Unos días de verano en Mallorca / 3. El tren del arte viaja a Sóller

TREN SOLLER1Tren de Sóller / JA Cobeña

El tren de Sóller…
… no se ha hecho para llegar pronto,
sino para llegar a tiempo.

Santiago Rusiñol

El niño que todos llevamos dentro había soñado, en mi caso, con viajar un día en el centenario tren de Sóller. Acudí a la estación con la ilusión de mis primeros años de infancia en Madrid, cuando iba a la de Atocha a esperar la llegada del cariño del Sur representado en mi abuela. La compra del tique de cartón para acceder al andén y el sonido característico al picarlo en el control, que en aquella época suponía un puesto de trabajo, era el salvoconducto para encontrarme con emociones y sentimientos especiales, avanzando por el andén en medio de una bruma indescriptible de vapor, humo y olor a carbonilla que impregnaba toda la estación, empañando la enorme cristalera que la enmarcaba, observando con ojos de un niño del Sur la belleza de la máquina negra y roja, poderosa, con orejas, hasta llegar al vagón desde el que se asomaba mi abuela no sin dificultades en las maniobras de bajada de la ventanilla, sobre todo para garantizar que estábamos esperándola.

Cuando llegué en Palma a la estación del tren de Sóller, sentí exactamente esas emociones. Recorrí el andén, con la memoria de secreto haciendo estragos, para ver de cerca la “composición” de ese día: cinco coches construidos en 1929 por Carde y Escoriaza, en Zaragoza y una unidad eléctrica tractora Siemens, de la misma fecha. Comenzó el viaje con el silbato de toda la vida y la presencia del revisor, picando los billetes y troquelándolos con un dibujo de un corazón. En los primeros kilómetros era lo más parecido a un tranvía, avanzando por las calles de Palma, habituado ya a competir con el tráfico casi imposible de las primeras horas del día. Después, avanzó lentamente con su traqueteo monótono, tan característico, adentrándose en un tiempo relativamente corto en las estribaciones de la sierra de la Tramontana, atravesando trece túneles y el viaducto de los cinco ojos, casi saltando a veces sobre el asiento de madera de respaldos adaptables al sentido de la marcha del tren, con vaivenes que hacía tiempo no vivía de forma tan intensa, pero con la belleza que proporciona siempre el tren cuando a paso más bien lento, te permite contemplar la sierra de Alfábia en estado puro.

 

CAN PRUNERA

Can Prunera (detalle de ventana) / JA Cobeña

En la estación de Sóller nos esperaba un mural de Joan Miró, La Maja Negra, así como una exposición permanente sorpresa instalada allí, gracias a las gestiones realizadas por la fundación Tren del Arte, con cerámicas de Picasso y grabados de Joan Miró, colección formada por las series Cántico al Sol (1975), Archipiélago salvaje (1970), Las gentes de la mar (1981) y una obra emblemática para Sóller: la Maja Negra (1973). Esta última obra fue la inspiración del nuevo logotipo de la Compañía Ferroviaria, por una imagen que contiene: la luna. Comprendí entonces el homenaje de Miró a San Francisco de Asís, contemplando su obra dedicada a la hermana luna y la iconografía de las constelaciones. En esta ocasión no era la iglesia principal la que estaba vacía, como decía Alberti, sino estas salas. Llegamos en el tren centenares de personas, pero en estas salas estábamos solos. Lamentablemente, ante Miró y Picasso, a los que acompañamos un tiempo razonable en homenaje a su obra.

Pasamos casi de puntillas por la iglesia de San Bartolomé, de estructura barroca (1688-1733), con fachada modernista proyectada en 1904 por el arquitecto catalán y discípulo de Gaudí, Joan Rubió i Bellver, porque tenía un objetivo claro: visitar el Museo Can Prunera, en la calle de la luna, la que pintó tantas veces Joan Miró, ubicado en una antigua casa de estilo modernista construida a comienzos del siglo XX, de formas sinuosas como la escalera espiral del edificio, animalísticas y naturales. Comencé la visita por las habitaciones de las plantas baja y principal, que conservan parte del mobiliario original: mesas, sillas, camas, armarios y vitrinas en los cuales es patente una gran riqueza decorativa. En estas salas pude contemplar valiosísimas obras de arte, con una muestra «Del Modernismo al siglo XXI», una colección de pintura que pertenece mayoritariamente a la Col·lecció d’Art Serra, y que en estos últimos años se ha ido enriqueciendo gracias a las donaciones de obras que, particulares y artistas, han hecho a la Fundació Tren de l’Art, entidad gestora de Can Prunera Museu Modernista. Esta colección recoge obras excepcionales de Joan Miró, Henri de Toulouse-Lautrec, Paul Klee, Fernand Léger y Maurice Vlaminck; también, de artistas mallorquines o próximos a esta tierra tales como Santiago Rusiñol, Joaquim Mir, Joan Fuster, Eliseu Meifrén, Ritch Miller y Miquel Barceló.

Bajamos por la preciosa escalera modernista helicoidal hasta llegar al sótano, donde la casa tenía la actividad de servicios tales como cocina y lavandería, con pozo interior incluido, recuperado como espacio museístico. Allí me detuve en la obra de un pintor sollerense, Juli Ramis, a través de tres épocas muy concretas del autor: pintura de juventud, época cubista y obra abstracta. Pasé el jardín, del que aporto una imagen de contraste cromático y allí contemplé en todo su esplendor, junto a la fachada principal, una muestra viva del art nouveau francés llevado a Sóller por emigrantes que regresaron a su ciudad a principios del siglo XX.

 

MAJA NEGRA2Estación de Sóller – Mural “La Maja Negra” / JA Cobeña

Estuvimos solos en Can Prunera, en un museo vacío de personas, pero no de arte. Salí a la calle de la luna número 86 a 90, la que pintó tantas veces Miró y recordé las palabras de San Francisco que dedicó a su querida hermana, una criatura especial: Loado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas, / en el cielo las has formado luminosas y preciosas y bellas. Es el regalo que nos hacía Sóller gracias a su afamado tren, para mí el Tren del Arte, donde volvimos a ver la luna muy cerca de la maja negra de Miró en la estación, despidiéndose de nosotros, luminosa, preciosa y bella.

Sevilla, 16/VIII/2016

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