos (prensa, radio y televisión), por ejemplo, sobre la presunta “esquizofrenia paranoide” (utilización malvada de diagnósticos virtuales) de Raquel Mosquera, con declaración de su patología “interpretada” a los cuatro vientos, donde se explica con una crueldad maquiavélica que “ya se veía venir” y donde hasta los amigos tienen la oportunidad de vislumbrar la auténtica tragedia de una mujer “pública”, no es de extrañar que se oigan con total frialdad las doce noticias de muerte de mujeres a manos de sus parejas y sigamos desayunando o cenando como si no pasara nada. O lo compartamos, a lo sumo, en la barra del bar o mesa de trabajo, con compañeros, con comentarios jocosos y soeces sobre el “merecido” de determinadas mujeres.

Hasta aquí hemos llegado. Por mi parte voy a comprometerme a escribir en este cuaderno de bitácora (blog) con carácter continuado de compromiso, para hacer visible que aún es posible cambiar la situación, transformándola a través de las pequeñas cosas.

Pasen y vean.

Lunes cualquiera de una semana real, no imaginaria. Trabajo en sede pública, con funcionarios reales. Compromiso personal en la Administración. Delante de mí no voy a permitir ninguna licencia de mal gusto sobre el mal trato a la mujer, por lo que ocurrió ayer. Ni los chistes insultantes para su esencia y formas como persona. Ni la vejación por su tradicional preocupación por los hijos. Ni la falta de comprensión hacia su tiempo familiar, robándole minutos de su prisa justificada por volver a casa a estar con sus hijos, ni hacia su hora de lactancia. Las escucharé atentamente, las ayudaré a crecer como si fuera yo mismo, sin discriminación. No me reiré de la discriminación positiva en responsabilidades públicas, porque de otra forma estaremos perdiendo oportunidades de ser juntos. No utilizaré almanaques insultantes hacia la mujer. No pasaré por Internet y correo electrónico chistes y consideraciones impresentables sobre la mujer. No las gritaré. No repetiré la doble personalidad: vicios privados, públicas virtudes… No volveré a decir que “hablan como cotorras”. Y, por supuesto, ayudaré a desterrar del vocabulario machista aprendido en la infancia, expresiones tales como: mujer tenía que ser, de qué te quejas si no te falta de nada, más pueden dos tetas que dos carretas ó detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer (y después, su esposa, como diría Groucho Marx).

Por aquí podemos empezar. Luego vienen todos los días de la semana, el tedio y aburrimiento. Los fines de semana, donde hombres y mujeres nos vemos las caras. La realidad de los niños pequeños que nos exigen esfuerzos redoblados de compenetración y solidaridad con el tiempo ocupado y/ó libre para ser y/ó, desgraciadamente, solo tener. Las vacaciones, época muy triste para mujeres solas.

Podríamos formar, por tanto, una célula de arranque, bajo la denominación de “género y vida”, con carácter virtual, en la red, del que formáramos parte aquellas personas que creemos en el proyecto de que la mujer es una realidad de persona en el mundo sin más diferencia que las meramente anatómicas y fisiológicas que, por cierto, es patrimonio universal de cualquier ser inteligente. Posiblemente, llegará el día, como decía Saramago en el acto de nombramiento como hijo adoptivo de Granada, el pasado 3 de febrero, en el que las mujeres aplaudirán desde las aceras una manifestación de hombres -y solo hombres- proclamando la nueva realidad de las mujeres libres de la esclavitud ética, psíquica y social del machismo ibérico, demostrada por una violencia de género que suma y sigue como si no pasara nada en el cálculo de la muerte.

Y, perdonen, tal como escribía hace unos meses en la actitud rebelde frente a la oportunidad de ser más, con el ejercicio del voto, llegamos al final. Yo no quiero callarme, como aquellos lugareños (al final de la “Lengua de las mariposas”), presa del terror de la indecencia, ante la cordada. Tengo prisa, porque se agotan los billetes de los autobuses de la utopía de “género y vida” para la mujer, que salen de la estación de Andalucía.

