A la democracia se llega como solución única con solo admitir que la política no es natural ni sobrenatural, sino cultural.
Jorge Wagensberg
Me gustan los aforismos porque responden a tres grandes principios: objetividad, inteligibilidad y dialéctica. Objetividad, porque el sujeto de conocimiento debe distorsionar lo menos posible al objeto de conocimiento. Inteligibilidad, porque hay que despejar a la esencia de todos sus matices, alcanzando la mínima expresión de lo máximo compartido. Ejemplo: Vivir envejece. Y, por último, dialéctica, como tensión continua entre sujeto y objeto: La realidad es inteligible porque no hay bosques con más árboles que ramas (1).
He vuelto a leer nuevos aforismos de Jorge Wagensberg dedicados en esta ocasión a la democracia y me ha sobrecogido uno en especial, que no es una receta tipo bálsamo de Fierabrás en tiempos de crisis, como los que estamos viviendo en esta antesala de las elecciones del 20 de diciembre: libertad y democracia no son sinónimos, porque libertad es hacer lo que uno quiere; democracia, lo que quiere la mayoría. Es la gran lección que debemos aprender hoy día. Además, la democracia es una realidad que se inspira en el método científico: objetividad, inteligibilidad y dialéctica.
Wagensberg ha escrito también un aforismo que justifica por sí sólo el discurso de fondo que se debería respetar en las próximas elecciones o en la vida cotidiana como ciudadanos de a pie: la democracia nació la primera vez que alguien planteó convertir dos opiniones diferentes en una sola decisión. Si pudiéramos ahora convertir opiniones diferentes en decisiones únicas y dignas aprenderíamos a vivir democráticamente, políticamente hablando. Es lo que tienen los aforismos, tal y como lo definió magistralmente el Diccionario de Autoridades: “Sentencia breve y doctrinal, que en pocas palabras explica y comprehende la esencia de las cosas” (RAE A 1726, pág. 338,1).
Es obvio que nos hacen falta decisiones únicas aunque provengan de opiniones diferentes. Es lo que sucede cuando mi libertad no termina donde comienza la del otro, sino cuando comprendo y acepto lo que quiere la mayoría. Es una situación objetiva, la comprendemos muy bien y, sobre todo, podemos seguir hablando de ello en una dialéctica que enriquece la vida de forma insospechada. Objetividad, inteligibilidad y dialéctica, la esencia del aforismo, porque buscamos juntos la verdad, no la tuya o la mía… que cada uno debe guardar.
Sevilla, 2/XI/2015
(1) Wagensberg, J. (2012). Más árboles que ramas. Barcelona: Tusquets.
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