Las fotografías nunca son inocentes

MARC RIBOUD

Como ocurre con las ideologías, las fotografías nunca son inocentes porque siempre hay un ojo humano detrás que ordena. Hoy hemos conocido el fallecimiento del fotógrafo francés Marc Riboud, que muchas personas recordarán por su famosa fotografía de la chica con la flor, por cierto, no inocente. He conocido el hilo conductor de su profesión, una frase de un especialista en los cuidados del ojo, del siglo XIII, Pietro Spanno, que llegó a ser Papa bajo el nombre de Juan XXI: “El ojo es un miembro noble, redondo y radiante. Ver es el paraíso del alma”. Ese es el secreto y la magia del ojo humano cuando ordena el clic que fija momentos especiales de la vida para la posteridad. Igual que cuando se fotografía el dolor o la muerte, muchas veces con alto riesgo personal de profesionales excelentes, comprometidos, facilitando imágenes recientes que desgraciadamente ya son habituales para el procesamiento de nuestra retina y que tanto nos hacen pensar, cumpliendo su función.

Deseo hacer un reconocimiento al trabajo desarrollado por Riboud a lo largo de su dilatada vida, fotografiándola e incorporándola a su paraíso particular, que simboliza un homenaje a fotógrafas y fotógrafos de todo el mundo, no inocentes por su ideología, que nos siguen aportando a diario imágenes para no olvidar que un día tuvimos que salir de un paraíso en el que muchos nacimos por tradición y creencia, para volver diariamente a él, aprendiendo de otro fotógrafo excepcional, Sebastião Salgado, que salió a buscarlo en 2005 para “emular el ojo de Dios pero ser fiel a Darwin, para dar testimonio de los orígenes de la vida intactos, para certificar que corre el agua, que la luz es ese manantial mágico que penetra como un pincel y muta las infinitas sugerencias en blanco y negro que Salgado nos muestra del mundo. Para experimentar pegado a la tierra y los caminos aquello que relatan los textos sagrados pero también seguir la estela de la evolución de las especies; para comprobar que los pingüinos se manifiestan; para comparar la huella con escamas de la iguana y el monumental caparazón de las tortugas en Galápagos; para explicar que los indígenas llevan en la piel tatuado el mapa de su comunión con la de los ríos y los bosques; y que los elefantes y los icebergs emulan fortalezas de hielo y piel; y que la geología diseña monumentos y que todavía quedan santuarios naturales a los que aferrarnos”.

Hay fotógrafos y fotógrafas que retratan almas especiales, en blanco y negro, como Riboud o Salgado, porque muchas veces estamos ciegos ante el color que dio al mundo la creación transcendental del hombre y la mujer, que tuvieron la oportunidad de ver durante un tiempo el paraíso de sus almas. Gracias, hoy, a Marc Riboud, a Salgado y a tantos profesionales anónimos que aun jugándose a diario la vida nos aportan tanta verdad a través de sus ojos, como aprendimos un día de Machado, ya que no son ojos porque los veamos, sino que son ojos porque a través de sus fotografías nos ayudan a ver.

Sevilla, 31/VIII/2016

NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de: http://cultura.elpais.com/cultura/2016/08/31/actualidad/1472636848_761527.html

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