Sevilla, 5/II/06

Encuentro con Tagore

A Marcos, celoso de crear con pequeñas cosas…, desde que era pequeño

Ayer fui a la oficina de Correos de mi barrio con la ilusión de hace cuarenta años. Iba a recoger un libro antiguo que había localizado por Internet para hacer un regalo muy especial. Abrí el paquete cuidadosamente y poco a poco, entre las burbujas protectoras, apareció una edición muy querida, de 1958, en la editorial Losada de Buenos Aires, de uno de los libros que han marcado mi vida: Pájaros perdidos, de Rabindranath Tagore, con una traducción impecable de Zenobia Camprubí, la compañera y amiga de Juan Ramón Jiménez, a quienes tanto visité, utilizando incluso sus mesas de trabajo, en Moguer. Y gracias a Pepito, el guía de la Casa-Museo, que lucía orgulloso el perejil de plata en su solapa, que me explicaba una y mil veces, con un encanto especial, sus confidencias con las miradas de ambos en una habitación de la primera planta…

Quería recuperar un pájaro perdido, el 178, como si fuera una anilla recordada por mi, sentado a la sombra de un pino solitario de la carretera de Umbrete a Bollullos de la Mitación, ambos pueblos cercanos a Sevilla, en diciembre de 1965 y que eché a volar en mi imaginación. Era una época en que crecía en la búsqueda de la verdad machadiana, ni tuya ni mía, porque haciendo caso a D. Antonio la guardé siempre en una jaula dorada de silencios. Pasando páginas amarillas, de un libro maravillosamente usado, con dos apellidos anónimos en la página interior del título: Gómez Aldemira, XI-1959, encontré por fin el pájaro que había buscado incluso en épocas en que me había distraído con un encantador de pájaros, Papageno, que me había presentado Mozart a través de sus limpias manos puestas sobre mi:

A mis amados les dejo las cosas pequeñas;
las cosas grandes son para todos.

En esta época, donde el caballo grande, ande o no ande, es lo que entusiasma en nuestros alrededores, ha merecido la pena iniciar esta búsqueda de tiempo ganado, hace muchos años, de un pájaro pequeño, porque nos hace más libres la posibilidad de dejar, regalar, ofrecer, entregar aquello que es verdaderamente cercano y que es posible compartir, aunque sea aparentemente muy poca cosa, muy pequeño. Aunque cuando nos retiremos a nuestra soledad sonora, que tan magníficamente vivieron Zenobia y Juan Ramón, por este orden, necesitemos recoger en nuestras manos un nuevo pájaro perdido, el 130, que nos marca caminos para ser mejores:

Si cierras la puerta a todos los errores, dejarás fuera la verdad.

Sevilla, 4/II/06

Cumpleaños de Mozart

Desde el 27 de enero, fecha en la que se ha recordado en la aldea global el nacimiento de Mozart, (recuerda: Trazom) he escuchado con gran interés una parte de una obra que llena el espíritu de búsqueda de verdad: el concierto para flauta y arpa en do mayor, K 299. La pieza central, el Andantino, es una exposición sublime del entendimiento de la música como interpretación del mundo compartido, dado que desde cualquier lugar del planeta la conjunción de flauta y arpa te sumergen en una aventura de contrapuntos de gran valor humano.

Basta pensar que dos seres humanos, mediante el diálogo de flauta y arpa, logran llamar la atención desde una composición apresurada de Mozart, durante su estancia en París en 1778, escrita por encargo -como siempre- para poder sobrevivir y con un final doloroso: nunca le pagaron su trabajo. Quizá con la eterna oferta a los seres humanos que todavía se emocionan al escucharla, como es mi caso, Mozart recibe la mejor contraprestación del valor del concierto en este aquí y en este ahora. Una vez más, no hay que confundir valor y precio.

Si al mismo tiempo que escuchas el Andantino, quieres recrearte en un pequeño documental sobre su aniversario, te invito a que entres en esta dirección: http://www.cico.tv/austria/mozart/mozartspanish-512k.wmv y compartas el tamaño del archivo (al revés: K 512) como símbolo de una nueva obra catalogada por Köchel (la actual k que aparece junto a cada una de sus obras) …

Sevilla, 29/01/06

A %d blogueros les gusta esto: